San Jorge, la tortura de dragones no es arte ni cultura
En la Jungla. La festividad de San Jorge se fundamenta en el maltrato de una pobre bestia, cuya única falta fue tener un poco de hambre.
23 abril, 2018 09:2023 de abril, San Jorge, uno de los días grandes en comunidades como Aragón o Cataluña -Sant Jordi es, a estas alturas, una de las pocas cosas que siguen uniendo a todos los catalanes-. Un día de celebración y de regalar rosas cuquis y libros que no se va a leer a la persona amada. Sin embargo, entre tanto consumismo nos olvidamos de un detalle: la fiesta se erige sobre la muerte de un dragón, y matar dragones no es cultura.
Y es que resulta que este tal Jorge que en tanta estima tenemos saltó a la fama por matar a un dragón por el simple hecho de que este quería comerse a la princesa de la villa ¿era necesario matarlo? No, en absoluto. Podían haber mandado a la Reina Letizia para que se pusiera delante de ella, que lo de hacer el bloqueo en zona se le da muy bien, y dudamos que el dragón hubiera tenido valor para enfrentarse a la reina, con ese carácter que se gasta.
La cultura del asesinato de dragones
Es una vergüenza que matar dragones sea visto como algo normal y bonito en pleno Siglo XXI. Cientos y cientos de grandes reptiles han sido asesinados por esos llamados “héroes” como San Jorge, Beowulf o Santa Margarita de Antioquía. Dicen que los dragones no sufren al ser atravesados con lanzas de tres metros, que incluso disfrutan. Claro, por eso escupen fuego, de alegría, no porque traten de defenderse. San Jorge atacó al dragón de forma tan salvaje que acabó confundiendo su sangre con un campo de rosas. Además de asesino, iba más colocado que una hipoteca fija.
Cientos y cientos de películas, novelas y videojuegos enseñan a nuestros niños que matar dragones está bien, perpetuando los roles de caballeros y bestias. Dicen los defensores de las matanzas de dragones que de lo contrario el ser humano se habría extinguido, que las sierpes hubieran quemado nuestras ciudades y que con eso de escupir fuego no controlar su población CO2 que hubiera acelerado el calentamiento global. Omiten, sin embargo, que, al contrario que Estados Unidos, la Casa Targaryen sí firmó el protocolo de Kioto.
Por una ley de igualdad entre grandes reptiles y humanos
Los dragones son criaturas con sentimientos -tan cariñosos como los perros, el único problema es que sus lametones calcinan a sus dueños- algunos de los cuales incluso capaces de valorar el oro en B como muchos políticos. Por eso, es hora de exigir al gobierno una ley que garantice a los grandes reptiles el derecho a la vida, a la libertad y a no ser torturados.
Y es que alguien nos tendrá que defender cuando nos ataquen los gigantes de hielo de Jotunheim.