La noche de San Valentín pasó, para muchos de nosotros, como la de un jueves normal y corriente. Salimos de trabajar, metimos algo en el microondas para cenar y nos fuimos a dormir para enfrentar la última jornada laboral de la semana. Estas celebraciones parecen más propias de Estados Unidos que de nuestro país, y a algunos les da vergüenza dejarse llevar por el espíritu de este día.
Sin embargo, hubo un lugar en plena ciudad de Madrid donde San Valentín se vivió de una manera especial. Me refiero al autocine Madrid Race, un lugar en el que todo, prácticamente, es Estados Unidos. Nada más entrar te hace recordar la icónica película Grease (1978). Por supuesto, en este sitio la noche del 14 de febrero se celebró por todo lo alto.
Decenas de parejas se acercaron con sus coches para ver El diario de Noah (2004). Ya sabéis, una de esas películas que haría llorar de emoción al mismísimo Diablo. Tras aparcar sus coches frente a la gigantesca pantalla de cine, los enamorados (con sus perros y algún amigo que fue de sujetavelas) se encontraron con otra fantasía americana cuando iban a buscar sus palomitas o sus hamburguesas.
Elvis y palomitas en vez de arroz
El autocine había preparado a las puertas del restaurante una 'wedding chappel', o capilla nupcial, al más puro estilo Las Vegas. Oficiando las ceremonias, por supuesto, se encontraba Elvis, recién venido del más allá pero no con menos ganas de fiesta. Un gran número de parejas decidieron casarse anoche repentinamente (sin reconocimiento legal, claro está) y se juraron unos votos un tanto peculiares.
"Prometo ser always your teddy bear", siempre tu osito de peluche. "Prometo no tener nunca una mente suspicaz" fue el voto que más risas causó, 'curiosamente'. "Prometo que nuestra vida será puro rock n’ roll". Después de ello, se pusieron los anillos, se llevaron una foto de recuerdo con Elvis (que aseguraba venir desde Memphis para celebrar el amor) y abandonaron la capilla bajo una lluvia de palomitas.
Aquella fue la nota más graciosa de la noche. Sin embargo, antes de que comenzase la película, hubo tiempo para que todo el autocine compartiese un momento especialmente romántico. Aunque apareció en pantalla, no tuvo como protagonistas a Humphrey Bogart ni a Ingrid Bergman. Esta vez, la historia de amor trascendió la pantalla.
Una declaración de cine
Poco después de las 21.30 horas de la noche, sólo quedaba la gigantesca pantalla de cine iluminando las hileras de coches que había frente a ella. La música de Elvis se había detenido y todas las parejas se encontraban dentro de los coches con las calefacciones encendidas. El escenario era perfecto: el cielo despejado dejaba ver la luna y también las Cuatro Torres de Madrid.
La pantalla se iluminó de pronto y, a través de las radios de sus coches, todos los espectadores pudieron escuchar a un hombre declararse a su novia. Sentado en un sofá y acompañado de su perro, Lucas se dirigió directamente a ella. "¿Te dice algo el 4 de abril del año 2000? Primer beso y lo tuve clarísimo: quiero estar con esta tía el resto de mi vida".
"Pero como en toda novela que se respete, las cosas se torcieron un tiempo después y cada cual tomó su camino. Un océano llegó a mediar entre nosotros, literalmente", explica el hombre. "No se puede luchar contra el destino y el nuestro era reencontrarnos. Por loco que parezca aquí estamos 18 años después".
Una segunda oportunidad
Un historia de amor como esta debe siempre vivirse al máximo y, por ello, Lucas y su perro miran a cámara. "No pienso dejar pasar este momento, y por eso, y porque te sigo queriendo como el primer día, quiero preguntarte: Elizabeth, ¿te quieres casar conmigo?".
Al instante, los coches aparcados frente a la pantalla del autocine comienzan a hacer sonar sus cláxones. Todos han oído por la radio la declaración y manifestaron de esa manera la gran emoción del momento.
EL ESPAÑOL estuvo en ese momento tan especial y habló con los protagonistas. Lucas le había puesto el anillo de compromiso a Elizabeth en el dedo anular. Ella tenía aún lágrimas en los ojos y una gran sonrisa en la boca. Por supuesto, su respuesta había sido un 'Sí'.
"Nos conocimos en Cuba en el año 2000 cuando teníamos unos 15 años y fuimos novios durante 9 años", cuenta Elizabeth. "Sin embargo, nos acabamos separando y ella se vino a Madrid", continúa Lucas. Precisamente, él también se mudó a Madrid tiempo después, donde, finalmente, volvieron a verse.
"Nos hemos reencontrado después de casi ocho años y, ahora…", explica Elizabeth que se refiere a sus inminentes planes de boda. También se toca la tripa. "¡Vamos a tener un bebé!".
La pareja está muy emocionada y se dispone a vivir una noche que no olvidarán jamás. Sin embargo, en ella no brindarán con champán, sino con refrescos. Ella está embarazada y él tiene que conducir de vuelta a casa. De todas formas, no se puede desear más suerte de la que ya tienen en este momento.
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