El bosque es la película con la que comenzó el largo declive de M. Night Shyamalan. Una cinta defendida por algunos y denostada por casi todos. Los famosos giros argumentales del visionario director de El Sexto Sentido empezaron a demostrar que no siempre eran convincentes en una historia visualmente muy potente pero argumentalmente floja.
A Gabriel Rufián le gustan mucho las películas, por lo que le tuvo que parecer una idea genial hacer un paralelismo entre la trama de la película y la implacable tiranía del Estado español. A partir de aquí hay 'spoilers' de la película, aunque si desde que se estrenó en 2004 no la has visto no parece que te importe mucho.
En la mente de Rufián, el pueblo que cree vivir en armonía es España, el color prohibido es el amarillo y los monstruos demonizados son los catalanes, y por la explicación que da Rufián al final parece que los monstruos en la película sean los buenos y los del pueblo sean los malos.
Sin embargo, parece que Rufián se ha perdido los giros más absurdos de la película. Dichos monstruos no existen en absoluto, sino que son los ancianos del pueblo -básicamente quienes gobiernan el cotarro- que se difrazan y hacen el numerito para que los demás sigan sus reglas.
¿Y qué color usan los habitantes para protegerse de este estos monstruos imaginarios? Sí, el amarillo. El color prohibido porque presuntamente atrae a los seres es el rojo.
Al final de la película, en un giro tan enrevesado que es digno de El procés, resulta que todo era una enorme farsa para que el resto del pueblo no supiera qué ocurre en el mundo exterior, que ya está en el siglo XXI mientras ellos viven en el siglo XVIII.
Sin duda una metáfora perfecta de todo el proceso independentista, aunque Rufián pretendiera dar a entender otra cosa. El comentario del periodista Antonio Maestre, insinuando que el diputado de Esquerra ha hecho autocrítica de forma inconsciente, ha debido de escocer: por primera vez, una réplica a Rufián tienen tantos 'favoritos' como los que su incondicionales le han dado al original.
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