Hay tres cosas básicas que se le piden a todos los alojamientos cuando uno sale de su casa, ya sean de cinco estrellas o el hostel más barato de la zona: que esté limpio, que tenga un buen desayuno (o, al menos, que quede cerca una cafetería donde ponernos morados) y que el agua de la ducha salga caliente y con presión. Con eso, la mayoría ya somos felices.
Llegar cansado después de pasar un día de aquí para allá y meterte en la ducha es gloria bendita, pero cuando no es la nuestra calculamos al milímetro cómo hay que proceder porque podemos acabar escalfados o congelados, no hay término medio y no es ninguna broma: un paso en falso puede acabar con nosotros.
Esta premisa tan universal y, a la vez, tan poco comentada, es la que ha sacado a luz la escritora Pilar Eyre, inmersa ahora mismo en la promoción de su última novela, Un perfecto caballero. A través de su cuenta de Twitter, aseguró irónica que ella se toma una "media horita de margen" para cerciorarse de cómo funciona la ducha cuando está fuera de su casa:
Enseguida llegaron los comentarios, que no solo asentían la observación de Eyre, sino también abrían otros debates relacionados también con las habitaciones de los hoteles:
Y es que, al final, como en casa no se está en ningún lado.
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