El pasado martes una chica llamada Mariana Santos compartió una publicación en su Facebook para llamar a la solidaridad. Hablaba de Francisco, un repartidor de UberEats que hace su ruta en la capital mexicana sin coche ni bici, por lo que suele llegar un poco tarde a las entregas. El hombre, además, es una persona mayor, por eso la chica pedía que "por favor, tengan paciencia y sean generosos con su propina":
Francisco Sánchez, que así se llama el hombre, no solo trabaja como repartidor de comida rápida a domicilio, sino que también lo hace como monitor en una piscina. De hecho, en algunos comentarios, varias personas aseguran que fue entrenador de nadadores de élite. En la publicación de Mariana, compartida más de 61.000 veces, todo el mundo se solidarizaba con él, pero pocos ponían encima de la mesa el verdadero drama: en qué situación económica estará el pobre para seguir trabajando a su edad.
Y es que parece surrealista que Francisco, a su edad, tenga que patear las calles de México DF para llevarle la comida a los millennials que estarán esperando por ella en su sofá y muy dispuestos a ponerle mala nota si se retrasa 10 minutos. ¿La vida moderna era esto? ¿Seguir combinando minijobs habiendo sobrepasado la edad de la jubilación y que unos mocosos sean los responsables de que pierdas o no tu empleo a golpe de pulgar?
Aunque en esa primera publicación nadie quiso ver más allá de la tierna historia del abuelito repartidor, el tema se puso serio cuando ese mismo martes un chico se llevó la misma copla a Twitter:
Es cierto que muchos también han alabado su "ejemplo de superación" e incluso algunos se han ofrecido a regalarle una bicicleta, pero aquí empezaron las críticas más realistas:
No obstante, de entre todas ellas, la que más se ha viralizado ha sido la del escritor y periodista Daniel Bernabé:
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