No les gusta que se les llame héroes, pero su trabajo les exige heroicidades muchas de las veces. Alegan que son personas normales que han elegido una profesión de riesgo: protegernos de los peligros y actuar en consecuencia. Sin embargo, a menudo los tiempos convulsos nos hacen cuestionar la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado hasta que los vemos de nuevo remangándose para velar por nuestra seguridad.
Hoy toca hablar de Un policía cualquiera. Un número de placa que podría estar en cualquier comisaría de España. La diferencia es que él ha abierto una cuenta de Twitter donde relata algunas de las intervenciones en las que participa a diario junto a sus compañeros. Y lo hace de un modo tan humano que se ha ganado el aplauso unánime de sus más de 13.500 seguidores en la red social.
Atiende a EL ESPAÑOL al otro lado del teclado, explicando que no puede facilitar datos de ningún tipo para preservar la identidad de las personas y la suya propia, como es lógico. Así que para presentarlo nos ceñiremos a la información que él mismo facilita en la biografía de su cuenta: "Vivencias de un policía nacional de la Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano. Anteriormente en un Grupo Operativo de Respuesta".
Las apariencias engañan
Repite en sus tuits que es "un mero policía", pero hace hincapié en que está "en uno de los puestos clave de una comisaría". Ese no es otro que la Oficina de Denuncias, donde "se tramitan la mayoría de atestados que, posteriormente, son remitidos a los juzgados que correspondan". Abrió la cuenta en julio de 2019; pero una servidora ha de confesar que lo conoció hace días, cuando decidió desgranar una triste historia sucedida en el patio de un colegio:
Su hilo suscitó cientos de comentarios, incluido el aplauso de James Rhodes y los testimonios de muchos hijos cuyos padres habían pasado por esa enfermedad. El tuitero reconoce que no se esperaba esa repercusión: "Tampoco era mi intención, pero me satisface que haya gustado". Lo cierto es que se nos pone un nudo en la garganta al pensar las incontables situaciones en las que hemos podido juzgar los comportamientos de otros sin un ápice de empatía y desconociendo por completo su contexto.
Muerte en soledad
Prácticamente a diario conocemos un nuevo caso de muerte en soledad en los medios locales. Personas que vivían solas, sin familia cerca, que acaban siendo sus vecinos los únicos que las echan de menos o, en su defecto, los que perciben algo extraño en el edificio. Quizás nunca habíamos pensado sobre ello, pero son los policías y los bomberos los que acceden a esas casas para encontrarse lo inevitable.
Así lo relata él:
Una noche de fiesta
Si hay algo que engancha de las historias que narra este policía cualquiera es que podemos ponerle rostro a las cifras, a las víctimas, sin necesidad de saber sus nombres, sino conociendo sus vidas. Imaginarnos qué se les pasaba por la cabeza para averiguar que nadie está libre de convertirse en el protagonista de un suceso, como ocurre con el relato de la Nochevieja de esta chica que se tornó en pesadilla para siempre:
El tuitero sostiene que su intención en Twitter es "contar —a modo de historias— vivencias que he tenido o que cualquier policía, esté en el destino que esté, pueda tener. Transmitir la humanidad que se vive en esta profesión". A la vista está que lo ha conseguido.
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