Sentir la llamada de la naturaleza y no poder calmarla de inmediato es un problema gordo. Si a esta imposibilidad le sumas una patología estomacal que reduce al máximo el control sobre la contención del asunto, estaríamos hablando de una auténtica hecatombe. Si a todo esto, que no es poco, le añades que el individuo en cuestión está atrapado en mitad de miles de personas, la situación adquiere tintes de tragedia; pero si se precisa que es un sevillano quien narra esta odisea, lo que tenemos es una auténtica tragicomedia.
La historia que se ha hecho viral en Twitter la ha contado con mucho arte Paco Pavía (@El_Pavia); sin embargo, él no fue el protagonista de la hazaña, sino su "compadre". Este pobre hombre sintió que sus tripas se descomponían en el peor de los sitios y en el momento más fatídico: pegado al arco de la Basílica de la Macarena un Jueves Santo, esperando la salida de la imagen para incorporarse a la famosa Madrugá de la Semana Santa de Sevilla. "En medio de la bulla", describe.
Para los que no conozcan la Semana Grande de la capital andaluza, conviene precisar qué es exactamente la bulla. Antonio Burgos, en su Diccionario Secreto de la Semana Santa la define como la "aglomeración delante de un paso, en una calle estrecha, en una salida, en una entrada, en un cruce de la carrera oficial" y no duda en afirmar que "tiene sus leyes, sus ritos, su física y hasta su química".
"No ir contrasentido"
Aunque casi siempre se producen "en sitios y lugares predecibles", también las hay imprevistas. El consejo que dejó escrito el experto es el mismo para ambas: "La primera norma es no tratar nunca de ir contra el sentido de la bulla, sino aprovecharse de las corrieentes interiores que, a modo de afluentes, se forman en ella". Y esto suponemos que fue lo que hizo el ya famoso compadre de Pavía aquella noche de Jueves Santo:
Superada la prueba de la bulla, no diremos que con nota, al pobre hombre todavía le quedaba un trecho hasta llegar a su casa:
Ya en el calor del hogar, nuestro protagonista se tendría que enfrentar a un último obstáculo:
Tras miles de reacciones a su hilo —algunas de ellas por lo desagradable y gráfico del mismo, pero la mayoría tras provocarles la carcajada—, Pavía quiso aclarar dos cosas. Por un lado, el punto exacto en el que se encontraba su compadre y, por otro, que tenía el permiso de este para contar su escatológica hazaña: