Hasta hace no tanto, los menores ni siquiera disponían de un móvil. Además, ese teléfono funcionaba con saldo y apenas podía mandar mensajes sms. Solo podían entrar en una red social a través de un ordenador con conexión a internet, por lo que en la mayoría de los casos la única opción era acceder desde casa. Y tampoco había tantas redes sociales, desde luego: Messenger, Tuenti, Facebook...
De este mundo, que parece tan lejano por la velocidad a la que ha evolucionado la sociedad, hace apenas diez años. Por ello, uno de los principales retos de los padres que han tenido hijos desde entonces ha sido cómo conciliar con la nueva realidad interconectada en que viven los críos.
Muchos intentan mantenerlos en una especie de burbuja más propia de finales de siglo XX que de la actualidad: que la infancia de sus hijos se parezca más a la que ellos vivieron que a la de los compañeros de clase. Esto ha sido lo que ha intentado Lorna Goldstrand Klefsaas, una madre preocupada por los efectos que el abuso de internet podía tener en su hijo de 12 años. Pero lo más increíble es que lo ha conseguido: ahora el chico tiene 18 años y será la primera vez que tendrá redes sociales.
16 x 16
La idea de Lorna vino mientras escuchaba un programa de radio donde explicaban un curioso desafío: el 16 x 16. El juego en cuestión, adaptado por Lorna, consistía en lo siguiente: si no utilizaba redes sociales hasta los 16 años, le recompensaría sería de 1.600 dólares. Y, si se mantenía virgen de redes hasta los 18, la oferta subía hasta los 1.800. Es decir, partiendo de una base de 1.000 dólares, la cifra se incrementaba en 200 dólares por cada año.
Sivert Klefsaas, que así se llama el hijo de Lorna, ha confesado en la CNN que no tuvo mayores problemas en cumplir su parte. Al parecer, tampoco era una persona muy dada a las redes antes de la apuesta: solo usaba Snapchat. Claro que, con 16 años, las necesidades sociales no son las mismas que con 12.
Para no perder el hilo de la actualidad sus principales aliados fueron sus amigos. Sivert cultivó las relaciones personales más que nadie. Hizo llamadas telefónicas, algo que parece ya ciencia ficción. Sin embargo, Lorna considera que la adolescencia de Sivert ha sido más sana -también en lo social- que la de sus tres hermanas mayores, quienes sí crecieron como cualquier otro joven de su entorno.
El pasado 19 de febrero Sivert le pasó la factura a su madre: 1.800 dólares al contado. Una cantidad importante, aunque no tanto como para comprarse su ambición cuando aceptó el reto a los 12 años: una casa. Crecer, para Sivert, implica tener redes sociales -de hecho, ya ha adelantado que se abrirá un perfil de Instagram en breve- pero también darse cuenta de que la vida no es tan fácil como pensaba de pequeño.