El ministro de Consumo, Alberto Garzón, se ha llevado una avalancha de críticas después de haber cometido un imperdonable pecado en la Feria de Abril: picar un poco de jamón ibérico. Como si fuese un católico saltándose la vigilia en Viernes Santo ante la Santa Inquisición, el político ha sido juzgado y condenado por los tuiteros, que han visto en su picoteo festivo la máxima expresión de la hipocresía teniendo en cuenta sus polémicas declaraciones sobre la carne.
Garzón ha estado este jueves en la feria acompañado de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en el enésimo paseo de los políticos por el Real, pero en su caso la imagen no ha sido su outfit ni sus pasos de baile, sino el jamoncito y la cerveza que se ha metido entre pecho y espalda. ¿Por qué? Pues por la animadversión que, para sus críticos, ha demostrado en varias ocasiones contra la industria cárnica y que empezó en julio del año pasado.
Por aquellas fechas, Garzón publicó un vídeo en Twitter en el que asociaba el 14.5% de las emisiones de gases de efecto invernadero a la ganadería, especialmente a las macrogranjas, matizando además que para obtener un kilo de carne de vaca se necesitaban 15.000 litros de agua. Los profesionales del sector no tardaron en echársele encima y el ministró añadía que "no pedimos que se deje de comer carne, sino que se coman 200 o 400 gramos por semana, que en España se come un kilo".
Un jamón "desaconsejado"
Argumentaba el titular de Consumo en base a las recomendaciones de la OMS, la FAO y la Comisión Europea, y también la Agenda 2030 de la que tanto echa mano el Ejecutivo; pero Pedro Sánchez, visto lo visto y lejos de alinearse con su ministro, dijo aquello de "donde se ponga un buen chuletón" y creyó zanjar la polémica. No obstante, meses antes de aquello, Garzón la había tomado ya con el jamón ibérico.
Fue a raíz de la implantación del Nutriscore, el semáforo nutricional tan criticado por los expertos en nutrición, que clasifica los alimentos por sus supuestos beneficios para la salud y, en una de sus muchas contradiciones, otorga una mala calificación a dos de los productos emblema de nuestro país: califica con una C al aceite de oliva y con una E al jamón, que pasarían a formar parte del grupo de alimentos de "consumo ocasional" y "desaconsejado", respectivamente.
Pero, a la vista está, al ministro no le parece que el jamón sea malo, tal y como se ve en la imagen que ha ayudado a difundir en Twitter el presidente de Vox Sevilla, Javier Cortés:
Teniendo en cuenta el contexto de la batalla de Garzón con lo cárnico en general y con el Nutriscore del jamón en particular, han sido miles los tuiteros que han cargado contra el ministro por no predicar con el ejemplo y haber sucumbido al placer de comerse unas lascas de ibérico a la sombra de una caseta sevillana. El exministro popular Juan Ignacio Zoido, que ya le había dedicado algún que otro zasca por el mismo tema, tampoco faltó a la cabeza de las críticas:
No obstante, Garzón no ha rectificado ninguno de estos temas, sino que este mismo año volvía a la carga dejando testimonio de sus argumentos en el diario británico The Guardian y propiciando que en España se liase una vez más. Dijo el ministro que "no es el absoluto sostenible" el modelo de las macrogranjas cárnicas y que "exportan carne de mala calidad".
Sin embargo, como ocurre siempre en un espacio tan polarizado como Twitter, también el ministro de Consumo ha tenido sus defensores. Así, han sido muchos otros los que se han mofado de las críticas a Garzón por comer jamón y hasta le ha salido un inesperado defensor:
José Manuel Soto tan sarcástico como siempre.