En Palma, una niña fue empujada, pateada e insultada por sus compañeros de patio de colegio hasta dejarla ingresada varios días en el hospital. En Sevilla, un niño de tan sólo siete años fue víctima de una paliza por parte de compañeros “inimputable”, pero que le llenaron el cuerpo de puñetazos y patadas. En Murcia, una estudiante de ESO se suicidó después de meses -incluso años- sufriendo acoso escolar. Y ayer, en Alicante, un chico, que supuestamente sufría bullying, acuchilló en clase a cinco de sus compañeros.
Esta es sólo una pequeña muestra del historial de casos de acoso escolar que se han registrado en las aulas españolas en este curso 2016-2017. Los que, por su gravedad, han saltado a los titulares de los medios de comunicación. “Sólo la punta del iceberg”, señalan los expertos. Un problema que se ha visto acentuado los últimos años debido a las redes sociales, un entorno sin fronteras que hace que el acoso “sea incontrolable”. “Cuando sufres bullying te proponen cambiar de colegio, pero con las redes ya no es la solución. No estás a salvo”, explica la experta Deanna Mason.
Mason (Minnesota, 1973) es licenciada en Enfermería en Estados Unidos y se ha especializado durante su carrera profesional en el mundo de la atención sanitaria en niños y jóvenes. Asesora a familias -muchas de ellas acuden con casos de acoso escolar- basando su trabajo en una filosofía que mezcla sanidad, educación y prevención. Fruto del trabajo de estos años ha publicado su primer libro Qué hacer para que tu hijo no sea un imbécil, dónde explica “cómo ayudar a los adolescentes en el proceso de encontrarse a sí mismos en el tránsito hacia la edad adulta”.
¿Cómo puede detectar un profesor que uno de sus alumnos está siendo acosado?
Sin que el alumno lo diga o veamos evidencia directa, no podemos estar seguros. Sin embargo hay muchas señales que nos dan una idea. Signos externos de violencia, dolores de cabeza, problemas con el sueño, ansiedad, depresión, autolesiones, problemas estomacales y taquicardias. Además hay efectos en el rendimiento en clase. Esta falta de rendimiento está relacionada con lo que se conoce como dolor social, un término que describe los sentimientos de dolor que suceden después de episodios de rechazo social de los compañeros, ostracismo y soledad.
¿Y desde un punto de vista académico?
Los alumnos empiezan a faltar a clase, retrasan su salida de la clase para quedarse con el profesor y sus notas empiezan a empeorar por el estrés al que están sometidos. Si un profesor detecta cualquier de estos síntomas, debe acercarse al alumno y preguntarle directamente pero con tacto si está siendo acosado.
Afloran casos de acoso escolar que había sido denunciado, pero el instituto no activa los protocolos. ¿Es imposible anticiparse a un suceso como el conocido este viernes del apuñalamiento?
El acoso escolar es un problema de salud pública que afecta no sólo al individuo, sino a todo el entorno social del colegio. Esto es así porque no sólo el agresor y la víctima están afectados. Es un problema que afecta a todo su entorno, todos los estudiantes que apoyan la agresión y los que son simples testigos. Con este número de personas implicadas, es muy difícil predecir todas las posibles situaciones. Sin embargo, podemos identificar situaciones de riesgo: Los estudiantes que están socialmente marginados, los que no cuentan con apoyo en casa ni tienen recursos sociales a su disposición, se encuentran con menos herramientas para superar los efectos negativos del acoso.
El autor del apuñalamiento en Alicante dijo a la Guardia Civil que estaba siendo acosado. Una hipótesis que trabajan los investigadores. ¿Qué lleva a un chico de 17 años a apuñalar a cinco de sus compañeros?
Los estudios muestran claramente que los jóvenes acosados tienen baja autoestima, se sienten deprimidos y solos. Además los individuos que han sido acosados muestran mayor tendencia a la depresión e idealizan el suicidio. Tienen problemas emocionales, se muestran hostiles y agresivos y suelen cometer delitos.
¿Violencia como defensa ante la indefensión?
La violencia no es la única alternativa, aunque es la más visible. En muchos casos las víctimas han intentado otras soluciones que no han funcionado o les faltan herramientas o capacidad para poder tomar otras decisiones. Es importante reconocer que no todos los jóvenes tienen la suerte de tener padres que les presten atención, familias estables, vivir en barrios seguros, tener una situación socioeconómica suficiente o contar con rutinas y límites bien marcados. Identificar a estos jóvenes puede ayudar a los colegios a conocer estudiantes en situación de riesgo y a desarrollar mecanismos de ayuda, programas de tutoría y a establecer vínculos con los recursos disponibles en la comunidad para ayudar a los estudiantes a superar los efectos negativos del acoso.
¿Cómo se combate la violencia en los institutos?
Los programas de prevención deben incluir tres pasos. El primero es la prevención universal, destinada a reducir los riesgos y enseñar técnicas comportamiento para todos los estudiantes del colegio. El segundo es la prevención selectiva que se enfoca a jóvenes que están en riesgo de ser acosadores o acosados. El tercero es una acción preventiva dirigida a los que ya están mostrando actitudes de ser agresores o de ser víctimas. Es imposible prever estos comportamientos violentos. Sin embargo, los profesores deberían estar involucrados de manera activa en los programas de prevención bajo la supervisión de los responsables del colegio y la dirección de las instituciones públicas competentes.
EL AUGE DEL CIBERACOSO
El pasado año se conoció el primer informe riguroso que se hacía referencia al ciberacoso. Era de la Fundación ANAR y de él se desprendía que ya uno de cada cuatro casos de acoso se hace a través de las nuevas tecnologías. “Los teléfonos y la posibilidad de grabar ha abierto una gran brecha entre el acoso escolar tradicional y el ahora conocido como ciberbullying”, advierte.
¿Cómo ha cambiado la forma de acoso?
Antes, cuando había un problema en el aula, en el patio del colegio o en el autobús, sólo los escolares allí presentes sabía del ataque. Ahora, con los teléfonos móviles y las redes sociales, todo el mundo puede conocer la humillación. Ya nadie puede controlar la situación una vez es propagado por las redes: se puede acosar en tiempo real. Con los móviles no hay escapatoria al acoso, es imposible.
Por ello, Mason estudia muy de cerca el fenómeno del sexting, que es la práctica por la que los jóvenes envían contenido sexial -fotografías o vídeos- producidas -generalmente- por el propio remitente a otras personas a través de los teléfonos móviles.
¿Qué hace que un adolescente se ponga desnudo ante una cámara?
Hay que entender que en este punto del desarrollo de la personalidad, ellos no piensan que esto puede suponer un problema para ellos. No son conscientes de las consecuencias que puede tener en el futuro: no llegan a comprender que cualquier contenido subido a la red es público y perpetuo en el tiempo.
Igual que ha cambiado la forma de acoso, ¿lo ha hecho el perfil de acosador?
Tenemos la idea de que el agresor clásico es un chico que está fuera del grupo, que tiene problemas de comportamiento y de relación con el resto de compañeros y por todo ello es agresivo. Pero esto está cambiando, hoy en día, el agresor es un chico popular -con muchos amigos-, inadaptado en cierto modo, pero sigue conservando la cualidad de líder dentro del grupo social. Utilizan la agresión de manera instrumental para mantener la hegemonía dentro del grupo: el acoso para consolidar su posición social. Muchas veces esto despista por completo a los padres. Cuando un niño es popular, no piensan que su hijo es agresor. ¿Cómo va a tener ese tipo de comportamiento si tiene tan buena imagen?. Es muy difícil en estos casos convencer a los padres de que su hijo necesita ayuda.
¿Cómo se frena esta influencia que tienen las redes en el acoso?
La primera clave es educar desde pequeños en el autocontrol, la disciplina, la rutina y sobre todo en la empatía. Cuando hay un problema, hay que posicionar a nuestros niños para dar apoyo a la víctima. La mejor prevención es tener educación en colegios de manera continua -cada tres o cuatro meses- entre alumnos, profesores y padres. Una charla al año no funciona.
¿Tiene que tener el profesor potestad para revisar el móvil de un alumno tal y como plantea la Junta de Andalucía?
Si un niño tiene una caja en el instituto y un profesor sospecha que tiene droga dentro, tiene potestad para abrirla y revisar. Un teléfono es igual, si no quieren que lo revisen, que lo dejen en su casa. Si un alumno lo usa en clase, el profesor debería tener derecho para revisarlo. Es una forma de controlar el aula. En relación para proteger a los niños es clave, sobre todo si estamos hablando de posibles imágenes violentas o sexuales que pudieran evitar el acoso.