Santi remató en el segundo palo. Gol. Echó a correr, sus compañeros detrás. Los padres, también. Invasión. Dio la vuelta al ruedo, como los toreros. Fue ovacionado por la afición del equipo contrario. Hubo que suspender el partido durante varios minutos. El árbitro, aplaudiendo. Su zapatazo colmó el deseo de un pueblo, que llevaba tres años esperando ese momento, el de la sonrisa de Santi al estrenarse como delantero; el de un niño que salta a la cancha con un sueño humilde y cotidiano: marcar gol. Sólo eso. O todo eso.
Santiago Alvarado tiene once años, síndrome de Down y una sonrisa perenne. Casi siempre de chándal. Combina el fútbol con el taekwondo y la natación. A veces monta a caballo. "¡El pueblo está loco! ¡El pueblo está loco!", repite a la hora de comer en la cocina de su casa. Si sale a la calle, achuchón. Cuando llega al colegio, abrazote. En Lumbier, un pueblo de 1.300 habitantes a 40 kilómetros de Pamplona, todos saben que Santi, "el hijo de la Katty y el Bolívar", marcó gol hace un par de fines de semana. "El gol más bonito del mundo", titulan quienes pudieron verlo en directo y se toparon con la sorpresa, con la mañana de un sábado que les sopló que la felicidad era aquello.
"No quedaba mucho para terminar. Como íbamos ganando, se puso de delantero, muy adelantado. Ellos jugaban con la defensa arriba porque tenían el marcador en contra. Un compañero subió la banda, hizo el pase de la muerte y Santi empujó". Una versión que repiten incluso quienes no pudieron ir el sábado a La Laboral, un pabellón de pista gris coloreado por rayas rojas y azules.
"Quiero marcar otro para Jesús"
Santi lo cuenta de forma más sencilla, breve, entre risas y prendido del recuerdo.
¿Cómo fue?
"Íñigo me la pasó y tiré a gol".
¿Cómo lo celebraste?
"¡Empecé a correr por el campo!".
Interrumpe la siguiente pregunta: "Quiero meter otro... Sí. Porque será para Jésus".
¿Quién es Jesús?
"Un amigo... Me lleva al cole en bici y en patinete".
A Santi le gusta Messi. Vibró con la remontada al Paris Saint Germain en casa de unos amigos. "Oye, y Pablo Hermoso de Mendoza". Sí, el rejoneador. Su ídolo. "Me encanta, me encanta. También los miuras". El torero ha invitado al pequeño a su finca y sólo falta por confirmar la fecha.
Para Santi es sólo un gol, el sueño hecho realidad. Por eso dice una vez más: "¡El pueblo está loco!". Pero los vecinos de Lumbier hablan de la misión cumplida, el triunfo de la tolerancia, el reto de la superación, la alegría de vivir con él, de verle con la bici camino del colegio. Íñigo, que dio el último pase, también está desbordado con tanto aplauso. "Todos hemos ganado".
Un autógrafo en el restaurante
Bolívar, su padre, se queda mudo ante la pregunta obligada: ¿qué sentiste? "No sé... no tengo palabras". Esta vez el tópico no es huida. "De verdad, estamos muy felices. Es difícil de describir. Ilusión. Orgullo. Santi es un símbolo, la mirada de muchos. Todos quieren que marque, que triunfe".
Algunos días después, los Alvarado fueron a comer a un restaurante de Pamplona. El camarero reconoció a Santi: "Le pidió un autógrafo y prometió colgarlo en la pared".
"Es uno más, de verdad"
"Yo no estuve pero, de tanto escucharlo, es como si hubiera visto el gol", empieza José Mari Ollo, presidente del Ilumberri, el club del pueblo. Aclara que el tanto de Santi fue oficial, en competición federada: "Él juega como uno más desde hace tres años, cuando empezó. Los entrenadores le tratan igual que al resto, tanto a la hora del número de minutos a disputar como cuando se trata de hacer ejercicios".
Ollo destaca la conexión de Santi con sus compañeros. "Si por ellos fuera, lo nombrarían pichichi. Lo tienen en palmitas". Ellos y el resto de vecinos. Por eso el gol de Santi lo marcó Lumbier entero, que ya piensa en enmarcar el episodio en el Ayuntamiento de alguna manera. Con mano ingenua, Santi escribió un capítulo de la Historia de su pueblo. "Oye, es que esto no se olvida", coinciden varios.
El presidente del Ilumberri recalca: "Nosotros no le romperemos la ficha nunca. Llegará hasta donde pueda y quiera".
Su entrenador: "Juega los mismos minutos que el resto"
Álvaro, su entrenador, resume el gol de Santi con un "se desató la locura". "Creo que íbamos ganando 3-1. Era contra el Core Irati. Es cierto, teníamos ventaja, pero quedaba el tiempo suficiente como para que nos empataran". Bromea: "Sus compañeros tenían más ganas de ese gol que el propio Santi".
En alguna ocasión, entrenadores contrarios han felicitado a Álvaro por "poner" a Santi los mismos minutos que el resto de sus compañeros. Todos juegan dos cuartos. "No hay nada que felicitar porque no le damos un tratamiento especial. Juega ese tiempo porque los demás también lo hacen".
Lumbier tiene un nuevo héroe. Santi Alvarado ha marcado el gol más famoso de La Laboral, "el gol más bonito del mundo".