Los balcanes han sido siempre un polvorín. Más aún en los campos de fútbol donde son varios los grupos ultras conocidos por su violencia y su comportamiento incívico. Etiquetas ganadas a pulso y que se pudieron ver de nuevo durante el pasado fin de semana en el encuentro entre el Hajduk Split y el Rijeka.
El Hajduk, cuarto clasificado de la liga croata, se había puesto por delante en el estadio Poljud gracias aun gol de Hamza Barry. El jugador de Gambia aprovechó un mal despeje del portero del Rijeka en una contra local para poner por delante al equipo de Split.
Se apretaba la cabeza de la clasificación, con el líder y el cuarto clasificado en un pañuelo de apenas cuatro puntos. Sin embargo, a 10 minutos del final, el colegiado del encuentro señaló un penalti cuando menos dudoso del capitán de la zaga local, Zoran Nizic, en su intento de despeje sobre un balón en largo para Franko Andrijasevic. El central tropezó y, según en árbitro, en su caída, derribó al delantero del líder.
Una bronca que en terreno de juego no pasó a mayores, pero que en la grada se calentó más de la cuenta.
Torcida Split es el grupo ultra más antiguo de Europa, aunque sus galones no tienen que ver con la edad sino con el uso sistemático de bengalas, canticos racistas, simbología fascista y toda clase de actos violentos.
Fueron ellos quienes lanzaron las bengalas al campo durante el encuentro de la pasada Eurocopa entre Croacia y República Checa -actos que intentaron repetir en el choque con España- y de ellos se sospecha en el caso de la esvástica que apareció en el césped del estadio Poljud durante el encuentro a puerta cerrada entre la selección croata e Italia en 2015.
La Torcida Split -nombre en honor a la afición brasileña en la que se fijaron los fundadores del grupo ultra- se ubica en el fondo norte del estadio Poljud de Split. Y de allí salió el energúmeno que, minutos después de señalado el penalti y consumado el empate que dejaba al Hajduk cuatro a siete puntos del líder (precisamente el Rijeka), intentó golpear con un paloselfie al árbitro del encuentro.
Al principio todos los jugadores trataron de esquivar al ultra armado en el área del Rijeka, pero el capitán local, Nizic, el mismo que había cometido el penalti, intentó disuadirle y sacarle del campo. Por suerte, el agresor parecía más interesado en enardecer a sus compañeros en el fondo norte que en golpear al árbitro que, en ese momento, ya había puesto tierra de por medio.
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