“Y hoy, ¿cuántos van?”, le espeta un trabajador mientras apura el cigarro al que espera en la puerta. La pregunta parece hasta burocrática, inane, banal, sin más, plena cortesía si eso. “Hoy llevo tres”, responde el interlocutor. Bien. Es un día bajo, la semana pasada la media era de entre 10 y 11 diarios. Si no se contextualiza, ya podrían estar hablando de que uno está dejando de fumar, que la semana pasada se fumó entre 10 y 11 cigarros y hoy sólo tres y la cosa mejora. Pero están hablando de muertos.
Esta conversación que en un primer momento se intuye inocua está teniendo lugar este jueves en la puerta del cementerio de Tomelloso (Ciudad Real). Es uno de los principales focos de coronavirus en España y ya lo llaman el Wuhan español, un palabro que los habitantes de ahí odian. Pero las cifras tiñen de negro todo esto. Según apuntan fuentes municipales a EL ESPAÑOL, en Tomelloso han fallecido alrededor de 200 personas por coronavirus. Una cifra especialmente sangrante si se tiene en cuenta que tiene 36.000 habitantes. En 2019, la provincia entera de Ciudad Real registró 479 muertes en marzo, lo que ejemplifica la crudeza de la situación.
Caminar por el cementerio de Tomelloso, el único sitio de la localidad que paradójicamente mantiene su actividad, es desolador. Lo que se ve es el resultado de una pandemia que está poniendo contra las cuerdas todo aquello que se daba por hecho. Así, si en marzo de 2019 moría, por día, una media de menos de una persona, este marzo se ven días en los que se entierran a 14 personas, a 10, a 11, a 7… Así desde el 4 de marzo que se detectó el primer caso. En toda Ciudad Real hay 2.807 casos confirmados oficialmente este jueves. Con esta situación, en Tomelloso se producen tres muertes por cada 1.000 habitantes, mientras que la media española es de dos.
“La alcaldesa ha admitido que en los últimos 15 días ha habido una media de enterramientos de entre 10 y 11 por día. Eso, si se suma, ya son sólo 165”, explica una fuente del Ayuntamiento que ha pedido permanecer en el anonimato. Y esta cifra está tomada teniendo en cuenta únicamente los entierros, ya que son datos del cementerio. Es decir, que ni siquiera incluyen las incineraciones. El problema es que Tomelloso no conoce sus datos exactos porque se encuentran centralizados y no se ofrecen por municipios, pero tanto desde la Alcaldía como desde otros grupos en el Consistorio aseguran que se trata de una cifra mucho más elevada que la oficial. El Ayuntamiento reconoce que la cifra actual rondará los 130 muertos, pero otras fuentes del consistorio lo elevan aún más.
“De todas formas, de cara al público la alcaldesa salió el lunes pasado diciendo que había 104 fallecidos pero la sensación es mucho mayor y se acerca a 200. Ayer, miércoles, hubo ocho entierros. Y ves que las misas son retransmitidas por Facebook y que el cura empieza a decir nombres y cuentas 18”, explica el miembro del Ayuntamiento. “Es una barbaridad”, añade, y cuenta que conoce a varias personas con coronavirus y otras tantas que han fallecido. “Si sólo en una residencia ya han fallecido casi 50 personas…”, apuntala.
Nichos recientes
Cualquiera que haya tenido la mala suerte de visitar un cementerio alguna que otra vez sabe que, cuando se entierra a alguien en un nicho, no se coloca la lápida inmediatamente. Como el grabado con el nombre en el mármol tarda algo de tiempo, tras terminar un entierro el nicho se cubre con yeso y se adorna con una corona hasta que llegue la lápida impoluta. En una situación como la de Tomelloso, esto sirve además para dar una pista de cuánta gente ha fallecido recientemente.
Bien. Uno, cinco, diez, catorce, veinte… En una breve caminata por el cementerio de Tomelloso empiezan a aflorar esos nichos sin cubrir. Coronas coloridas y mensajes de “tus hijos”, “tu mujer”, “tus nietos te recuerdan”, dan dignidad a todo ello. Pero no deja de resultar duro ver cómo a las hermanas Sofía y Rocío las acaban de enterrar prácticamente al mismo tiempo. Cómo al lado de Jesús el sepulturero aún no ha movido la escalera que le ayudó a llegar a su nicho. Cómo al lado de Ramiro también está la escalera y como María del Carmen llegó hace poco y en el nicho de al lado alguien está a punto de llegar, abierto y listo.
Tomelloso ha acabado en esta situación debido a dos focos claramente identificados. Uno es una familia de vendedores ambulantes que vive en el barrio de Los Olivos de la localidad. Dedicados a la venta ambulante, varios miembros de esta familia viajaron a Haro (La Rioja) a finales de febrero. Haro es uno de los primeros focos de España. A su vuelta, se trajeron el coronavirus consigo. La primera en morir fue la abuela y ahora han muerto diez de la misma familia.
El otro gran foco es la residencia de ancianos de la Fundación Elder. Ahí había 155 camas ocupadas y en la actualidad han muerto alrededor de 50 mayores, según fuentes municipales, y 75 presentaban síntomas el pasado 15 de marzo, según ha confirmado EL ESPAÑOL.
Y así, casi todos en Tomelloso conocen a alguien que ha fallecido. “No pudimos despedirnos de mi padre”, comenta una cajera del Mercadona de la plaza principal que no quiere ser identificada. “Vivía solo y decía que estaba bien pero empezó a toser y a tener fiebre. Dijo que fuéramos a buscarle porque se encontraba muy mal “, sigue. “Lo llevamos al hospital el miércoles y el domingo falleció. Pero nadie nos avisó de que había fallecido y nos enteramos después”, añade. Y cuenta que su padre se llamaba Francisco. Ante tanta cifra de muertos que roba el rostro, que no caiga en el olvido.
El viaje a Haro
En la calle Los Olivos, epicentro del barrio que se consagró como uno de los primeros focos, la sensación es cuanto menos extraña. Al pasear por ahí uno tiene la mosca de estar siendo observado. Todas las casas, en hilera, dan con las ventanas a la calle. Se oye una puerta cerrarse y, si uno se fija, se ve cómo está siendo visto desde el interior de las viviendas, a través de los cristales. Al darse la vuelta, una pareja apura un cigarrillo desde el balcón. Pero no quieren hablar.
“Pues sí, aquí está todo muy mal. Mucha gente enferma”, cuenta un señor, que rondará los 60 años, y que anda arreglando una bicicleta en el maletero de su furgoneta. Está, técnicamente, en cuarentena, pero no deja de estar en la vía. “En esta calle han caído muchísimos. Muchísimos. No sé cuántos. Yo mismo estoy enfermo. No me encuentro muy bien”, zanja antes de echarse a toser.
“El primer positivo se conoció el 4 de marzo”, explican desde la portavocía de Alcaldía. “Luego, el brote se desató en Los Olivos y se generó una especie de alarma generalizada y dio lugar a mucha conflictividad social”, añaden. El motivo: el barrio está poblado en su mayoría por personas de etnia gitana.
Después de que la familia volviera de Haro, empezaron los problemas. Fueron al centro sanitario que se encuentra a escasos diez metros de la calle Los Olivos y no avisaron de que habían estado en una zona de riesgo. En ese momento empezaron a contagiarse varios miembros de la familia y contagiaron a su vez a parte del personal sanitario que les atendía.
Tras ello, se les pidió que se mantuvieran en cuarentena pero, según ha podido saber EL ESPAÑOL, no respetaron el confinamiento. Tuvo que llegar a intervenir la Guardia Civil y, según fuentes del Consistorio, la Benemérita llegó incluso a tener que llevarles la compra para que no salieran de casa. El centro sanitario tuvo que cerrar por el contagio masivo de sus trabajadores y en la actualidad hay un cartel que reza que permanecerá así hasta nuevo aviso. La UME fue la semana pasada a desinfectar el centro.
Foco desde el inicio
Además del viaje a Haro y no respetar las medidas de cuarentena, muchos habitantes de Tomelloso trabajan en el sector de la construcción en Madrid. Es un ir y venir, un trajín que, antes de que se decretara el estado de alarma, ha provocado un efecto devastador en la localidad manchega.
Y esto se nota en la residencia de la Fundación Elder. Por la puerta sale una anciana que se ve muy débil en una camilla directamente a una ambulancia. Las enfermeras que trabajan ahí van tapadas hasta los talones. La escena es como de una película, como cuando llegan a la casa en la que se escondía E.T.
La residencia Elder ha tenido que ser intervenida por la Junta de Castilla-La Mancha. Su director anterior, José Manuel Sampedro, periodista y concejal en el municipio del Partido Popular ha sido acusado de negligencia. El 11 de marzo envió un comunicado en el que todo iba bien, pero no era así. Los muertos se iban acumulando y, según denunció la Junta, los trabajadores del centro no contaban con los EPI necesarios y no avisó de la gravedad del asunto. Por ello, se está estudiando tomar medidas legales contra Sampedro.
“Tomelloso lleva siendo un foco desde el inicio de esta situación”, explica un representante público que trabaja en el Ayuntamiento y que ha pedido no ser mencionado. “La mayoría de los que están falleciendo en el hospital de Tomelloso (que atiende a otros municipios) son de aquí y también son de aquí los que mueren en Alcázar de San Juan”, añade.
“Las cifras a nivel provincial, de Ciudad Real, son 170 personas muertas. Pero se quedan muy cortas. Aquí, la alcaldesa, que es del mismo partido, admitía 100, pero también se ve que son más”, añade. “Creo que a sabiendas de que teníamos un problema, no se han tomado medidas Los de Tomelloso hemos ido teniendo movilidad y hemos ido contagiando. Había que haber tomado las medidas de Haro desde el principio”, añade. Mientras, la localidad sigue contando muertos. Aunque parece que va a menos. Sólo hay que recordar la conversación del inicio: la semana pasada entre 10 y 11, este miércoles ocho y “hoy llevo tres”.