El Jurado Popular del juicio contra Alberto S.G., conocido como el 'caníbal de Ventas', ha declarado al joven por unanimidad culpable del homicidio de su madre y de profanar su cadáver, el cual desmembró con un serrucho ingiriendo parte de sus restos cadavéricos cocinados y crudos.
En su veredicto, los miembros del tribunal de jurado no consideran probado que el chico, que tenía 26 años cuando cometió el crimen, sufriera un brote psicótico. Por tanto, entienden que no concurre ni una atenuante ni una eximente incompleta por enajenación mental.
"Pido perdón y no es para agradar a nadie. Cada vez que pienso en mi madre se me cae el alma encima", manifestó en su última palabra el acusado, quien se enfrenta a una petición de pena de 15 y cinco años de cárcel.
En su informe final, su defensa solicitó sin que haya prosperado una eximente incompleta por alteración psíquica, por lo que pedía tres años de cárcel. De manera subsidiaria, reclamó una atenuante por enajenación mental y se le imponga una condena de seis años de prisión.
Trastorno de personalidad
Para los informes finales, tanto de la fiscal como de la defensa, ha sido clave la pericial psiquiátrica desarrollada en el juicio en la que quedó acreditado que el chico sufre un trastorno de personalidad con rasgos antisociales, paranoides y narcisistas.
Los médicos forenses determinaron que no sufrió un brote psicótico y que en las entrevistas simuló sufrir una psicósis, al igual que habría hecho en la vista oral al afirmar que oía voces que le decían que matara a su madre, un relato que nunca mencionó antes del juicio.
Ante los médicos forenses, el chico confesó que la mató porque le hacía la vida imposible y que comió sus restos cadavéricos para deshacerse del cuerpo y que no le pillaran.
Alberto S.G. relató en su declaración que tenía discusiones habituales con su madre al ser consumidor de drogas y ella alcohólica, una situación que se agravó a raíz de la muerte de su padre.
El joven era buen estudiante y consiguió una beca en 2016. Se fue de Erasmus a Grecia, pero tuvo que ser rescatado por su hermano tras sufrir varios episodios con paranoias. Ya en Madrid, tuvo al menos tres ingresos psiquiátricos. Se le recetó una pastilla diaria que en los meses previos al crimen dejó de tomar.
En la Sala relató que oía voces que le decían que la matara y descuartizara. Sobre el crimen, manifestó que tenía lagunas sobre cómo lo hizo pero que ocurrió una mañana cuando su madre estaba haciéndole el desayuno.
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