Roca Rey intentó empezar la faena al tercero en la contraquerencia de rodillas. El toro desde el capote había mostrado cierto gusto por los toriles, frenado, atrapado en su mansedumbre y huyó. Detrás de él se fue el peruano como quien persigue un tornado. Este hombre con cara de niño se arrodilló de nuevo. El toro iba para dentro, con el paraíso de las tablas a la espalda del matador. No le importó. Citó. El ansia del refugio echaba carbón a la caldera.
Los chiqueros como destino. Con dos galopes entró en la jurisdicción del torero. No había escapatoria. El pitón alcanzó como una pértiga la scarpa, el triángulo femoral, y la punta se estrelló en los testículos. Increíble que no rompiera en un túnel de ingle y entrañas. Voló girando en una noria mortal Roca. En un segundo eterno los cánticos, las voces, la botella volcada sobre el vaso, el enorme bocadillo en la boca, alguno casi se atraganta, quedaron en suspenso. El escroto partido colgaba por fuera de la taleguilla cuando se intentó incorporar el torero.
Todos estaban nerviosos menos él. Se miró. Nada. Tranquilizó a la camilla humana que ya lo elevaba y agarró el estaquillador para sentirse a salvo. El valor es un tesoro. De ese tipo, un botín. Ojalá no se gaste. Con toda la plaza pendiente, se fue hasta el centro. Las peñas gritaban ahora oles inéditos. Así debió ser el origen de la expresión taurina, vacilante y desacompasado.
Hubo varias tandas buenas en las idas y venidas, esbozos de embestidas. No dejaba marcharse al toro. Templado con la izquierda. Qué firme se puso, sobre todo por la derecha, donde venía por dentro. Los muslos sintieron deslizarse pitones. Ni un pingo. Los testículos al aire eran retales de pendón. Ni una mueca. La estocada entera abrochó la primera de las tres orejas.
El sexto traía un cargamento de perchas para toda la milla de oro, castaño. Qué dos velas. Se embarcó Roca, que acababa de salir de la enfermería donde le habían cosido sus partes como quien se toma un ibuprofeno, en un saludo de verónicas templadas combinado con chicuelinas. Mitad y mitad, como Telepizza. Llevó al toro al caballo con un despacioso y despejado galleo por tapatías, soltando la mano en la última, pisando la segunda raya, con torería.
Brindó al público de nuevo. El pase cambiado, lo liberó, sin exagerar, en un milímetro lanzado el bicho con toda la leña al galope. El cargamento de madera pasó como un trailer desencadenado. El uy se intuía en el incesante zumbido de charanga. En seguida se echó la muleta a la mano derecha. Dos tandas. La segunda fue muy templada, tirando de la embestida descolgada.
Acudía pronto el fuenteymbro al natural, humillando. Asentado el torero, desplegó la mano izquierda pulseada, despacio. Los toques envolvieron el hocico del toro ya parado con inteligencia. Brotó la nobleza. Una lesión hipotecó al de FY, dicen. Creo que no tenía más. Aprovechó el joven peruano y se tiró a su patio de recreo bajo las puntas. Es su hogar. Menuda casa del árbol. Llovieron las arrucinas, circulares y desprecios. Se dejó llegar los pitones al fajín; se tiró de nuevo de rodillas derrotando los fantasmas de la terrorífica voltereta, si los hubiera en aquella galaxia que habita. Sobre los riñones dos o tres derechazos más. Vaya lío. Qué torrente de torero. La gente encantada sacudió los pañuelos con alegría verdadera y alcalde soltó también los dos suyos. Como la petición no decaía, los asesores se decantaron por el azul cuando el rabo se acercaba más al deseo general. La exagerada vuelta al ruedo a 'Soplón' completó la felicidad. El protagonismo debió ser todo para Roca.
Gritaban las peñas el primer "Pero sigo siendo el rey" con las ganas acumuladas de todo el año cuando salía el segundo. 'Damasco' era muy serio en su expresión. Una mirada para congelar a King África, el caliente oficial. Paco Ureña se reencontraba en ese instante con los dos contrapesos de su carrera: la ganadería, Fuente Ymbro, que lo hundió en Madrid hace un año y la plaza que lo rescató con un gris de Escolar meses después.
Debe ser difícil andar entre esos dos mundos. Quizá por eso se le vio un poco más disperso, sin la transmisión de mayo, el 'sorpasso' de 2016. Desde los estatuarios en los medios hasta el último natural, más profundo que el resto, buscó sin éxito en un toro que tuvo como virtud principal la humillación de los primeros compases. Luego se vino abajo. Alguna vez la tomó por dentro, soltando la cara. Aguantó Ureña. Se descalzó. Los circulares anticiparon el pinchazo y la estocada desprendida.
Otra dimensión se le vio después. Se crece con el malo. El quinto era amplísimo de pitones. No terminaba de pasar, además. Ureña esta vez se impuso al natural, lanzando olas de tela desde la muleta que obligaban deshaciendo las dudas del toro en el embroque. Un 'Comisario' preguntón. Cambió a la derecha para oxigenarse y volvió a sumergirse en las profundidades técnicas del otro pitón. De uno en uno fue aumentando la calidad progresivamente y logró dos naturales muy buenos al final, largos. Las manoletinas llevaron el metraje hasta el aviso que sonó después. 'Comisario' también se puso raro para morir, escarbando, buscándolo, andarín, extenuado, en esa forma tan de toro de encontrarse con el acero sin dejar de moverse ni tenerse en pie. El espadazo entero fulminó al moribundo.
'Jazmín' era un tío. El pelaje jabonero sucio reflejaba aún más su trapío, un ojo de buey por donde se asomaba la seriedad de Pamplona resoplando, cubriendo de vaho el redondel de cristal. Abrió la puerta. En las cocinas metálicas, detrás de un capote y sin cucharón para distraerlo, lo esperaba Abellán. La importancia era sólo el envoltorio, superficial. En los delantales de Ureña se vio la sosería: en la muleta se confirmó, no decía nada. Al natural se volvía en las manos, por la derecha saltaban pitonazos como astillas. Miguel Abellán lo intentó por las dos manos pensando en el hotel y volvió a pinchar antes del bajonazo definitivo.
Con el primer toro que saltó en este San Fermín, Abellán estuvo aseado y periférico. Ese Fuente Ymbro obedecía, el madrileño logró limpieza. En mitad del trasteo los rodillazos llamaron la atención del lejano tendido de sol. Cerró con manoletinas y se estrelló con la espada cuando rozaba, quizá, un trofeo.
FUENTE YMBRO/ Miguel Abellán, Paco Ureña y Roca Rey
Plaza de toros de Pamplona. Jueves, 7 de julio 2016. Tercera de feria. No hay billetes. Toros de Fuente Ymbro, 1º obediente, un 2º a menos, frenado y rajado el 3º, 4º soso, rajado también el 5º parado, humilló el 6º con nobleza.
Miguel Abellán, de verde hoja y oro. Tres pinchazos y espadazo caído (silencio). En el cuarto, pinchazo delantero y bajonazo (silencio).
Paco Ureña, de azul pavo y oro. Pinchazo bajo y estocada desprendida (silencio). En el quinto, espadazo entero. Aviso (silencio).
Roca Rey, de rioja y oro. Estocada entera (oreja). En el sexto, estocada desprendida (dos orejas).