Los relucientes coches de un concesionario local se distribuían sobre el ruedo como un escaparate. Impolutos ellos, no el piso, claro, que debería ser el único lugar intocable del mundo. Las rodadas sobre la arena mojada, convertida en barro y polvo al paso de las máquinas, anticiparon a los alguaciles y a los toreros. La primera vuelta al ruedo la dieron los BMW.

A las ocho aún no había saltado el pañuelo, la brisa marina refrescaba y removía la humedad y los últimos se acomodaron a la intemperie sobre el monte que cierra por arriba la plaza de toros de la Merced. Otros cinco minutos se perdieron acondicionando de nuevo el ruedo, deshecho el paseíllo. El primer toro salió a y cuarto y se calló el murmullo. Reinaba un silencio mate salpicado de palmas por bulerías y cantaores espontáneos, la nueva pesadilla.

José Tomás cortó cuatro orejas que tuvieron que ser tres. La presidenta se vino arriba y concedió las dos del segundo como si el mundo se acabara medio minuto después. Por si acaso, que para eso el madrileño ha reventado el abono, pensaría. Luego JT cuajó al cuarto y el palco equiparó dos faenas separadas por la calidad. Redonda la segunda, intermitente la anterior.

'Dulce' se llamaba el victoriano, ay. El azúcar se quedó en casa. No humilló nunca, embistió por dentro, y cuando descolgó lo hizo con importancia, sobre todo por el izquierdo. El genio como carbón. Tuvo el tranco que le faltó a la corrida. Difícil de atemperar.

Lo logró José Tómas con la ayuda de Pedro Iturralde. El picador majó el puyazo se la feria con 'Dulce' apretando. Se echó sobre el palo y metió rápidamente las cuerdas en la yema con pericia de cirujano. Sangró perfecto. A José Tomás se le descolgaba el mechón gris, la maraña cana de pelo que avanza como un glacial, tímidamente perfilado, cuando salió andando con el toro a los medios. La naturalidad que no se ve. Tres derechazos caídos y dos trincherazos apretados. La primera tanda marcó el rumbo de la faena, firme el matador ante las oleadas interiores.

La mano izquierda se descolgó rápidamente. Esperó JT un instante decisivo para tirar de la embestida. Lo agradeció por fin 'Dulce', yéndose más. Dos naturales precedieron al naturalazo profundo con el que se arrebató la plaza. Volvió a la derecha. A pies juntos aguantó el precipicio de tanda. Intactas las zapatillas. Con la gente hirviendo se fue por la espada. Qué importante es el sentido de la medida. Inteligente, tiró otra serie al natural que resultó trastabillada. Un kirikikí cuadró al bicho. De la estocada amaneció blanca la plaza. Las orejas ya eran lo de menos.

Paró a su primero sin esperar. No tocó un burladero el toro. Este burraco salía suelto, sin rumbo. Lo esperaba JT, que pasó de las acodadas verónicas a los delantales. Las chicuelinas lo envolvieron. Como ocurriría después, faltaba algo.

Los estatuarios fueron lo mejor. La dimensión que le da a todo José Tomás se ve en lo cotidiano. Los remates fueron fantásticos. La muñeca izquierda abrió un carril imposible para despejar una trincherilla arropada por todos los huesos de la mano, suave y cadente, enroscado toro y torero. El resto fue deslucido, sin decir nada el toro y sin acoplarse él. Se volcó en el morrillo y la gente pidió con entusiasmo las dos que, ya está escrito, se dieron.

Hacía muchos años que no se veía a José Tomás por delante en un cartel: la de Diego Silveti en Gijón fue la última alternativa que apadrinó. David Miranda, como mínimo, quedará para la estadística. El contundente apretón de manos vale una trayectoria.

'Distante', el de la alternativa, fue bonito y obediente. Pitón negro. David de Miranda rezumaba tranquilidad en un día tan importante. Las verónicas de saludo fueron templadas, con ritmo la cuarta, más apelmazadas las primeras. Quitó por talaveranas, siete u ocho, gustándose en la suerte, sacando el percal en el último instante. Cuajó un lío 'in crescendo' que hizo entregarse a sus paisanos. El toro respondía abriéndose una barbaridad. Miranda completó en la muleta ese concepto moderno de quietud y cambiados al por mayor. Abrió con una trepidante arrucina en medio de la ventolera. Otra cerró, siempre asentado.

'Distante' tenía la fuerza en las antípodas. Se cerró junto al tercio Miranda con él. La faena osciló entre las dos manos. El galopín se apagó. Pena de fondo. Consiguió limpieza, muy sobrio el nuevo matador, hasta donde le dio el brazo. Las bernadinas amarraron la conexión. Se fue detrás de la espada y al enterrarse el acero un pitonazo alcanzó la mandíbula: crujió la barbilla. Miranda se desplomó en la lona noqueado. Cuando se levantó ya caía el toro y las dos orejas.

No le permitió el sexto repetir el recibo de capote. Pensativo y frenado 'Barbazul'. Sí el quite, esta vez por tafalleras ligado con una última gaonera salvada por los pelos. Ni el toro quiso ir ni Miranda tocó, terso el capote por el lado amarillo. Brindó al público.

Se vio en la primera tanda que este no iba a ser el primero. Había que sacárselo. Corrió la mano por la derecha e izquierda hasta que también se rajó. Una corrida para adornar una falda: rajada entera. Lo intentó con el toro aculado en tablas y metió la mano a la tercera.

Qué feo era el quinto, así despegado del suelo y agalgado. El puyazo le cayó en el guarismo. El toro salió despedido, soltándose el palo, y volvió cuando el picador enfundó de nuevo. Ese ir y venir lo haría siempre más tarde. Los estatuarios de López Simón ni se levantaron del suelo. El pase de pecho despedido y enredado. Sin compás la trincherilla. Diferente fue la segunda tanda de derechazos, desprendido de hombros, la mano que no torea desmayada, acoplado y ligado. Cómo entró la gente. Tanto que se descalzó Simón. En cada inicio se centrifugaba el toro. Lo recogió otra vez muy enganchado de nuevo por la diestra. Despacio dos muletazos. Las espaldinas relajaban la rosca de la cintura. Luego se olvidó. Los naturales no salieron, el toro ya no quería cuentas. Los terrenos son el enigma de López Simón. Intenta cosas independientemente de donde pise. Quizá sea arrojo. Siguió toreando con la espada de verdad, alargando. Una montaña de muletazos. El final no fue limpio.

Aguantó algún extraño antes de querer matar a recibir en los medios. Lo intentó varias veces. Al volapié ocurrió finalmente con el público impaciente. Se atracó. Otras dos orejas anoréxicas.

No se entendió con el tercero, el más complicado de la corrida. Sin imponerse el torero, el victoriano fue de aquí para allá. Sabía lo que se dejaba atrás, se quedaba corto y rebañaba a veces. Se iba también. En toriles López Simón no quitó el piloto automático y saludó una ovación.



VICTORIANO DEL RÍO/ José Tomás, López Simón y David de Miranda.

Plaza de toros de la Merced. Viernes, 5 de agosto de 2016. Segunda de abono. No hay billetes. Toros de Victoriano del Río, 1º obediente y sin fuerza, rajado y sin finales el 2º, con genio un 3º, se movió el 4º, que no humilló, 5º manso encastado, frenado y rajado el 6º.



José Tomás, de tabaco y oro. Estocada trasera (dos orejas). En el cuarto, buena estocada (dos orejas).

López Simón, de grosella y oro. Pinchazo al encuentro y estocada entera. Aviso (saludos). Estocada trasera (dos orejas).

David de Miranda, de blanco y oro. En el de la alternativa, estocada algo caída (dos orejas). En el sexto, pinchazo y espadazo algo caído (ovación de despedida). Salió a hombros junto a José Tomás y López Simón.

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