A Diego Urdiales lo desencajonaron del callejón con una ovación que palpitaba debajo de los alamares. La afición de Bilbao le recordaba agradecida lo bien que estuvo el año pasado una vez deshecho el paseíllo. Aquella faena que se desbordó incontenible. Era Alcurrucén. Este miércoles se repitió todo.

La conexión tiene un recoveco más. La necesidad: Alcurrucén maquilló una de las peores corridas de la temporada con el exigente 'Atrevido', premiado con la vuelta al ruedo, Diego Urdiales cortó dos orejas encarrilando una temporada plana y las Corridas Generales por fin tienen algo que contar en ese planteamiento tan raro de 2016. Todos se deben algo.

Allí apareció 'Atrevido' y se escuchó un "¡Aaala!" colectivo. Toda la personalidad de los nuñez de Alcurrucén se hizo carne desde la oscuridad de chiqueros. Esas carnes sueltas y acapachado de pitones, un punto bizco. Era berrendo en colorao y coliblanco. El pelo blanco había dejado islas de color a lo largo del lomo y la barriga. La expresión de su cara hablaba.

Tras dos o tres pasadas, una verónica solitaria, probando el gen de las salidas, Urdiales dibujó cuatro delantales. Gráciles, sostenidos en las punteras, armados por el cuerpo enjuto y aireados desde los codos. El público empujaba. La media aceleró los pulsos. Lo midió en el caballo, con un primer puyazo más suave. En el capote del banderillero, a la salida del peto, 'Atrevido' abrió un resquicio. A la embestida quizá le faltaba medio tranco pero era importante y seria.

Cuando Diego Urdiales cogió la muleta la gente lo rodeaba como a un amigo a punto de hacer algo importante. Borboteaba esa tensión de expectación. Los primeros compases por bajo arrojaron más silencio al ansia. En la segunda raya, y después de tantearse, Urdiales se lanzó. Lo diferente de esta actuación es quizá la actitud. Sin mirar atrás. Aquello iba evolucionando. La primera tanda murió en un cambio de mano enorme, molde para el bronce. Las dos siguientes series con la derecha subieron un peldaño tras otro. 'Atrevido' iba a más, volcando la cara en los finales de cada muletazo, profundo a pesar de ese medio paso. Hasta donde le llevaran y Urdiales tiró de él encajado y juncal. La exigencia era máxima. Cada inicio de tanda un examen. No había otro día.

La cintura elástica armó un natural profundísimo después. Ya estaba empadronado en Vista Alegre. Los remates de cada serie alimentaban la faena más rocosa del riojano: una trincherilla, otro pase de pecho, aquel molinete del final, templado, enganchado y suave, sin cambiar la expresión encajada la barbilla en el itsmo del pecho.

Hubo intercambio en el cierre. El toro apretaba para dentro, buscaba. Urdiales se deshacía en trincheras y desprecios. El azucarillo del clasicismo, tan bueno. A pies juntos, la muleta en la izquierda, escondió la espada de verdad. Echó de nuevo la muleta y sacó tres embestidas más, genial el último muletazo antes del remate. Se fue detrás de la espada a enterrarse en el lomo. El hierro mató. Matías desempolvó los dos pañuelos a la vez en un algarabía de fin de curso. 'Atrevido' rompió la arena negra muerto y exprimido en un círculo glorioso. Qué feliz se le veía a Urdiales después.

La tarde prácticamente acabó ahí. Lo que hubo antes y después fueron cinco toros frenados, descastados y algunos con guasa.

El segundo del riojano embestía por el palillo. Sólo un derechazo descomunal. Se paró.

Ginés Marín entró sustituyendo al lesionado Roca Rey completando un cartel FIT. Javier Jiménez y los que vienen detrás dirán que para qué sirve una Puerta Grande en Madrid. Ginés se encontró con dos toros parecidos. Con ambos estuvo firme, aguantando los parones y miradas. Por encima. Imposible con el tercero. Metió en el canasto al sexto, un cabronías que se dormía y al tercer viaje soltaba la cara. Se la ponía muy bien al natural. Con la derecha vino lo mejor. Las dos ultimas tandas demostraron la supremacía sobre el bicho. Las manoletinas retorcieron los asientos de plástico. Muy bien Ginés Marín. Si lo mata quizá hubieran pedido la oreja. Al final dio una vuelta al ruedo por el conjunto de la tarde.

Morante tiene noches y días. No le embiste un toro y el está en un punto de no darle importancia si no lo ve. En ocasiones se le vio superado por la pereza. Gira la carita y no hay nada que hacer. Los dos suyos fueron los peores y si no, los hicieron. Carretero bregó con ambos eficaz y torero. En el cuarto la mofa del ole embriagó la plaza. Como la bronca después. ¿Por qué la de Alcurrucén?



ALCURRUCÉN/ Morante de la Puebla, Diego Urdiales y Ginés Marín

Plaza de toros de Vista Alegre. Miércoles, 24 de agosto de 2016. Quinta de feria. Media entrada. Toros de Alcurrucén, 1º y 4º sin entrega, importante el 2º, un 3º frenado y con peligro, muy parado el 5º bis no humilló, 6º marmolillo.

Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Tres pinchazos sin soltar y media estocada algo caída (pitos). En el cuarto, pinchazo, espadazo bajo y pinchazo hondo (bronca).



Diego Urdiales, de tinto y oro. Gran estocada (dos orejas). En el quinto, pinchazo bajo y pinchazo hondo agarrado, tendido y atravesado. Tres descabellos (silencio).



Ginés Marín, de purísima y oro. Pinchazo hondo que se escupió y estocada casi entera (saludos). En el sexto, medio espadazo agarrado y tendido. Un descabello (vuelta al ruedo).

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