El día era para haber viajado a Sevilla, tomar un aperitivo en Donald y pasar calor en la Maestranza, apretado en el tortuoso ladrillo, en ese sufrimiento tan rico. Hay veces que el sudor recorre la espalda como puro maná. El nudo de la corbata, el ambiente, ¡un domingo de resurrección en La Maestranza! La vida comienza a florecer en estas fechas a la vuelta de Despeñaperros y es un drama observar todo eso desde la distancia física. En Madrid, el mano a mano programado como revancha del último Otoño, creó ambiente de corrida interesante, un concepto en desuso en la actualidad. Curro Díaz y José Garrido hicieron el paseíllo con el recuerdo vivo del trago que pasaron hace unos meses aquí. El público también se acordó: la ovación obligó a saludar a los dos en el tercio en una estampa muy torera.
Curro Díaz brindó su toro al compañero, alargando la armonía, echando agua al fuego. Esperaba el primero, un toro bajo que enseñaba las puntas. Bien hecho y ofensivo. Parado desde el inicio, dejó al jienense descubrir levemente el brillo de su trazo al natural en los terrenos del '6'. Nada. Insuficiente, claro. Curro se fue detrás de la espada como si lo hubiera cuajado.
Las verónicas de Garrido alcanzaron el centro del ruedo. La chispa del segundo montealto salpicaba en cada embroque. Muy intenso el lance rodilla en tierra, bueno. La plaza rugió un poco. De pie dos verónicas eléctricas, con el gusto concentrado. Una media, ligada a la revolera, abrochó el saludo. Se levantaba un murmullo.
Esa razita del bicho, algo más alto que el anterior, se gastó pronto. Agarrado, cogía humillando la muleta. Los tendidos lo agradecieron. Garrido enlazó el inicio de faena con la primera tanda montada la muleta. En algún momento pudo prender pero no. Garrido lo intentó dejándosela puesta. El trazo se redujo con el recorrido. Algunos pedían sitio, pero con más espacio el toro se hubiera quedado antes en el muletazo. O yo qué sé. Asentado, Garrido aguantó y el toro ya protestaba. La estocada fue eficaz: Virtuoso también estaba deseando echarse. El tercero lo levantó con cinco o seis cachetazos.
Curro Díaz se estrelló con un toro enorme, pariente del uro. Tan mal hecho como podrido por dentro. Es imposible que un toro así embista jamás. 630 kilos en un armazón diseñado cuesta arriba, pues ya verás. Nunca descolgó. Salía del muletazo oliendo la hombrera y le costaba la vida perseguir la muleta. Un asco. Imposible.
El ramillete de verónicas de Garrido devolvió la corrida a la senda del ambientito. Una por el lado izquierdo fue fabulosa. La media a pies juntos, despacio y ondulada desde delante, mantuvo el nivel. El toro había rematado abajo en el burladero del '10', buscando al subalterno Chacón, que no se escapó después. El pitón enganchó la pierna contra la madera. El dolor le dio al hombre el pantone de la cal.
Mientras se recuperaba el banderillero con un enjambre a su alrededor -el golpazo quedó en un puntazo corrido y una rotura fibrilar- Garrido cuajó un gran quite por chicuelinas. Superior la larga con rodilla en tierra buscando el puyazo. Este cuarto, castaño, grande, con otra expresión ya sólo por la vuelta de los pitones, quiso todo por abajo. Desapareció bajo el capote en la lidia. Quizá una veta de temple. Ritmo, en definitiva. Garrido lo encontró en la primera raya. Por arriba ahora, tres pases de pecho ganaron el siguiente tramo de cal sin fluidez. Se apagaba todo, el toro protestaba y a Garrido le empezaban a gritar. Con la izquierda afloraron los dos pero sin fuerza para remontar ya. La espada cayó desprendida.
El quinto era otro gigante. Jabonero, se le veía todo. Las carnes se le movían. Era la Kardashian de la corrida. Qué culo. Un Isco hecho animal. Bizco, el perfil era de vaco, con esa amplitud de las veraguas viejas de Sierra Morena. Hasta en lo fino del pitón. Muy frío de salida, como el resto, nunca se sujetó. Los puyazos los tomó por compromiso.
Curro Díaz brindó al público imaginándose ese trote alegre y a la primera de cambio un trincherazo lo confirmó. El toro salió despedido y la plaza tomó el trance como una revelación. Listo, aprovechó la inercia en un inicio fulgurante. Se iba el torazo. Un derechazo desmayado desgarró las gargantas. La mano que no torea dormida. Cómo compone. Se presentía el lío. Qué ganas tenía la gente. En la primera serie se permitió el lujo de no limpiar los muletazos. No importaba. El cabezazo de Campanita lo salvó en la siguiente. En línea recta, sujeta la cintura por la pierna atrasada, no terminó de romper la faena. Era el momento. Un cambio de mano destelló. Qué cositas. Al natural, uno se desprendió vertical y hubo atisbo de cuajar al toro por ahí. El final, casi lo más esperado en un torero, sobre todo, de inicio y desenlace, fue un reflejo de toda la faena: uno bueno y un grácil pingo, de los que ya no se ven. Reinvidico el toreo frágil, en la cuerda floja, si ofrece momentos tan bellos. Rozando la oreja, la espada se le fue baja y saludó una ovación cuando en algún momento barruntaron el doble trofeo.
Garrido le devolvió el brindis a Curro Díaz en el sexto. El ring de boxeo ya desmontado. Los ¡680! kilos encontraron proporción en Novillero. Ironía en Las Ventas. Fue complicado convencerlo para que acudiese al caballo y no dejó torear a la verónica. Bueno, los delantales que propuso Garrido.
Suelto, llegó a la muleta con ese ímpetu de querer irse. Los estatuarios no lo agarraron. Hacía hilo y sorprendía al torero cuando lo veía sin muleta. Incluso en una distancia superior a la que no quería ir antes. Incómodo para estar delante. Otra vez todo dependía de la inercia, que duró dos tandas y media. Garrido dibujó muletazos a favor de la condición de Novillero. El ambiente estaba ya a la contra y el primer bajonazo del matador confirmó el nubarrón.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 16 de abril de 2017. Cuarto festejo de la temporada. 11.547 espectadores. Toros de Montealto muy desiguales, parado el 1º, un 2º a menos, enorme, feo y áspero el 3º, el suavón 4º tampoco duró, 5º mansito, pronto y con fijeza, un 6º suelto.
Curro Díaz, de azul noche y oro. Buena estocada (palmas). En el tercero, metisaca bajo y medio espadazo (silencio). En el quinto, estocada baja (saludos).
José Garrido, de corinto y oro. Espadazo atravesado (silencio). En el cuarto, estocada caída (silencio). En el sexto, medio espadazo bajo, estocada tendida, pinchazo hondo y un descabello. Aviso (silencio).
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