Doblón de Colombo, que dio una vuelta al ruedo

Doblón de Colombo, que dio una vuelta al ruedo Efe

Toros

El presidente no se entera de la buena presentación de Colombo

Duodécima de feria. El venezolano destacó por su firmeza con una novillada áspera y con genio de El Montecillo y dio una vuelta al ruedo despúes de que el palco le negara una oreja clarísima. Momentos de Aguado y mala suerte de Serna.

22 mayo, 2017 23:07

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La primera novillada de San Isidro tuvo dos cosas positivas: la buena entrada y las hechuras de los novillos. Ver hechuras de novillos en las novilladas de Las Ventas siempre es un poco breaking news. Para tirar un push. A veces lo obvio es la mejor historia. La lógica no se contagió tendido arriba confirmando la deriva del palco esta feria. Allí, el hombre que se asoma sobre el tapiz rojo, quedó congelado ante la actuación de Colombo en el cuarto y la petición, que nevó los tendidos en una clara mayoría. Las mulillas se acercaban y alguien comentó que Javier Cano seguía contando pañuelos cerrando la vista sobre el horizonte soleado, concentradísimo. Tampoco es cuestión de reglamento, esa trinchera. Colombo estuvo bien.

Ratonero era más montado. Partida en dos la novillada, los lotes bien arreglados, saltaron por delante los menos cuajados. La actuación de Colombo fue vibrante desde las dos verónicas rodilla en tierra. Dos chicuelinas del quite fueron garbosas. Al utrero se le notaban los tres puyazos rebotados sobre el lomo. Expuso el venezolano en banderillas, más en su segundo: los dos tercios fueron solventes, gimnastas y con cierto carisma, consciente del escenario. La intensidad no se rebajó en el inicio de faena por bajo. "Nasiste para torear", le gritaron, como si hubiera un altavoz a alguna telenovela. El novillo era una cosita. Se paraba, pensaba, miraba al novillero. Por dentro la tomaba, emocionante el tranco, juvenil. Perseguía la muleta. Colombo estuvo firme, aguantando los parones por ambas manos, tirando de la embestida con sentido. No pestañeó nadie. El ambiente se cargó completamente con las bernadinas: Ratonero las tomó a la desesperada, como si se lanzara por un aro de fuego. Colombo se tiró a la piscina roja del morrillo. La estocada paró en los gavilanes y el pitón le rodeó el menisco como un látigo. El dolor lo dobló en dos. Enrocado el presidente, no sucumbió a la petición y Colombo dio una vuelta muy despacio, redondeando una buena presentación. Intentó dar la segunda. Lo pararon a tiempo. La bronca, después, la escucharon en Costa Leandro.

El primero fue un utrero montaraz. Salió de las tablas ligero. La velocidad de un pistón desatado. Alegre, la cara suelta de la juventud. La hierba en la boca en esa primera arrancada. En el caballo se había dolido, manso, y ahora en la muleta iba inquieto, lanzado. De la primera tanda se desprendió algún derechazo limpio, otro alcanzado por un pitonazo insumiso. Templó dos después Colombo, seria la composición. Lo mejor fueron los naturales, ganando la batalla, en su terreno, de palillo recto. Se cruzó, tragó algún parón. Pinchó.


A Pablo Aguado el castañito le desbarató el primer lance. Le cayeron dos banderillas en el puyazo, enterradas. Aguado se abrió con torería por doblones, un trincherazo. Se desplazaba el montecillo a tornillazos. El recorrido era una quimera. Aguado alternó poder y suavidad, sobre todo en el remate de los muletazos. Tuvieron buen trazo. Sin humillar, la cara por el palillo, se tragó un molinete. Se cerraron los dos con un buen final.

Las verónicas al quinto tuvieron ese aire de antebrazo abierto desde las palmas. En algunas fotos antiguas se ve. Todos los utreros por dentro, vaya. El burraco tenía badana, más hecho. Cuajado aunque altón y recto como los otros. Sin definir en sus hechuras. Aguado se trastabilló. Tanto el galleo de frente por detrás como las chicuelinas tuvieron compás. Era cambiante el bicho. Tenía quizá cierto son que aceleraba y frenaba, mentiroso. Hubo dos derechazos muy buenos verticales aprovechando el buen aire, relajada la figura. Aguado trató de cogerle la velocidad. Destellos, como el final a pies juntos. Imposible por el izquierdo.


Rafa Serna reaparecía en Madrid después del tabacazo del verano. Ninguna duda al entrar a matar, rapidísimo el brazo, un rayo de acero. Toreó asentado, despacio. Se apagó el novillo, al que esperó al natural. Orientado el sexto, tuvo guasa para tres ferias. Lo cazó Serna con la espada.




Ficha del festejo

Monumental de las Ventas. Lunes, 22 de mayo de 2017. Duodécima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de El Montecillo, alegre el mansito 1º, no humilló el 2º, 3º a menos, con emoción el mirón 4º, 5º cambiante y 6º orientado.

Jesús Enrique Colombo, de grana y oro. Pinchazo arriba y espadazo trasero (ovación). En el cuarto, buena estocada (fortísima petición y vuelta al ruedo).

Pablo Aguado, de verde botella y oro. Bajonazo en el número y estocada atravesada. Aviso (silencio). En el quinto, buena estocada (ovación con saludos).

Rafa Serna, de rosa y oro. Estocada caída (silencio). En el sexto, espadazo casi entero. Tres descabellos (silencio).