Adame y los cinco minutos más extraños de la historia del toreo
El mexicano arrancó la oreja del sexto después de entrar a matar a cuerpo limpio. Un toro deja KO a Espada en su confirmación. Inédito Ginés Marín. Mala corrida de El Torero.
27 mayo, 2017 23:20No había mucho más tiempo. La tarde se despeñaba. Algún natural suelto de Joselito Adame al sexto la sostenía en el filo, cruzándose ahora. De repente una pitada volvió las cabezas. Por una fila del '2' desfilaban despreocupadas tres personas, dos hombres y una mujer: vestían camisetas del Barça. Las rayas verticales, la horterada del azul y el rojo, hicieron de imán y el abucheo fue tomando cuerpo hasta que alcanzaron el vomitorio. Los acomodadores les permitieron gustarse. Una mini vuelta al ruedo con copas y esas mochilas de cuerdas deportivas, las riñoneras de las ocasiones especiales. A esas alturas la bronca volaba ya por el aire, contagiada a los tendidos más cercanos. Adame seguía cruzándose. Sin prisa, el trío desapareció por los interiores de la plaza, recogiendo pitidos, gustándose, saludando, toreros, en definitiva. La chispa había saltado. Adame citó. Un ole recorrió la plaza, encendida. Habían arrancado los cinco minutos más extraños de la historia del toreo.
Tres naturales más, con el palillo recto, suavidad en el toque, redondearon la embestida del sexto, apagado, noblón, que se dejaba a su altura. Adame consintió primero y ahora recogía. Una ventolera sacudió el ambiente como en Sleepy Hollow. Volaban los programas de mano cuando Adame se colocó para las bernadinas. Hurtador, enorme, paletón, pasó muy cerca. Dos veces más. A la cuarta, el matador se venció. La bestia lo encontró, rebañando la chaquetilla, hurgando en el chaleco. De un cabezazo, Hurtador elevó la muleta, impulsada por el aire. Adame, ileso y en pie, la seguía con la mirada. Vi a Isco recogiendo un balón llovido. A Comanecci completando un ejercicio de suelo: la muleta le cayó en la mano, prendida del palillo, perfecta para torear. Había algunos con las manos en la cabeza. Un desprecio completó la acrobacia. Dos en uno. En el palco de prensa casi sacamos los carteles con la puntuación. Adame había entrado en un bucle heroico. La gente entusiasmada, exclamó. Perfilado para entrar a matar, tiró la muleta al suelo. A cuerpo limpio. Giraba la moneda cuando sólo la mano marcó al ojo. Hurtador marcó la pierna, directo a la ingle. La espada se enterró antes que el pitón. La punta perfiló la vida, arrancando la taleguilla y salió despedido el mexicano. El veneno del acero hizo efecto en Hurtador el tiempo que tardó en caer el matador. Tambaleándose, la fiera lo buscó. Pasó por encima y justo se derrumbó sobre el hombre, muerto, tieso. Adame manoteaba con las piernas enterradas en 580 kilos de carne inerte. Pedía ayuda. Sobre él ya no respiraba nada. Un banderillero lo sacó arrastrado mientras apuntillaban al toro, que descubrió el vientre y al hombre, que volvió al mundo. La oreja hizo desaparecer la cojera. La vuelta al ruedo fue felicísima.
Ese era el sexto que le correspondía a Espada. El toro de la confirmación lo había prendido entrando a matar. Se vio Espada en la cara, descubierto. Encajó otro empellón en la barriga, todo el pecho ofrecido a la muerte traicionera. Cayó al suelo. Una pata chocó contra la sien, removiendo toda la calavera. Lo recogieron del suelo inconsciente, apagado, un títere. Entró en la enfermería y no se le volvió a ver en pie. Una ambulancia corría al hospital mientras Adame acababa con el bicho, que nunca se entregó. Tuvo tres tandas, iba soltándose. Salía del muletazo largo, queriéndose ir. Espada comenzó la faena de su confirmación con estatuarios. Luego no obligó casi nada. Lo toreó a su aire. El toro volvía empujado por una fuerza invisible. Ahí estaba el lío. No logró el joven matador esquivar los tornillazos, esa insolencia del bicho, y se fue diluyendo la actuación. El percance envolvió la tarde en tristeza.
Joselito Adame se las vio con el segundo. Un toro feísimo. Sin trapío. Con la mazorca de Miura, anillada. Embestía como jambo. Entre los dos hubo una distancia emocional de galaxia y media. Nunca llegaron a encontrarse. El cuarto empujó en el capote como si remontara un río. Lanzado a la esclavina, el cuerpo echado sobre el tercio interior de los vuelos. Adame se lo sacó a los medios corriendo para atrás, pegado el capote al suelo. Una revolera genuflexa desprendió una ovación. Lo cuidó con la muleta. La distancia, los toques. Perdió pasos en los primeros momentos, el celo justo. Mucho oficio. Al apretar volvió a tomar distancia con su contrincante, yendo cada uno hacia una esquina diferente de la vida.
Ginés Marín recogió la ovación del público después de la revolución del otro día. El tercero no se sostenía. Esta vez las protestas fueron lógicas. El presidente no hizo caso. Toda la faena tuvo el soniquete de los pitidos, las voces, algún miau. Se derrumbó el torete. La bronca despeinó el palco. Salió el quinto orientado. Apretó hacia dentro a Ginés con el capote. Lo paró un subalterno. Brindó al público para devolver la ovación con la que se inauguró la tarde. El toro medía. En los medios Ginés se tapó primero. Lo intento de frente después. Nada. Un trago. Quizá pesaron los terrenos. Se desinfló el bicho y debajo de toda la mala intención no había nada: un armario vacío, destartalado, como el resto de corrida.
Ficha del festejo
Monumental de las Ventas. Sábado, 27 de mayo de 2017. Decimoséptima de feria. Media entrada. Toros de El Torero, se dejó el manso 1º, descompuesto el feo 2º, 3º endeble, metió la cara el 4º sin celo, con sentido el 5º, apagado el 6º.
Joselito Adame, de azul eléctrico y oro. Pinchazo delantero y estocada delantera (silencio). En el cuarto, espadazo caído. Un descabello (silencio). En el sexto, gran estocada sin muleta (oreja).
Francisco José Espada, de coral y oro. En el de la confirmación, pinchazo arriba y espadazo casi entero trasero. No pudo matar al sexto.
Ginés Marín, de verde y oro. Pinchazo que se dobló, pinchazo hondo. Varios descabellos (silencio). En el quinto, medio espadazo tendido (silencio).
Parte médico
Fco. José Espada: Traumatismo craneoencefálico, quedando inconsciente durante cinco minutos. Traumatismo facil pendiente de estudio radiológico. Pronóstico: reservado.
Joselito Adame: Contusión en cresta ilíaca derecha. Erosiones múltiples en cuero cabelludo.