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Así han vivido la pandemia los gallegos a lo largo del mundo, ¿cómo están ahora?
A través de los ojos de varios gallegos, conocemos la situación dos años después de la llegada del coronavirus en países del centro y el norte de Europa, China, Namibia, Australia y Estados Unidos
21 abril, 2022 06:00Hace dos años, en España todavía cumplíamos el confinamiento que se había decretado a través del Estado de Alarma. Durante abril del 2020, las restricciones solo permitían salir a la calle en casos contados y, al final del mes, se anunciaba una desescalada por fases, que era solo el principio de la lenta y tardía vuelta a la normalidad.
Pero las experiencias en relación con la pandemia no fueron iguales para todos: miramos fuera de nuestras fronteras para conocer la experiencia de aquellos que pasaron la etapa más dura del Coronavirus fuera de Galicia y acercarnos a cómo viven actualmente, cuando aquí parece que el final está más cerca, especialmente después de que ayer se levantase la obligación de llevar mascarilla en interiores.
Lo hacemos con un viaje que nos llevará por el centro y el norte de Europa, China, Namibia, Australia y Estados Unidos a través de los testimonios de los desplazados, que mantenían un pie aquí a través del contacto con sus familias mientras se afrontaban, de manera dispar, las consecuencias de la pandemia.
París y Estocolmo
Este recorrido comienza en la vecina Francia, en París. "Mientras veías como países como Italia y España se confinaban, en Francia estaban haciendo tiempo para que pasaran las elecciones municipales y justo después nos confinaron", nos cuenta Jacobo, que vivía en la capital francesa en marzo de 2020.
"En Francia solo podías bajar a la calle un máximo de 1 hora al día siempre y cuando fuese con una causa justificada de las que permitía el gobierno"; es decir, comprar comida, ir a la farmacia, hacer ejercicio o pasear a una mascota. Estas salidas eran en un radio de 1 kilómetro y con un justificante con fecha y hora de la bajada a la calle. Igual que en España, el uso de mascarillas no solo no era obligatorio, sino que no se recomendaba. "Yo intenté comprar y no encontré en ninguna parte, pero conseguí que mi hermana nos enviara por correos una caja que nos compró en España. Pero en aquel momento en París nadie las utilizaba. Si no recuerdo mal, el gobierno francés había confiscado todas las mascarillas para dárselas a los sanitarios".
Desde Francia, Jacobo se trasladó a Suecia, a su capital Estocolmo, a las siete semanas, donde las medidas eran mucho más laxas. "Te diría que la vida, salvo algunas cosas puntuales, era más o menos normal, o al menos lo más parecido a la normalidad dentro del periodo de pandemia". En el país nórdico también se encontraba Gonzalo, que lleva viviendo allí más de ocho años. Ambos coinciden en que, mientras en España se construían prohibiciones a golpe de normativa, en Suecia ponían el foco en la responsabilidad personal.
"Desde la primavera de 2020 se hicieron muchas campañas e información, en mis redes sociales te salían anuncios de las autoridades sanitarias que estaban traducidos al español, estando yo en Suecia, para educar en que había que limitar los contactos sociales", recuerda Gonzalo. "Yo diría que aquí fue muy laxo y con la idea de responsabilizar a cada ciudadano de sus acciones y tratar de proteger la economía un poco más mientras que en España fue más restrictivo", secunda Jacobo.
La presión en Suecia era "social", explica Gonzalo: "Como ves que todo el mundo sigue las recomendaciones y parece que funciona, tú mismo te ves "obligado" a seguirlas también". "Muchas de esas medidas eran simples consejos a la ciudadanía, por lo que estaba en manos de cada uno el cumplir las normas", asegura Jacobo.
A diferencia de España, en Suecia la pandemia no se convirtió en "monotema", como incide Gonzalo, que apunta a que las medidas del Gobierno sueco estaban enfocadas a reducir los contactos sociales y a estar al aire libre. "En diciembre de 2020, que hubo un pico importante en Suecia, y veías mucha gente haciendo barbacoas en los parques, aunque hubiera 2 grados". Su paso por Galicia el primer verano de pandemia le hizo ver a él y a otros desplazados "el agobio del ambiente" que había vivido aquí, "donde no se hablaba de otra cosa, había mucho miedo infundado, mucha desinformación e histeria". "En Suecia muchos días no te acordabas de que había Covid, hacías vida más tranquila de lo normal, pero no tenías ese agobio continuo".
Hoy, en Suecia, el Covid ha quedado atrás en sus vidas; desde febrero de este año, "se ha clasificado como una enfermedad infecciosa de bajo riesgo para la salud pública y por tanto no hay ninguna restricción al respecto", concluye Gonzalo. "Si tienes síntomas, debes quedarte en casa, algo que ya se hacía de siempre con cualquier infección".
China y Shangai
Sara vivió el comienzo de la pandemia en España, pero en 2021 se trasladó a Shanghái. "Según me cuentan mis amigos de aquí, excepto en Wuhan, los confinamientos fueron cortos y bastante lights. Aquí durante un mes estuvo todo cerrado", cuenta desde la ciudad más grande de China.
Cuando llegó, "se hacía vida normal"; no se usaba mascarilla más que en el metro y los transportes públicos y se podía viajar sin problema por el país. Eso sí, las fronteras con el exterior siguen cerradas y "es muy complicado conseguir visado". Además, para entrar en China hay que hacer cuarentena de 14 días, que se amplió a 21 hace poco".
Pero la situación ha cambiado radicalmente. Actualmente, Shangái está totalmente confinada desde hace semanas por el subtipo BA.2 de ómicron y hace unos días reportó las primeras muertes. "Ahora no podemos salir de casa ni para ir al supermercado", explica Sara. La mitad de la ciudad, que está separada por un río, se enteraron del confinamiento cuatro horas antes de que comenzase; la otra mitad, en la que vive ella, tuvieron 4 días.
El mayor problema es conseguir comida, a pesar de hacer un acopio previo de alimentos, que solo se puede pedir a domicilio. "La mayoría hay que hacerlos en grupo, con 30 vecinos o más, o entre amigos, los que no somos de aquí, por el tipo de alimentación, y después distribuirlo con mensajería local".
El mayor miedo es, asegura, dar positivo. "Te mandan a un centro de positivos, que son pabellones que no están en condiciones ‘aptas’ para vivir, no hay duchas y las luces están encendidas 24 horas. Tienes que dar dos veces negativo para que te dejen salir". Un miedo asociado también a las mascotas, ya que se han distribuido imágenes de animales de compañía muertos de gente que es trasladada a esos centros, por lo que buscar un lugar para que puedan quedarse sin peligro es otro reto.
Las mascarillas, cree Sara, volverán a ser obligatorias cuando salgan de este confinamiento, antes solo lo eran en el transporte público y, después de los primeros brotes, ya comenzaron a llevarlas por la calle. En cuanto a la vacunación, en enero el dato era de un 86% de población, pero el porcentaje es más bajo en las personas mayores.
Namibia
En el sur del continente africano, en Namibia, vive Janet. Pasó por accidente el comienzo de la pandemia en marzo de 2020 en Vigo, donde fue a visitar a su madre con su hija pequeña de un año y medio. No pudo regresar a tiempo a Namibia, después de que Alemania cerrase las fronteras el mismo día que tenía el vuelo de vuelta, y pasó varios meses sin ver a su marido y a su hijo de cinco años.
"Nos reunimos 7 meses después en un vuelo humanitario después de pedir la reunificación familiar en Namibia. Fue muy duro por todo, por la incertidumbre, por el miedo de contagiarnos, de que pasase algo y no poder estar juntos", cuenta Janet, que saca una parte positiva: "Lo pasé en una casa con mi madre, que al menos, no tuvo que estar sola".
En Namibia, al principio se vio "como algo que ocurría en otra parte del mundo" y que allí no les afectaba. De hecho, prácticamente no hubo casos hasta un año después del comienzo de la pandemia. Las medidas se tomaban acorde con lo que se decidía en Europa, pero con semanas de retraso.
A pesar de que ellos decidieron comprar mascarillas de buena calidad y gel desinfectante, siguiendo la estela de lo que hacían sus familias en Galicia, en Namibia la instrucción del Gobierno era "que se usase cualquier cosa para tapar boca y nariz, con lo cual había mucha desinformación. Cuando era obligatorio usarla, veías a mucha gente con ella en el cuello o tapándose solo la boca". Ahora, después de levantarse la obligación, "casi nadie la usa".
Por motivos religiosos y culturales, el índice de vacunación es muy bajo; por un lado, las tribus rechazaban las vacunas; por otro, la gente blanca asegura que "son muy fuertes y que no les hace falta", aunque Janet asegura que alguno se "llevó un susto" y que se ha esforzado en tratar de explicar la importancia de vacunarse.
Pero el coronavirus en África es "una enfermedad más". "Aquí muere mucha gente y otras enfermedades tienen datos similares de fallecidos, así que no han tenido tanto miedo". De hecho, se cumplían las restricciones del Gobierno de cara al exterior, pero en las casas las normas se incumplían de manera sistemática.
Hoy, asegura Janet, "la vida es exactamente igual a la que hacíamos antes de la pandemia".
Australia
En las antípodas, en Australia, es donde otra Sara ha pasado los últimos dos años. Allí, el 2020 fue "normal", como ella misma asegura, ya que vivieron en coronavirus "como algo muy lejano". El país cerró las fronteras inmediatamente y apenas hubo contagios. Eso sí, el año pasado fue "un desastre".
En 2021, Australia se sometió a un confinamiento total que duró desde mediados de junio hasta octubre por la subida de casos a causa de la variante Delta, un cierre "durísimo" que comenzó a relajarse en los últimos meses del año, igual que en navidades de ese año se abrieron de nuevo las fronteras, tanto entre estados como con el exterior. "Cuando llegó la variante Omicron, fue todo mucho más tranquilo, aunque los contagios eran más altos, había más gente vacunada y fue bastante bien", explica Sara.
Unas vacunas que tardaron en llegar. "El mayor problema fue la gestión: no había suficientes, se vacunaba solo a los mayores de 65 años porque el Gobierno no tenía suficientes". Ella pudo hacerlo "de casualidad" a finales de septiembre, "porque empezaron a dejar vacunarse a los menores de 30 años". A pesar de que las dos primeras dosis las tiene prácticamente toda la población, el porcentaje desciende con la tercera y se habla de una cuarta: "La gente empieza a dudar", apunta.
Sobre las mascarillas, "nadie se lo tomó muy en serio", aunque era obligatorio en interiores hasta hace un par de meses. Eso sí, durante el confinamiento de 2021 "había que llevarla en el exterior".
Estados Unidos
Robin, estadounidense afincada en Vigo, ha podido viajar a su país en dos ocasiones desde la pandemia, para observar las grandes diferencias entre cómo se gestionó al otro lado del océano y aquí. "Depende del estado, pero en Estados Unidos el confinamiento no fue por ley, no hubo una norma, la gente hizo sus propias cuarentenas y eligieron sus propias burbujas, pero por auto elección".
Mientras en España la vacunación fue gestionada por el Estado por rangos de edades, en Estados Unidos comenzó con "meses de barra libre de vacunación gratis en farmacias", pero al principio solo caló en el 20% de la población. Como suele ocurrir en un país como el americano, con estados que tienen legislaciones propias, en muchos "no se quitaron las libertades" por no estar vacunado, mientras en otros "no podías ir a trabajar si no estabas vacunado".
En sus visitas a su país, Robin advirtió desde la primera, en diciembre de 2020, que allí "parecía casi la vida normal", con poca presencia de mascarillas, "la mitad de la gente". El pasado verano regresó y en su estado, Alabama, donde asegura que "pasaban de las recomendaciones", ya casi nadie la llevaba. Actualmente, mientras un juez ha declarado ilegal la obligación federal de llevar mascarilla en el transporte público, trenes y aviones, algunos estados vuelven a reinstaurar la medida.