Pazo do Cadro, la joya abandonada de Marín que fue hogar de una célebre periodista sueca
Es el pazo más antiguo del municipio marinense, pero en la actualidad presenta un desolador estado de semi abandono desde el fallecimiento de su última residente, Christina Lilliestierna, hace ya 23 años
8 noviembre, 2023 05:00El Pazo do Cadro dista mucho de lo que algún día llegó a ser. El pazo más antiguo del municipio de Marín (Pontevedra) languidece hoy en un estado de semi abandono a pesar de que la estructura de piedra todavía resiste, demostrando sus orígenes de poder y riqueza. Está ubicado en el lugar de Cadrelo, en la parroquia de San Tomé de Piñeiro, a un paso del famoso Ecoparque de tirolinas.
Esta joya arquitectónica se encuentra en desuso desde el año 2000, cuando falleció su última y especial residente, la escritora y periodista sueca Christina Lilliestierna. Actualmente pertenece al Banco Santander y a pesar de que a lo largo de estos 23 años han sobrevolado ciertas ideas de recuperación del pazo, todo ha quedado en puro papel mojado. Los muros de la Finca do Cadro se alzan más impenetrables que nunca y la vegetación crece, viéndose dueña y señora del lugar.
Primeros dueños
La historia del pazo se remonta a los siglos XV y XVIII, cuando ejercía de residencia principal (junto al castillo de Soutomaior) de los Romay, familia aristocrática descendiente de la nobleza de Galicia de la Edad Media. Según expone el Concello de Marín, la propiedad aparece aforada a Vasco de Romay en 1590 y se construyó durante el siglo XV, aunque gran parte no se concluyó hasta tres siglos más tarde.
La finca se extiende 20.000 metros cuadrados, dispone de una torre medieval construida en el siglo XV que ejerce como matriz del conjunto arquitectónico, al que se una capilla dedicada a Santa Bárbara y una edificación principal con planta en forma de ‘L’. Como apunta Turismo de Galicia, una de las caras del pazo tiene vistas a la ría cuenta con balcón con ménsulas de piedra y en la fachada de acceso hay un jardín.
La familia Romay dominó los terrenos hasta finales del siglo XVIII, cuando Juana Añel Romay, señora del Pazo de Cadro, se casó con José de Cea, de la familia Cea (dueños del conocido pazo de Nigrán) y pasó a manos de los Cea. Tras años a cargo de los aristócratas, el Pazo do Cadro terminó siendo de titularidad municipal durante el franquismo y en los 60, una mujer proveniente de un lugar completamente remoto a Galicia y mucho menos, Marín, decidió comprarlo. Su nombre era Christina Lilliestierna.
Años brillantes
"Es en este lugar del mundo donde un día pienso morir en mi cama. Saberlo da una gran tranquilidad". Esas palabras de Christina Lilliestierna, recogidas por el blog Lecturafilia, resumen lo que supuso para esta periodista y escritora sueca la localidad de Marín y el Pazo do Cadro. Poco se puede recuperar de la biografía de esta mujer que tuvo sobre sus hombros el logro de mantener el palacete con vida durante dos décadas.
Lillitestierna nació en el 1923 en Gotemburgose. Años más tarde se licenció en Derecho en Uppsala, la cuarta ciudad más grande de Suecia, pero su carrera profesional estuvo dedicada al mundo del periodismo y a la literatura, siempre lejos de su país natal. Antes de llegar a Galicia, Christina fue corresponsal de diversos medios en Francia, África del Norte y el Congo.
Su llegada a Marín se produjo en 1965. La reportera se mudó a este rincón de la costa gallega junto a su segundo marido, el ingeniero francés Jean Novial. Tal y como reproduce el diario Nós en un artículo de 2019, Lilliestierna estaba cansada de esa vida ‘nómada’ y le trasladó a su marido la necesidad de encontrar "un lugar donde echar raíces". De forma prácticamente casual, el matrimonio escogió Galicia y adquirió la propiedad del Pazo do Cadro, en subasta municipal, que restaurarían y mantendrían con el aspecto que había tenido en su mejor época.
Christina no dejó de escribir en ningún momento. Las paredes del pazo vieron nacer una docena de novelas, pero de todas ellas ha trascendido especialmente Vivir no fin do mundo. La obra se publicó en sueco en el año 1969 bajo el título Leva vid världens ände y narra la experiencia de la autora en Galicia: cómo fue la rehabilitación del pazo, su adaptación al lugar, cómo era la vida en el municipio.
El blog Lecturafilia destaca cómo la sueca no consideraba su visión de Marín como la de una turista simple y así lo constató en su libro: "Yo voy a vivir aquí, no soy una turista de paso que ve a la gente como si fuese parte de una visita pintoresca". La editorial Xerais editó Vivir no fin do mundo en 1983 y las copias se agotaron de forma definitiva. Por suerte, en el año 2019 la editorial Rinoceronte decidió recuperar la historia de Christina Lilliestierna con la traducción de Marta Dahlgren y Camiño Noia.
Desde la muerte de Liliestierna
La escritora sueca y su marido dotaron de brillo el Pazo do Cadro durante más de 70 años, utilizando incluso parte de sus estancias como sala de exposición y abriendo sus puertas a las gentes de la zona. El 15 de septiembre del año 2000, Christina Lilliestierna falleció y con ella, la actividad en el palacete. Los herederos vaciaron la propiedad, que quedó un par de años después en manos de la empresa Espiña y García.
El 21 de mayo de 2002, como está recogido en el Boletín Oficial del Parlamento de Galicia, el Grupo Socialista registró una propuesta de convenio para que la Xunta comprase el Pazo do Cadro y lo cediese posteriormente al Concello de Marín. La iniciativa no salió adelante. En septiembre de ese mismo año, el entonces alcalde marinense, Antonio Santiago, anunció que las arcas municipales no podían asumir el coste de adquisición del palacio.
La empresa que compró el Pazo, Espiña y García, planteó un proyecto de turismo rural que nunca llegó a convertirse en realidad. Según recoge el Diario de Pontevedra, la intención era construir un aparta hotel, un restaurante y varios bungalós en la finca. Finalmente, el Pazo do Cadro pasó a ser propiedad del Banco Santander y el lugar ha sido blanco de actos vandálicos en repetidas ocasiones. La esperanza de recuperar su grandeza es, por el momento, una mera ilusión.