Crónica del reloj que da cuerda al centro de Vigo
Un reloj de carillón emite cinco melodías a lo largo del día desde el edificio de la sede de Abanca. ¿Sabes cuáles son?
16 noviembre, 2021 06:00Hace 63 años, un 6 de diciembre, se inauguraba uno de los elementos más icónicos del centro de Vigo. Tal vez pase desapercibido para muchos, situado en las alturas, como vigilando desde allí a todo el que pasa. Hablamos del reloj de la antigua Caja de Ahorros Municipal de Vigo, hoy edificio de Abanca, en el llamado "cruce de los cuatros bancos".
El reloj está custodiado por una escultura del arquitecto murciano José Planes, cuya especialidad eran las obras de temática religiosa. En este caso, en la fachada de la Caja de Ahorros, se alza un imponente ángel. Se dice que este ser alado es el "Ángel Tutelar del Ahorro". ¿Qué podría ser si no?
La Caja de Ahorros Municipal de Vigo
Aunque el famoso reloj comenzó a dar la hora en 1958, el edificio de Abanca es tres años más antiguo. La gran sede de la entonces Caja de Ahorros Municipal de Vigo había abierto al público el 31 de octubre de 1955 para celebrar que la institución cumplía 75 años de vida.
Según recoge la Vigopedia, la Caja de Ahorros se constituyó el 15 de enero de 1880 tras aprobarse en el pleno del ayuntamiento. Hasta nueve meses más tarde no comenzó su actividad, cuando se abrió la primera sede en la calle Príncipe, junto a la cárcel y los juzgados (hoy convertidos en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo).
El primer responsable de la institución fue Manuel Bárcena, por aquel entonces alcalde de la ciudad, quien también fue el primer presidente de la Cámara de Comercio. La Caja de Ahorros Municipal despegó con una inversión de 5.000 pesetas, con un porcentaje alto de aportaciones del propio regidor vigués.
La Caja de Ahorros tenía muy buena aceptación social e impulsó multitud de proyectos. Así, fue creciendo y abriendo oficinas en distintos puntos de Vigo. En el año 2000, se fusiona con la Caja de Ahorros Provincial de Pontevedra y con la de Ourense, y se crea Caixanova, que tenía la sede en la ciudad olívica.
Una década después, Caixanova se integra con Caixa Galicia en Novacaixagalicia, que constituye la marca Novagalicia Banco. Este organismo financiero sería nacionalizado en el 2011 hasta que en 2013 fue adquirido por la entidad venezolana Banesco y acabaría adoptando el nombre que luce en la actualidad, Abanca.
El reloj carrillón que pone ritmo al tiempo
Pero dejando de lado esa historia de fusiones, cambios y nuevos nombres, centrémonos en el asunto arquitectónico-ornamental: el reloj del edificio Abanca. Es un reloj de péndulo, de la tipología denominada "reloj de carillón". La singularidad de estas esferas es que marcan los cuartos de hora y pueden interpretar diferentes melodías.
Uno de los relojes de carillón más famosos del mundo es el del Big Ben, la icónica torre del Palacio de Westminster en Londres. La melodía que suena en este caso es Cuartos de Westminster. Como curiosidad, este año ha retomado el sonido tras apagarse en 2017 para obras de mantenimiento.
En Vigo tenemos el reloj carillón de la sede de Abanca, que resuena varias veces al día. Es una ancha esfera de dos metros de diámetro, de origen suizo, que actualmente mantiene a punto la entidad financiera.
Si nunca te has parado a escuchar, el reloj entona cinco canciones diferentes a lo largo de la jornada, marcando desde la salida del sol hasta el momento donde la ciudad se va a dormir. A las 8 de la mañana suena Alborada galega, para empezar el día con buen pie. A las 12:00 horas, el Ave María de Schubert, y a las 15:00, Camiña Don Sancho.
Por la tarde, a las 19:00, suena Lonxe da Terriña, una melodía basada en el poema homónimo de Aureliano Xosé Pereira de la Riva, musicalizado por el compositor Xoán Montes Capón. La canción que simboliza el final del día suena a las 22:00 horas y no es otra que la versión musicalizada del poema Negra Sombra, de Rosalía de Castro.
Este repertorio de canciones tradicionales de Galicia solo se modifica en Navidad, cuando de la esfera surge el villancico Noche de Paz. El resto del año, la música acompaña la rutina de los vigueses que pasan ajetreados por el centro histórico de su ciudad, tal vez sin reparar por un segundo en que, desde las alturas, un reloj le pone banda sonora a sus días.