Elsa Ramos, 40 años vendiendo castañas en la Farola de Urzáiz: "La gente de Vigo es un público maravilloso"
- "No siempre, pero a veces viene, hace la cola y paga, como cualquier persona", confiesa la castañera, hablando de Abel Caballero
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Aunque los árboles todavía no se tiñen de marrón ni las hojas cubren las calles, el otoño ya ha llegado a la ciudad de Vigo y, con él, la época de castañas. A los pocos días de comenzar con la celebración del magosto, los tradicionales puestos de castañas de la ciudad ya han tomado posiciones e inhundan con su irreconocible olor toda la ciudad.
Entre ellos, frente a la Farola de Urzáiz, no podía faltar el puesto de Elsa Ramos. Siguiendo el ejemplo de su bisabuela y su abuela, Elsa lleva 40 años vendiendo castañas en la céntrica calle, convirtiéndose en una parada imprescindible para muchos vigueses. "Aquí llevo 40 años, pero mi bisabuela estuvo desde 1810 hasta 1890", explica la castañera. La tradición familiar fue seguida por su abuela, y posteriormente por su madre que "estuvo poco tiempo", ya que emigró a Argentina, donde se casó y nació Elsa.
De hecho, de esa rica tradición viene la máquina con la que hace las castañas actualmente, "es la misma que la de mi bisabuela", dice orgullosa. La castañera explica que, obviamente, tuvo que ser restaurada en varias ocasiones, pero que sigue funcionando como el primer día.
Siete toneladas de castañas
Como todo en la vida, las castañas tienen su truco, y las de Elsa despiertan furor en la ciudad. Tan solo el año pasado la castañera vendió siete toneladas, algo que no es de extrañar, ya que Elsa vende "mercancía": "yo no admito una castaña que no tenga sabor dulce porque en Vigo están acostumbrados a las castañas buenas", explica.
"El truco es saber lo que cocinas. Si cocinas un pollo, sabes cómo tiene que estar. ¿Y las castañas? Pues hay distintas clases. Unas se cocinan rápido, vuelta y vuelta como un bistec. Y las hay que tardan más, que gastan más carbón", revela otro de los secretos.
Además, la estética del puesto ha de ser siempre perfecta, cuidando el detalle. Así es como se labra una, una clientela fiel, con productos de calidad y un puesto inmaculado. "Yo vendo porque tengo clientes desde hace 40 años. Hay algunos que murieron ya y jóvenes que compran desde que eran pequeñitos aquí".
Las castañas, siempre dulces
"Las castañas aquí tienen que ser dulces", explica otro de sus secretos la castañera. Por eso ella siempre las encarga al mismo proveedor y se las trae desde 170 kilómetros de distancia. "El vigués es muy caprichoso, y quiere cosa buena y abundante. Y yo, como le doy bueno y abundante, repite", explica orgullosa.
Sin embargo, la subida en el precio de los alimentos también han pasado factura a los castañeros de la ciudad, que han visto como el coste de sus productos también ha ido en aumento. "Todo aumentó. El aceite, el carbón, el permiso, la gestoría. Porque ahora todo hay que hacerlo por gestoría y todo es electrónico, es lo que hay en el siglo XXI. Imagínate cuando venga el siglo XXII. Aunque yo ya no estaré aquí", bromea Elsa.
Pese a esto, la castañera trata de que la subida se note lo menos posible en el precio final del producto. 3, 5 y 10 euros son lo que cuestan los cucuruchos dependiendo de su tamaño, "y se los llevan", dice la vendedora". Elsa dice que, está muy contenta porque sus clientes son muy agradecidos y siempre dicen lo buenas que están sus castañas. Y, medio susurrando, confiesa que, el propio alcalde las compra "no siempre, pero a veces viene, hace la cola y paga, como cualquier persona".
"Un público maravilloso"
Por encima de todo, Elsa se muestra contenta y agradecida de su clientela. "Tengo un público maravilloso. La gente de Vigo, a la que llevo 40 años dándoles castañas", dice. Porque, pese a vender ocasionalmente a algún que otro turista, Elsa confiesa que su target son los locales, que hacen que disfrute de su trabajo como el primer día y "se lo pase bomba".