Una modesta opinión

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La tribuna

Una modesta opinión

La logopeda y experta en atención temprada reflexiona sobre la necesidad de cuidar y ser cauto con el modo de ofrecer un diagnóstico a los pacientes y sus familiares, y acompañar en lo que, sin duda, será una evolución única y personal

29 octubre, 2022 11:22

Poco se enseña a dar un diagnóstico, o a explicarlo. Poco se explica cómo acompañar a un paciente, a una familia, cuando reciben una de las noticias más difíciles de sus vidas. O por lo menos, a mí me parece poco.

Se dan nociones, pequeñas pinceladas, pero poco aconsejan sobre cómo mirar, como ser cercana, desde la distancia de una mesa que en ese momento, a veces, se hace inmensa. Yo suelo acabar sentada a su lado, quizás tocando levemente su hombro, apretando una mano… Si se me permite, encerrando en un abrazo.

Tras un diagnóstico, aunque veces suene muy terrible, siempre hay una persona única, diversa y fuerte que lo va amoldar a su medida. Porque un diagnóstico, por más definiciones que tenga en el DSM-V, al final, va a tener vida propia en ese niño, abuela, madre o padre que lo recibe.

Para mí, un DIAGNÓSTICO, (sí, así, en mayúsculas) es como una linterna en un bosque oscuro, no hace que se haga de día pero nos ayuda a ver mejor el camino, a dar el siguiente paso un poco más seguros. Con una linterna nunca podremos ver el final del camino, pero sí asegurarnos que los pasos que damos sean firmes, y al menos los más indicados, en ese momento, en esa parte del sendero que nos tocó.

Llevamos años hablando de diagnóstico temprano, quizás deberíamos cambiarlo por detección de divercapacidades e intervención temprana. Detección temprana desde todos los servicios: médico de familia, pediatría, escuela infantil, colegio…. Detección de necesidades, de apoyos específicos y desde ahí, derivar e intervenir.

Claro que es fundamental el diagnóstico, pero no debe serlo por "necesidad burocrática" o "protocolaria" es más importante detectar qué necesidades tiene un/una niño/a para alcanzar su pleno desarrollo, trabajar desde ahí, dándole las herramientas que necesite dentro de su DIVERSIDAD FUNCIONAL, (sí, así, también en mayúsculas) y acompañarles en su evolución única e individual. O, si es un adulto, afrontar una nueva etapa, una ramificación del camino de la vida que no se esperaba.

Es muy complicado explicar esto a unos padres, a unos hijos, a una pareja… y sobre todo, por último, pero primero en la práctica, a esa persona que sentirá que a partir de ese día tendrá una etiqueta que, a veces y por desgracia, se verá antes que a ella misma. Es muy difícil, lo sé, pero en eso debemos especializarnos los profesionales, en ser LINTERNA, en acompañar sin dar sentencias y mucho menos vaticinar futuros, porque aun con un diagnóstico "claro", cada niño/niña, cada paciente, evoluciona a su ritmo y manifiesta sus necesidad de millones de formas distintas.

Así pues, seamos muy cautos en la comunicación o explicación de un diagnóstico, juicio clínico, sospecha…. Nuestro lenguaje verbal y no verbal acompañará en el recuerdo durante mucho tiempo a esos padres, a esos niños/as, a la persona que tenemos delante y, por supuesto, a su familia. Nuestra forma de dirigirnos a ellos, marcará la diferencia entre empoderarlos, hacerlos partícipes de las decisiones y posibilidades, PROTAGONISTAS ÚNICOS de la intervención, para ayudarles a asumir nuevos roles, nuevas visiones y rutas de lo que hasta ahora tenían planeado en su "itinerario vital".

Y eso sí será marcar la diferencia, ser cómplice de un nuevo planning, fiel compañero en ese "redireccionando" que nadie se espera. Esa es la profesional que espero estar siendo, que aspiro a ser siempre.

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