Tiene fama de ser el valle más hermoso de todo el Pirineo –ahí es nada–, en buena medida por su carácter agreste y salvaje. No en vano, durante siglos, hasta comienzos del XX, sus escasos y complicados accesos hacían de él uno de los rincones más recónditos de toda la Península Ibérica. En la actualidad el valle dispone de unas comunicaciones más que correctas –aunque la puerta de entrada sigue siendo un túnel centenario excavado a pico y pala–, y es posible llegar desde Madrid en apenas cuatro horas de trayecto si sumamos el cómodo AVE (hasta Huesca) y un reconfortante recorrido por carretera acompañado de bellos paisajes.
Si echamos un vistazo a las cifras, vemos que no faltan méritos para considerar a Benasque –en la comarca oscense de La Ribagorza– como uno de los valles más hermosos del nordeste peninsular: más de cien “tresmiles”, un Parque Natural de 34.000 hectáreas, enclaves situados entre los 1.100 y los 3.400 metros sobre el nivel del mar, más de un centenar de ibones (lagos pirenaicos)… Sin embargo, ningún número es capaz de evocar la sublime experiencia que sobrecoge al visitante cuando recorre este vergel pirenaico repleto de praderas, cascadas y bosques de alta montaña. Resulta evidente que la principal baza de este Edén –a sólo 140 kilómetros de la capital de la provincia– reside, precisamente, en su riqueza natural y paisajística. Y es que los cuatro valles menores que dan forma al de Benasque cuentan con una enorme diversidad de flora, fauna, formaciones geológicas y paisajes que decidieron su catalogación como Parque Natural por parte de la administración aragonesa. Un reconocimiento que da nombre a lo que hoy se conoce como Parque Natural de Posets-Maladeta. En su interior se encuentran tres monumentos naturales: el macizo Maladeta o Montes Malditos, el macizo Posets o Tuca Llardana y el macizo Perdiguero. El parque cuenta además con 102 “tresmiles”, 117 ibones y doce de los veinte glaciares del Pirineo.
UN PARAÍSO DEL TURISMO ACTIVO
Con tales características, no es de extrañar que el valle y su parque natural se hayan convertido en los últimos años en un destino inmejorable para los amantes la escalada, el esquí, las mountain bikes y otros deporte de montaña. Sin embargo, también resulta un irresistible imán para quienes prefieren los paseos tranquilos y la apacible contemplación del paisaje. De hecho, una de las actividades preferidas por los senderista pasa por adentrarse en la ruta del Forau d’Aiguallut, un sendero de escasa dificultad –apta incluso para niños– por el que penetraremos en algunos de los rincones más espectaculares del parque natural, pasando por el forau que le da nombre, un sumidero kárstico que, literalmente, “engulle” las aguas del glaciar del Aneto tras una vistosa cascada que acaba originando el nacimiento del río Garona, en el país vecino.
En total, la ruta tiene una duración de unas tres horas y media (ida y vuelta), aunque es recomendable detenerse a descansar y tomar un tentempié en la idílica pradera que nos recibe al final del recorrido, y desde la que se vislumbra el glaciar del Aneto, el pico más alto de los Pirineos. Como siempre que tengamos intención de realizar una salida al aire libre por la montaña, es imprescindible seguir todas las pautas de seguridad que indican las autoridades y consultar la previsión del tiempo antes de salir a campo abierto. En este sentido, y aunque la ruta del forau es muy segura, es necesario llevar siempre ropa y calzado adecuados, agua y comida, teléfono móvil cargado y un mapa. En la montaña, toda precaución es poca.
Otra ruta recomendable, en este caso más corta (aproximadamente una hora de duración), de las muchas que pueden realizarse en el valle, es la del sendero de las Gorgas de Alba, ubicado junto al llano de Los Baños o de Turpí. Se trata de un agradable paseo a través de los bosques de la zona, donde podremos contemplar y descubrir algunas de las especies de árboles y arbustos del valle, como pinos negros, abetos y tejos. El recorrido cuenta también con otro gran atractivo: las espectaculares cascadas que se abren paso a través de las gorgas (gargantas).
Para los amantes de las dos ruedas, los posibilidades también son numerosas, tanto si llevamos nuestras propias bicis como si decidimos alquilarlas allí. El valle cuenta con varias empresas (ver la guía práctica) que ofrecen bicicletas para todos los públicos –desde familias hasta el aficionado más exigente–, e incluso cuentan con bicis eléctricas que ayudan en los repechos a los más perezosos. Nosotros optamos por una ruta muy sencilla, desde la localidad de Benasque hasta el encantador y pintoresco pueblecito de Anciles: un recorrido de apenas tres kilómetros con vistas preciosas y perfecto para los amantes de la fotografía, pues esta última localidad –lugar de nacimiento de Valentín Ferraz, alcalde de Madrid y presidente del Consejo de Ministros en el siglo XIX–, está repleta de rincones con encanto y casas típicas del Pirineo.
Para los que buscan algo más de adrenalina, tampoco faltan opciones para la práctica de deportes como el kayak, vías ferratas, rafting, barranquismo, ala delta o parapente. De hecho, una de las localidades del valle, Castejón de Sos, es considerada por los amantes de los deportes aéreos como uno de los mejores enclaves de todo el mundo para la práctica de dichas actividades, hasta el punto de que ha acogido numerosos certámenes nacionales e internacionales de estas disciplinas.
Estando en pleno Pirineo no podemos olvidarnos de la práctica del esquí. En Benasque es posible disfrutar de las pistas de la estación de Cerler (la de mayor cota y con las pistas más largas del Pirineo aragonés), con un total de 79 kilómetros esquiables y un desnivel de 1.130 metros. Además, Cerler ofrece también circuitos para los amantes de las motos de nieve, recorridos en trineos tirados por perros y zonas de esquí de travesía. Para la práctica del esquí nórdico, lo mejor es acudir a Los Llanos del Hospital, en el Parque Natural Posets-Maladeta.
Tanto si nos decidimos por algún deporte de aventura como si preferimos tranquilos paseos por el valle, habrá que reponer energías. Tampoco en este aspecto defrauda Benasque, gracias a las numerosas bondades gastronómicas que posee: desde el magnífico ternasco de Aragón, pasando por las trufas, setas variadas (recomendable la visita en septiembre, cuando se celebran unas jornadas mitológicas), frutos secos, embutidos, carne de caza o los sabrosos quesos, como los que fabrican con mimo los artesanos de El Benasqués. Para acompañar semejantes manjares, nada mejor que los vinos –tanto blanco como tintos– de la cercana comarca del Somontano. ¿Quién dijo que el paraíso no estaba en la Tierra?
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar. Desde Madrid y Barcelona es posible viajar cómodamente en AVE hasta Huesca. Una vez en la capital de la provincia, podemos alquilar un coche (hay que tomar la N-240 hasta Barbastro y desde ahí la N-123) o utilizar el bus de línea que conduce hasta la localidad de Benasque.
Dónde dormir. Para disfrutar de la tranquilidad del valle, nada mejor que alojarse en el Hotel Selba d’Ansils, un edificio de estilo tradicional rodeado de bosques y prados, cerca de la coqueta población de Anciles. El Hospital de Benasque está enclavado en la entrada al Parque Natural Posets-Maladeta, y además de un relajante spa ofrece a sus visitantes todo tipo de actividades: esquí de fondo, nórdico o de travesía, rutas de alta montaña o tranquilas excursiones familiares.
Dónde comer. Es muy fácil comer bien en todas las localidades del valle, pero aquí van tres recomendaciones con las que es imposible equivocarse: Restaurante La Llardana, Restaurante La Solana y Hotel Restaurante Turpí.
Empresas de turismo activo. Los apasionados de las dos ruedas pueden acudir a Bikefriendly, Verdebike, o Pirineo en Ruta. Para la práctica del barranquismo lo mejor es consultar con Eseraventura y los amantes de las alturas no quedarán defraudados con Parapente Pirineos.
Más información: Valle de Benasque.