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De norte a sur y de este a oeste, Costa Rica es un país en el que su clásico lema de 'Pura vida' desborda las palabras e invita al visitante a recorrerlo de punta a punta. Aventura, deporte, naturaleza, comida, cultura... y por supuesto, algunas de las playas más espectaculares del Caribe ofrecen más, mucho más, que un mero catálogo de fotos: todo un país por descubrir.
Si bien uno piensa en el Caribe o en la capital San José como puntos de referencia de la Costa Rica que podemos tener en mente, la riqueza natural que atesora el norte el país ampliará las miras del visitante. Las regiones más septentrionales son tesoros que, por su exuberancia y sus infraestructuras para el viajero resultan cada vez más populares.
Guanacaste, tierra de volcanes
En la provincia de Guanacaste se ubica, entre muchas otras, las playas del Coco, uno de los centros neurálgicos de la práctica del submarinismo o la pesca, por ejemplo. No obstante, adentrándose en el territorio se pueden hallar cosas sorprendentes. Por un lado, un terreno abrupto, herencia de una zona en la que los volcanes han moldeado a su antojo la orografía durante siglos. El Farallón, monumento nacional, es uno de estos lugares esculpidos por el tiempo: se trata de una pared de roca que los indígenas ya admiraron. En su superficie, de hecho, pueden hallarse vestigios de escritura de cerca de 2.000 años de antigüedad que hablan de este peculiar lienzo de la historia de la región.
La vegetación, como en el resto del país, también ofrece en esta provincia una variedad inusitada. No es casual que existan varias zonas protegidas en los que caben ecosistemas de diversa índole, desde los estrictamente marinos a los de montaña, o yendo desde la más frondosa selva tropical hasta el bosque seco, próximo en características al que conocemos en el Mediterráneo.
La ciudad más importante de la región es Liberia. La urbe nació a mediados del siglo XVIII a partir de una ermita pero su situación estratégica le granjeó décadas de crecimiento y prosperidad hacia lo que es hoy: un enclave de cerca de 60.000 habitantes que combina la tradición cultural más arraigada y la modernidad. De hecho, próximo a la misma funciona el aeropuerto internacional Daniel Oduber, que desahoga al de San José como puerta de entrada al país desde el exterior. Como hitos destacan sus festividades religiosas y artísticas, que regalan lo mejor de la cultura local, así como una notable oferta gastronómica.
LLANURAS DEL NORTE: agua y fuego
La región de Llanuras del Norte engaña por su nombre. No por su situación, que en eso no hay duda; pero sí en cuanto a lo de imaginarse planicies sin accidentes geográficos. Muy al revés, dentro de sus límites la orografía es caprichosa y, como su vecina Guanacaste, los volcanes son los grandes protagonistas. Dos destacan especialmente. El Arenal es el más visitado porque, a diferencia del resto, se ha mantenido en constante actividad desde 1968. Sus fumarolas y recurrentes erupciones le ensalzan como un magnético destino tanto de día, para contemplar de paso toda la vegetación de su entorno, como de noche, donde el fuego resulta majestuoso.
No muy lejos de allí, pero con un carácter más tranquilo, el volcán Chato también merece una visita. Su atractivo radica en su cráter de más de 500 metros de diámetro en el que se ubica una imponente laguna bordeada por una vegetación exuberante. Por otra parte, su altura (1.140m) permite contemplar desde su ubicación el Arenal y el paisaje circundante.
Además del fuego, el agua es el otro elemento primordial esta región. Los ríos y las cataratas jalonan el territorio, destacando entre los primeros el Celeste. Su visita se incluye entre las casi obligatorias para cualquier visitante. Se trata literalmente de ver el mismo cielo en estado líquido. Un efecto óptico cuya explicación aún se resiste a la ciencia tiñe el flujo del río de un vivo azul que colorea su cauce y ofrece en sus cataratas una explosión de color difícil de describir si no se vive en directo.
Tal entorno explica que la región, aún hoy, sea el reducto de numerosas comunidades indígenas. Si bien su número se ha reducido drásticamente, aún es posible visitar sus poblados y conocer de cerca sus costumbres y cultura. La reserva de Malekú es tal vez la más destacada e interesante ya que conservan no sólo su dialecto sino sus propias costumbres de culto, educación o gastronomía.
CARIBE, playas y vida
La zona del Caribe comprende todo el litoral del país bañado por las aguas de este mar, lindando al norte con Nicaragua y al sur con Panamá. Aún con el común denominador de compartir el océano, la región es una de las que presenta mayor variedad étnica en el país, lo que se traduce en una riqueza cultural extraordinaria, con influencias de todo tipo en su música, su cocina o sus símbolos.
La ciudad más importante es Limón, una urbe portuaria de poco más de 60.000 habitantes que, fundada a mediados del siglo XIX, ofrece rasgos del urbanismo europeo, con manzanas rectilíneas y amplias avenidas, salpicadas por edificios singulares que hablan de su carácter comercial, especialmente en lo que atañe a la industria bananera, eje de su economía.
Como base de operaciones para moverse por la región, Limón es una buen punto de partida, aunque la aventura de tomar contacto con la Costa Rica más salvaje pide que el visitante deje la comodidad del hotel. Destino obligado en la provincia son tanto el Refugio Nacional de Vida Silvestre Barra del Colorado como el Parque Nacional Tortuguero, en los que todo rasgo urbano parece quedar a años luz.
Son, además, algunas de las zonas en las que se registran más lluvias del país. Sin embargo, el agua sirve aquí más que nunca para dotar al territorio de una biodiversidad extraordinaria y una personalidad. Si en el primer destino existe una gran tradición de pesca deportiva, en el segundo el visitante puede sumergirse en la extensa red de rutas fluviales desde donde contemplar la densa vegetación caribeña y acceder a una de las grandes joyas de la región: la playa Tortuguero. Se trata de un santuario de arena sólo accesible en barca en el que desovan cuatro especies de tortugas marinas casi durante todo el año. Es una ocasión incomparable para ser testigo de uno de los mayores espectáculos de la naturaleza.
Pero si algo nos viene la cabeza al hablar de Caribe son las playas, por supuesto. Como en el resto del país, este litoral ofrece un sinfín de puntos aptos para el baño, la pesca, el deporte o sencillamente la contemplación y el sol. Desde las oscuras arenas de la playa Negra al acompañamiento de los cocoteros que decoran la playa Bonita; o el blanco alfombrado de la playa Blanca, o las amarillentas arenas de playa Manzanillo. El color es otro de los alicientes en la arena. Porque aquí el agua es cristalina y casi transparente, bien parece que no exista.
PUNTARENAS, capital del Pacífico
El mismo atractivo para el bañista se da en el otro litoral, donde la capital es Puntarenas. Se trata de uno de los lugares más populares para el turismo en Costa Rica. La población y los viajeros internacionales saben que es un excelente punto de acceso a sus playas y sus tesoros naturales. Y es que la ciudad, aunque ofrece todo tipo de comodidades, tiene a su alrededor lugares por los que merece la pena dejar por unas horas la arena de sus playas...
El perfil de la costa en la zona es caprichoso y son muchas las calas en las que el baño es una experiencia para los sentidos. Pero la recomendación es un recorrido por las numerosas islas que salpican las aguas del Pacífico. Algunas no son muy grandes pero la impresión de ver los acantilados de algunas o la línea de costa aderezada de plantas y árboles de todo tipo resulta apasionante. En la mayoría de estos territorios la vegetación es la gran protagonista y la quietud de las aguas permite que, además, sean lugares idóneos para la fauna que da vida a este ecosistema: la observación de aves, por ejemplo, es un plan atractivo. Otras islas están habitadas e incluso poseen una infraestructura e industria propia. Sin dejar de mirar al terreno continental, el carácter local de cada ínsula se nota en las costumbres y, de paso, en el paladar.
Sin salir al mar y muy cerca de la ciudad de Puntarenas también hay otros reclamos interesantes. El más espectacular se ubica en Bijagual de Turrubares, donde se hallan el jardín y las cataratas 'Pura Vida' que, con sus más de 200 metros de caída, son unas de las de mayor altura de Costa Rica.
VALLE CENTRAL, la puerta de Costa Rica
La provincia de Pacífico Central incluye también varias ciudades de interés, como Quepos o Jacó, aunque su principal valor es paisajístico y playero. Se trata de una zona especialmente húmeda en la que se encuentran todo tipo de refugios silvestres, reservas biológicas, manglares y parques nacionales. Sus playas adquieren un notable valor porque, además, se hallan estratégicamente situadas entre la capital y Puntarenas. Es la ventaja de que las distancias no sean muy grandes.
La zona de Valle Central, por su parte, es la puerta al país para la mayor parte de los visitantes. Es allí donde se emplaza la capital San José y por ello es la tarjeta de presentación de Costa Rica al turista. La ciudad, que aglutina la mayoría de los servicios gubernamentales es una ciudad viva y con un carácter muy alejado de ese cariz oficial y presumiblemente burocrático que conlleva acoger al gobierno. Aquí la vitalidad se palpa en sus mercados, en sus calles o en sus ocio.
Todo ello conforma una oferta variada y divertida que puede complementarse con la arquitectura del lugar y de las vecinas ciudades de Turrialba, Heredia o Cartago -antigua capital- y, por supuesto, de zonas naturales de indudable belleza sin apenas necesitar desplazamientos.
PACÍFICO SUR, el paraíso tranquilo
La franja más meridional de Costa Rica, que linda con Panamá, puede suponer un broche para este breve recorrido por el país. Se trata de una zona que, aun manteniendo parte de las bondades de otros territorios, se muestra de una manera distinta. Nuevamente la presencia de las playas más espectaculares de Centroamérica son un motivo más que suficiente para recorrer la región: playa Ballena, con su isla homónima en el horizonte; playa Hermosa, Dominicalito, Tamales, Drake... son solo unas pocas de lugares bellos y en los que además de chapuzones de agua y sol puede practicarse el deporte e incluso la pesca.
Pero si hay algo que la diferencia es el hecho de que la región ha implantado una suerte de incipiente turismo que diríamos rural y que quiere ofrecer de manera activa algo más que playa. La presencia de varios parques nacionales y de hitos culturales o históricos como las enigmáticas esferas de piedra, ayudan a ello.
Además, en el Pacífico Sur habitan varios grupos indígenas: los cabécares, guaymies y borucas, que ofrecen una vertiente desconocida y original de la artesanía, las costumbres y la vida en la Costa Rica más desconocida y sorprendente. Aunque aquí, como en la capital o los volcanes del norte, el tópico se cumple sin rubor: norte, sur, playa, ciudad o montaña pero siempre plena de vida.
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