En el sur de Francia, muy cercana a la frontera española y a la ciudad de Toulouse, se encuentra esta pequeña ciudad medieval. Aún siendo prácticamente desconocida para la mayoría de la gente, esta región es una joya medieval muy bien conservada. Albi también es conocida como la Ciudad Roja, debido a que la mayoría de sus edificios están construidos con el característico tono rojizo de los ladrillos.
Sus inicios se remontan a la Edad de Bronce y en la Edad Media se creó el Obispado con el obispo San Clair, algo que pasó a ser seña de identidad de la ciudad. Y uno de los personajes que aporta más fama a Albi es el pintor Henri de Toulouse-Lautrec, mundialmente conocido por retratar la vida nocturna parisina y ser uno de los precursores de los carteles publicitarios.
Equipada de ladrillo rojizo y tejas bermejuelas, Albi seducirá por su ambiente de ciudad toscana, su amor por el arte y la elegancia de sus entramados. La Catedral de Albi es probablemente una de las catedrales más bonitas de Francia. Dedicada a Santa Cecilia y destaca por su arquitectura en ladrillo y su aire de fortaleza. Necesitó dos siglos para ser terminada, lo que permitió introducir un sinfín de elementos arquitectónicos y decorativos pertenecientes a diferentes estilos.
Sus dimensiones de 113 metros de largo por 35 de ancho y 40 de alto junto a la torre del campanario de 78 metros crean el conjunto que no deja a nadie indiferente. Además, se trata de una de las mayores catedrales pintadas de Europa, contando con pinturas renacentistas en la bóveda que son simultáneas a las de la Capilla Sixtina en el Vaticano.
El Palacio de la Berbie fue la residencia de los poderosos obispos de Albi. Hoy alberga el museo Toulouse-Lautrec, consagrado al famoso pintor que nació en la ciudad en 1864. Este edificio junto a la catedral conforman lo que se conoce como Ciudad Episcopal de Albi, que se ha conservado muy bien con el paso de los siglos. Este museo alberga una gran colección de las pinturas y bocetos de Lautrec, además de otras colecciones permanentes de otros artistas contemporáneos, como Édouard Vuillard o Pierre Bonnard. Desde los jardines del Palacio Berbie se ofrecen unas fabulosas vistas sobre el río Tarn, que recorre la ciudad.
La casa natal de Toulouse-Lautrec se puede contemplar en la calle homónima y, aunque no se puede visitar, sí transmitirá al visitante una pequeña emoción al contemplar este lugar importante para el autor de cuadros tan míticos como En el Moulin de la Galette, el Retrato de Vicent van Gogh o La toilette.
El casco histórico de Albi es uno de sus grandes atractivos y por ello es que en 2010 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pasear por sus callejuelas medievales nos traslada a otra época. Entre sus estrechas calles coronadas por edificios con el popular ladrillo rojo de la zona se encontrarán bonitos y sorprendentes rincones. Un poco escondido entre estas callejuelas se encuentra el Claustro de Saint Salvi. Aunque tenga una parte que no se ha conservado y se ha convertido en jardín público, la otra muestra a la perfección lo que en su día fue.
Como toda villa medieval, Albi cuenta con su antiguo puente de piedra que cruza al río Tarn. Merece la pena cruzar este Puente Viejo de 150 metros de largo que fue construido en piedra a mediados del siglo XI para contemplar las vistas de la ciudad. Alejándose del centro histórico, se encuentra el parque Rochegude, que aunque no demasiado grande es un buen lugar para disfrutar de la tranquilidad y la naturaleza.
Una buena actividad para realizar en la ciudad es pasear por los numerosos mercados que se implantan, como el mercado de los productos de granja Plaza Lapérouse los sábados por la mañana, el mercado biológico Plaza Fernand Pelloutier el martes o el mercado de la creación y los libreros calle Mariès el miércoles y sábado.
La cercanía de Albi con la conocida ciudad del sur de Francia de Toulouse, con la que tiene unas buenas redes de transporte público, hace que Albi sea un popular destino de uno o varios días en el viaje a Toulouse.
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