Valencia es ese destino vacacional de larga tradición. Pero, no solo de playa y paella viven los veraneantes. La capital del Turia esconde belleza en todos los rincones de su casco antiguo, uno de los más grandes de toda la península ibérica. Y, a apenas cuatro kilómetros se encuentran los mejores cultivos de chufa. Alboraya es la capital mundial de la horchata de chufa.

La horchata de Alboraya

En el siglo VIII los musulmanes trajeron la chufa a Alboraya (Alboraia), dicen que desde Egipto aunque Chuf, en Sudán, podría haber sido su cuna. Doce siglos de un cultivo, llegado desde África, y una bebida natural y nutritiva que tiene denominación de origen. Alboraya es “la madre” de la horchata de chufa. Lógicamente, la Avenida de la Horchata es su calle principal y el mejor lugar para disfrutar del famoso zumo vegetal. El Museo de la Horchata y de la Chufa se encuentra en la Alquería El Machistre, el lugar de mayor tradición en el cultivo de la chufa y la elaboración artesanal de la horchata, esa deliciosa combinación de jugo de chufa, agua y azúcar.

El casco histórico de Alboraya es una mezcla de casas típicas y viviendas del siglo XIX e inicios del XX, muchas de ellas de estilo modernista o Art Déco. Una de las más antiguas es La Casa Señorial del Conde de Zanoguera, del siglo XVII, que cede su espacio para exposiciones y actos públicos. El Puente del Moro o las ermita de la Asunción de Nuestra Señora, en la Plaza de la Constitución, también merecen una visita.

Chufa.

Chufa.

Pero, probablemente, el templo que levanta mayor devoción es una preciosa ermita blanca rodeada de palmeras. La ermita neogótica del Miracle dels Peixets se levantó en el siglo XIV para conmemorar un milagro. Según la tradición, en la desembocadura del barranco de Carraixet, los peces aparecieron con una “forma sagrada” en la boca. La coqueta ermita recuerda aquel acontecimiento al lado de la playa del mismo nombre, Peixets. Otro de los arenales más visitados es la playa de La Patacona. Se encuentra al pie de un atractivo y largo paseo marítimo, el lugar ideal para patinar o pasear. El Paseo lleva hasta la mismísima playa de La Malvarrosa, en la capital valenciana.

La capital y su Agua de Valencia

Y, precisamente, en la Ciudad del Turia surgió, ya a mediados del siglo XX, otra bebida refrescante y veraniega aunque más peligrosa. Zumo de naranja natural, valenciana por supuesto, cava, ginebra, vodka, azúcar y hielo. El Agua de Valencia es todo un icono de los refrescos para mayores de 18. Su origen nacía de un reto.

Cuenta la escritora María Ángeles Arazo, en su libro Valencia Noche, que unos viajantes vascos frecuentaban un local de la capital y pedían siempre “Agua de Bilbao”, refiriéndose al “champán” con esa sana fanfarronería bilbaína. Y, retaron al propietario a crear un sustituto de aquella bebida. El dueño del bar aceptó el desafío y elaboró el Agua de Valencia. No hubo clientes más fieles. Su creador, Constante Gil, ya no puede atestiguarlo, pero las noches valencianas siguen disfrutando del cóctel.

Aquel antiguo “Café Madrid” fue un referente cultural, un café bohemio. El lugar de encuentro de personajes ilustres y tertulias aún existe y está ubicado, y no es ironía, muy próximo al Palacio del Marqués de Dos Aguas. Un edificio barroco con decoración rococó que alberga, actualmente, el Museo Nacional de Cerámicas y Artes Suntuarias González Martí. Su portada hace alusión al Marquesado, con una alegoría de los ríos Turia y Júcar.

El centro histórico de Valencia presume de espléndidas construcciones. El Palacio de las Comunicaciones o La Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad. El hierro es el protagonista en la Estación del Norte, de estilo modernista, decorada con brillantes mosaicos, piezas de cerámica vidriada y grandes ventanales. También el Mercado Central de Valencia comparte el estilo modernista. Su fachada es una obra de arte que combina hierro, ladrillo, mármol, mosaico y cristal. Está considerado uno de los más hermosos de Europa y hay quien lo califica como la catedral del comercio tradicional. La auténtica Catedral, en la que predomina el estilo gótico, se encuentra en la Plaza de la Virgen y su Puerta de los Apóstoles es la sede oficial del Tribunal de las Aguas. El Miguelete del templo se localiza en la Plaza de la Reina, una de las más concurridas de la ciudad.

El batido que se atribuye a los valencianos

Durante el siglo XX España cantó a aquella “vaca tan salada que da leche merengada”. El autor de la canción era madrileño y en la capital se tomaba aquella exquisita leche, casi helada, con clara de huevo batida, cáscara de limón, canela y azúcar. Dicen que la leche merengada se consumía en los decimonónicos cafés madrileños. El propio Benito Pérez Galdós menciona la leche merengada en su obra Fortunata y Jacinta a finales del XIX. Pero, cuentan que su origen bien puede estar en Valencia y en aquellas antiguas horchaterías. Valencia nunca fue solo paella y playa.

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