El robo del paraguas o cuando en LG me dijeron “yo soy tu padre”
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Otra vez en la barra del Wake Up. Disculpen la tardanza, pero estoy seguro de que lo comprenderán. Me ha llamado Mariano Alonso, compañero del periódico. Se ha olvidado aquí el paraguas, en la Casa de América, y me pide que lo rescate. Generosísimo en la descripción, indica que es… “negro”.
Con el foro ya en marcha, buceo en la penumbra para acercarme al paragüero. Casi todos los paraguas son negros. Y qué voy a hacer… Pues jugarlo todo al negro. El azar me deparará uno de estos tres destinos: quizá haya cogido el paraguas de Mariano, pero también puedo habérselo robado a la vicepresidenta del Gobierno o a un presidente del Ibex.
A lo que íbamos, que esto ya ha empezado. Está en el escenario Teresa Ribera. Vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica, podría ser la “mujer de verde” de la que habla Izal en su canción. “Superpoderes” mediante, lanza un discurso de veinte minutos sin un solo renuncio. Sin mirar el papel que tiene en el atril.
Eso sí, se trata de una mujer seria. La única broma que concede nace de manera involuntaria. Se refiere a Nadia Calviño -que nos visitó ayer- como “vicepresidenta tercera”; luego corrige: “Vicepresidenta segunda”. Se escuchan risas. Una manera muy diplomática de ¿celebrar? la salida del Gobierno de Pablo Iglesias.
Al concluir su intervención, Ribera se queda en el escenario. Va a conversar con su amiga Mariana Mazzucato. Les avisé en la crónica anterior: barra libre de Mazzucato.
En el descansito de la comida, y para no hacer el ridículo, he preguntado por la economista. Vive en Londres. Es de nacionalidad italoamericana y propone soluciones para reconstruir el capitalismo. El papa Francisco recomendó su libro El valor de las cosas (Taurus, 2019) para aprender a “pensar en el futuro”.
Mazzucato, que comunica a través de videoconferencia, habla desde una habitación con chimenea y libros. Ese lugar, por mucho que diga el pontífice, es el verdadero cielo. Así que, convertidos al mazzucatismo, los de la barra guardamos silencio y apuntamos. Pedro J., como cuando tenía veinte años, también anota con fruición desde la primera fila. Eso puede significar dos cosas: está pensando en su artículo del domingo o nos examinará a todos al terminar.
Llega José Manuel Entrecanales, el ejecutivo con el apellido más bonito del país. Leo su nombre en el programa y le imagino construyendo molinos de viento en Venecia. Anuncia que las renovables de Acciona salen a Bolsa. La empresa familiar sigue creciendo. A los de la barra no nos ha dado tiempo a saludarle, pero la próxima vez lo haremos, porque en las empresas familiares está todo Shakespeare: el gran teatro de la condición humana.
Esta tarde hablamos de CO2. No es recomendable para los hipocondriacos porque, cuando un ser humano aprensivo está pendiente de su respiración, se jode todo. Eso no ocurre aquí dentro porque el coliseo se aparece repleto de catedráticos, químicos y especialistas.
Un momento, un momento… ¡Seguridad! ¡Seguridad! Se acerca al escenario un señor armado con una mascarilla electrónica que le cubre buena parte de la cara. Una especie de Darth Vader. Le acompaña un asesor con su correspondiente ¿antifaz? Se acerca el cronista. No para evitar la catástrofe, que haría más trepidante el artículo, sino para indagar.
Es el presidente de LG Iberia, Jaime de Jaraiz. Un miembro de su equipo explica que se trata de una mascarilla que han diseñado recientemente. Tropecientos filtros, regeneración de aire… "Yo soy tu padre", me dice sin decirlo. Con la mirada. ¡Pero si mi padre no ha tenido un LG en la vida, Hulio!
Cierran la jornada los presidentes de las marcas de coches: BMW, Hyundai, Renault… Todos juntos hablando de modelos híbridos, eléctricos y hasta voladores. Como si fuera una partida de Scalextric. Nada de tubos de escape ni humos negros. Hace diez años, este cónclave habría parecido una reunión de alcohólicos anónimos. Hoy, es toda una declaración de futuro e intenciones.