Este jueves llegamos un poco tarde. No pudimos abrir la barra con puntualidad. Habíamos quedado en la casa de Galicia para ensayar la rianxeira, que este jueves venía a vernos Yolanda Díaz. Apareció la vicepresidenta para hablar de la “transformación”, pero lo hizo más con las obras que con las palabras. Últimamente anda muy nazarena: el otro día le dijo a Macarena Olona que “mentir es pecado”.
La vimos aparecer con tacones y vestido amarillo, cuando hacía unos segundos, ¡quizá incluso al mismo tiempo!, comparecía en otro lugar con vaqueros y camisa blanca. Hace chas y aparece a tu lado. Advertimos de los peligros de la revolución riquiña a algún empresario que andaba un poco enfurruñado: “En cuanto menos te lo esperes, le estás dando un abrazo”.
Revolución riquiña: dícese del mecanismo que opera en la cabeza de un nutrido grupo de financieros españoles que, tras escuchar de cerca a la vicepresidenta, se olvidan de las acciones gubernamentales que pensaban afearle. Nosotros estuvimos mirando de cerca y la queimada, a Díaz, le funciona. A unos cuantos no les gustan las últimas medidas, pero saludan, se dejan encantar y, cuando llegan a casa, casi como un marido infiel, musitan: “¡Dios mío, qué he hecho! ¡No le he recriminado lo de…!”.
Salió Yolanda y les dijo a los empresarios: “Quiero haceros cómplices”. En nuestras cabezas sonó algo así como una canción de Ella baila sola. Exhibió un europeísmo firme. Ofreció “acompañamiento”, “estabilidad” y “compañía” a las empresas. “¡Diálogo, diálogo, diálogo!”, repitió cantarinamente. ¡Imagínense qué cambio habría pegado el siglo XX si hubiera habido tanto diálogo en el PCE!
Los empresarios miraban desde distintos ángulos. No eran capaces de encontrarle el carné. Uno de la barra decía: “No se lo encuentra ni ella misma”. Fíjense hasta dónde llegó el idilio que la vicepresidenta les hizo una “confesión”: contó cómo critica a los sindicatos por mostrarse algo reacios a la digitalización. ¡A ver si es que ella ha digitalizado el PCE!
En el Wake Up, el contador del tiempo no es como el del Congreso. Se fue Díaz muy, muy largo, pero no hubo quien la parara. Acabó, la ovacionaron y se produjeron los corrillos. Efectivamente, ahí convenía llegar, a los corrillos; porque son un elemento clave de la revolución riquiña. Un poder de disuasión, ya que estamos en tiempos de la OTAN.
Lo de Díaz fue ya entrada la noche. Por la mañana nos visitó la ministra de Educación. Pilar Alegría es como la profesora que siempre quisimos tener cuando niños. Nada de estudiar, muy pocos deberes, pero por encima de todo la “educación emocional”. Didáctica y encantadora, ha eliminado del plan de estudios la Historia anterior a 1812 y la Filosofía de 4º de la ESO. Ahora es mucho más fácil pasar de curso. Incluso puede uno sacarse el Bachiller con algún que otro penco. En la barra, aplaudimos a rabiar.
Lo que nos jugamos, en esto de la Educación, es mucho. Bien hizo la ministra en colocar en el espejo los datos de la Transición, cuando el 10% de los españoles no sabía leer y el 74% no había pasado de la escuela primaria.
Respiraron aliviados algunos cuando Hortensia Roig, presidenta de EDEM llamó a “hacer un gran esfuerzo”. Fíjense qué manera tan cristalina de dar en el clavo: “No es tanto que nosotros les enseñemos, sino que ellos aprendan”. María José Martín, directora de Talento de Manpower, respondió con una pregunta, que es como se dan las mejores respuestas: “No nos gusta hacer el esfuerzo de aprender. ¿Cómo consigo la motivación? Ese es el reto”.
Se notaba que era juernes. Anduvimos un poco despendolados. Alberto Prieto, que moderó la mesa de la Defensa, le dijo al JEMAD, ¡al JEMAD!, que no hizo la mili porque fue objetor de conciencia. Explicó cosas muy interesantes el almirante López Calderón, como por ejemplo que el gran éxito de las fuerzas armadas pasa por defenderse sin tener que usar las armas: “Por eso se tiene la percepción de que la defensa se logra sin hacer nada”.
Hubo un Cernuda entre los ponentes, pero quien hizo poesía fue Juan Manuel Serrano, el presidente de Correos. Aseguró que nuestros carteros no competirán con los riders: “Hay qué saber distinguir qué es urgente y qué no”. Porque las cartas de amor, las postales de nuestros viajes, los libros regalados y un sinfín de sentimientos que viajan en sobre no pueden convertirse en comida rápida.
El día fue intenso. Eduardo Ortega, otro de los presentadores, se sorprendió a sí mismo diciendo en directo: “¡Todavía estamos aquí y no nos hemos matado!”. Ya son cuatro días (encerrados) en el Wake Up. Pero quedan platos fuertes. Bienvenidos al viernes.