Cualquiera que haya seguido la trayectoria de Ximo Puig al frente a la Generalitat valenciana durante los últimos siete años de puede hacer una idea de lo incómodas que han sido para el presidente autonómico las últimas semanas, con todos los focos puestos en su renovación del Consell.
¿Y para qué? Para poco porque su crisis de Gobierno no ha ilusionado a nadie. Más bien "huele" a agotamiento del proyecto, desencuentros entre los socios y solución de compromiso.
Todo empezó con el anuncio del portavoz de los socialistas en las Cortes Valencianas, Manuel Mata, de que dejaba las Cortes para dedicarse a la defensa de uno de los procesados por el caso Azud, que compromete gravemente al PSPV-PSOE. Nuestros compañeros Juan Nieto y Dani Valero han ido relatando todos los detalles de la trama y las consecuencias políticas.
A estas alturas nadie duda de que la dimisión forzada de Mata para defender legalmente al empresario inmobiliario Jaume Febrer, considerado el cabecilla de la 'trama Azud', ha sido una solución para el PSPV-PSOE que de este modo tendrá control de la información y capacidad de parar cualquier intento del acusado para pactar con Fiscalía y narrar todo lo que sabe de personajes como Pepe Cataluña, el señor de los dineros en el socialismo valenciano en las últimas décadas.
¿Que Ximo Puig hubiera preferido mantener a mata a su lado hasta el final? No hay duda. Pero como mal menor, mejor que trabaje para él en el caso que puede equiparar la supuesta corrupción del socialismo valenciano con la de los populares en otras épocas.
A partir de ahí, lo ya conocido. El cansancio de Ana Barceló tras una pandemia por la que su departamento ha sido condenado varias veces por la Justicia y los caos continuos en los departamentos de salud, dirigidos desde su conselleria con mucha ideología y escasa gestión.
El cansancio de Vicent Soler ante la posibilidad de que no pueda aprobar los últimos presupuestos del Botánico después de muchos pulsos con Compromís y Podemos. Y la necesidad de dar lustre a su delfín, Arcadi España, llamado a la sucesión en el socialismo autonómico.
Y llegó el nacionalista Vicent Marzà y todo saltó por los aires, enseñando a Oltra el camino de salida y poniendo a Puig en la tesitura de elegir para final de legislatura a los dos consellers sin experiencia que tienen que manejar el 70% de los fondos, Sanidad y Educación.
Puig lo puede vender como quiera. Puede decir que "no lo ha hecho pensando en las elecciones sino en las nuevas generaciones". Puede llenarse la boca con palabras altisonantes como la de "neokeynesianismo". Pero a estas cualquier con un poco de olfato político puede deducir que ha llenado los agujeros de una barca a la deriva a un año de las elecciones. El tiempo dirá si ha acertado y consigue achicar las vías de agua.