La muerte, la devastación y el dolor han vuelto a golpear duramente a nuestro país y, especialmente, a la Comunidad Valenciana. Otras Comunidades, entre ellas Aragón, también se han visto muy afectadas por los efectos de la DANA -acrónimo que quedará para siempre en nuestro recuerdo como sinónimo de destrucción-, pero nada comparable a la tragedia de Valencia, sin duda el desastre natural más importante de la historia reciente de España.

Mientras la incredulidad se mezclaba con el horror al conocer los primeros datos e imágenes, en Aragón el dolor por lo que estábamos viendo removía el pasado. Nuestro territorio y nuestra memoria conservan las cicatrices de grandes desgracias colectivas. Quizá la empatía surgida de ese sufrimiento es lo que motivó que las administraciones aragonesas fueran de las primeras en ponerse a disposición de las autoridades valencianas y que los voluntarios aragoneses fueran de los primeros en coger las palas y los tractores para acudir en socorro de las víctimas.

De esos desastres pasados, afortunadamente, también nos ha quedado el aprendizaje y, sobre esa base, en Aragón hemos sabido, todos los gobiernos, formar y profesionalizar los servicios de Emergencias. Los técnicos y los responsables se han mantenido en sus puestos, independientemente de los cambios políticos, lo que ha fortalecido la prevención y la respuesta y han convertido a nuestro 112 en motivo de ejemplo en el exterior y de orgullo en el interior.

La segunda lección que nos ha dejado el pasado ha sido la necesidad de trabajar unidos, instituciones y sociedad, por encima de las polémicas cotidianas. La coordinación en situaciones de emergencia entre Administración autonómica, Delegación del Gobierno, ayuntamientos, diputaciones y comarcas ha funcionado bien en el pasado, sigue funcionando bien en el presente y, sin duda, lo hará en el futuro. La colaboración también existe en el ámbito político y se ha canalizado a través de los contactos del Ejecutivo con los ocho grupos parlamentarios representados en las Cortes de Aragón.

En tercer lugar, Aragón ha desarrollado una cultura del voluntariado que implica a toda la sociedad. La respuesta de particulares, asociaciones y empresas, acudiendo en socorro de las víctimas, donando material y suministros, recogiendo alimentos y productos de primera necesidad, poniendo, en definitiva, los intereses de los demás por encima de los propios, define la fuerza y la bondad del carácter aragonés frente a la adversidad.

Este aprendizaje ha propiciado que Aragón haya podido afrontar con solvencia los efectos de la DANA en su territorio y, además, esté participando con todos los medios que tiene a su alcance en la recuperación de la Comunidad Valenciana.

Aragón es la única comunidad que autogestiona todos los servicios de emergencia y ha desplazado, de momento, casi 300 efectivos a los municipios de Catarroja y Algemesí. Protección Civil, 061, bomberos forestales, bomberos de distintas instituciones, SARGA, policías locales de la comunidad aragonesa y voluntarios de las tres provincias están participando en los trabajos de desescombro, limpieza, ayuda sanitaria y psicológica, además de protección a la población.

La determinación de no parar hasta ayudar a la última víctima, desescombrar hasta la última calle, limpiar hasta la última casa empuja a todas las personas que trabajan en nombre de Aragón en la Comunidad vecina.

Del poso amargo que queda tras un desastre como este siempre surge la frase “para que esto no vuelva a ocurrir”. La fragilidad de la sociedad y de las personas ante la virulencia de la naturaleza nos mantiene en una situación de perpetua vulnerabilidad. Probablemente, tendremos que afrontar nuevas situaciones extremas, y lo aprendido en el pasado tiene que servirnos para mejorar, juntos, en el futuro.

Roberto Bermúdez de Castro, consejero de Hacienda, Interior y Administración Pública del Gobierno de Aragón