Llevo tiempo sintiéndome una rara avis en muchas de las conversaciones cotidianas. Creo que la sociedad está deshumanizada. La última ocurría la semana pasada cuando en la presentación del poemario 'Voces desprendidas' hubo quién al darme su opinión sobre el maltrato a la mujer confundía leyes aprobadas para proteger a las víctimas de violencia de género con acciones hacia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Pero le puedo poner más ejemplos: “A partir del 1 de enero WhatsApp pasará a ser de pago. Reenvía este mensaje a otros contactos para convertirte en un usuario premium y seguir disponiendo de la versión gratuita. ¿Le suena? Y de repente todo el mundo te mandaba el mismo mensaje porque si lo reenviabas a diez contactos no tenía coste la aplicación.

Siento que en la era de la información, el papel del periodista nunca ha sido más crucial. Informar con precisión y ética se ha vuelto un desafío monumental. Como periodistas, debemos ser los guardianes de la verdad, especialmente cuando las informaciones no son claras. Debemos ser críticos y escépticos, cuestionando siempre las fuentes y buscando múltiples perspectivas antes de publicar cualquier información. Y en esa estoy yo, cuestionando cada vez más las opiniones de mis allegados, en los miles de conversaciones que puedo llegar a tener en mi vida. El momento llega cuando para refutar una idea, resulta que lo válido es lo que ha llegado a través de una cadena de WhatsApp. Estas son a mi juicio uno de los mayores retos actuales a los que nos enfrentamos, imposibles de parar.

Son las cadenas de WhatsApp las que, lejos de informar, desinforman y propagan rumores sin fundamento. Suelen estar cargadas de opiniones en forma de video y carecen de verificación. Invitan al usuario a compartir sin criterio alguno, creando un ciclo vicioso de desinformación. Cuando las noticias son confusas o incompletas, nuestra labor es investigar a fondo, verificar los hechos y presentar la información de manera clara y comprensible. No podemos permitirnos el lujo de la ambigüedad. Con la única arma con las que podemos luchar es con el pensamiento crítico antes de dar a “reenviar”. Como periodistas, podemos liderar esta iniciativa proporcionando herramientas y recursos para la verificación de hechos. Además, debemos fomentar una cultura de escepticismo saludable, donde los lectores cuestionen la veracidad de lo que reciben y compartan solo información verificada.

Para detener esta marea de desinformación y fomentar el pensamiento crítico, escribo en mi primera columna lo que ocurre por mi cabeza al detectar que al orador que tengo enfrente la acaban de marcar un gol y no se ha percatado. Según por donde va la conversación he catalogado los bulos en tres tipos según la intención del creador: los que pretenden generar alarma social, por ejemplo, en la gestión de la Dana uno de los bulos más comentados ha tenido que ver con la supuesta caída del 112 y la creación de un nuevo número de emergencias dificilísimo de memorizar. Otro tipo de bulo tiene que ver con la obtención de dinero, mi tío, por ejemplo, he experimentado un tipo de estafa por esta vía en la que le pedía dinero un familiar y finalmente están los bulos que buscan la reafirmación de unos ideales. He de confesarles que éste es el que más discordia me trae en las conversaciones porque son muy difíciles de argumentar.

Mis pasos son siempre los mismos, les pido que me expliquen en qué momento ha llegado el mensaje, que observen si hay faltas de ortografía, también es un indicador importante quién la difunde y esto es lo más costoso de cuestionar porque, llegan en muchos casos de personas conocidas y que son de confianza. Hay que poner en duda por principio las noticias impactantes y ser muy críticos con las fotos, muchas tienen trampa. Pondré como ejemplo la fotografía de una mujer saliendo del coche ante una riada. Ha vuelto a ser difundida cómo afectada tras la Dana en Valencia y correspondía a la fuerte tormenta con granizo que provocó inundaciones en julio de 2023 en Zaragoza. La publicación ha sido compartida más de 1.100 veces desde el 30 de octubre. Increíble ¿no cree?

Me suelo encontrar caras de escepticismo. Conversaciones que no siguen y cambiamos de tema. También hay miradas de confianza en muchas ocasiones y ganas de querer detectar con facilidad lo que yo veo. Por eso creo es esencial educar a las personas sobre la importancia de verificar la información antes de compartirla. Como periodistas, podemos liderar esta iniciativa proporcionando herramientas y recursos para la verificación de hechos. Además, debemos fomentar una cultura de escepticismo saludable, donde los lectores cuestionen la veracidad de lo que reciben y compartan solo información verificada. El pensamiento crítico, comienza en casa, en las conversaciones con nuestros menores y adolescentes, en el entorno cercano y en las comidas familiares. Trabajemos el pensamiento crítico para ser más humanos.