Ni la (in)esperada victoria de Trump, ni la reelegida Von der Leyen, ni el perseverante Zelenski, ni mucho menos Puigdemont, que cada día sorprende con una nueva ocurrencia para no caerse del tablero de juego. El personaje del año 2024 para la revista Time ha sido… ¿Giorgia Meloni?

Obviaremos en este artículo las decisiones políticas de la primera ministra italiana, para las que servidora no dedicaría ni un clavel, y nos centraremos en su estrategia, el devenir de los acontecimientos o en el caprichoso ‘nunca digas nunca’, que en política tiene un cariz, cuanto menos, irónico.

Destinada a ser la eterna villana de la UE, con una retórica nacionalista y un desdén calculado en contra de las ‘ideologías’ que marcaban el ritmo de la Unión, hace apenas un año, Giorgia Meloni encarnaba todo lo que el mainstream europeo odiaba con pasión y esmero.

Que se lo digan a Macron, quien no pierde ocasión para evidenciar su rechazo hacia la ‘compañera Meloni’. De hecho, sus saludos tensos, sus sonrisas ensayadas o esos pequeños gestos que exageran el desinterés mutuo ya son motivo de meme. También se sumaba al carro de detractores entusiastas el presidente español. Sánchez subrayaba, como digo, hace apenas un año, las diferencias abismales entre su socialismo inclusivo y el conservadurismo extremista y fascista de Meloni.

Sin embargo, el contexto lo es todo. En una Europa donde los discursos antieuropeos se imponen con fuerza, Meloni emerge como el extremo menos abrasivo. Por su parte, la italiana ha aprendido a modular el discurso para encajar en los círculos de primer nivel, reflejando, una vez más, cómo el poder puede suavizar incluso a los más radicales.

Por tanto, en un giro digno de una trama shakespeariana (o, si se prefiere, de un vodevil europeo), Meloni ha pasado de ser la antagonista de la historia a recibir la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica por parte del Gobierno español. Sí, la misma Giorgia Meloni que en sus primeros meses como primera ministra fue tachada de extremista. El momentum político que vive la UE obliga a alianzas extrañas y en este punto, Sánchez simplemente ha sido práctico, llegando a acuerdos con quien representa un mal menor frente al caos de otros líderes antieuropeos que han reforzado posiciones en Bruselas.

Por tanto, ¿el personaje del año ha sido un triunfo del contexto más que de la narrativa? Lo cierto es que su habilidad para aprovechar las inseguridades del electorado es incuestionable, pero también lo es el hecho de que su relato simplista difícilmente ofrecerá soluciones sostenibles a largo plazo. Su maestría en comunicar mensajes directos y emocionales ha sido clave para construir una percepción de liderazgo firme, aunque vacío de soluciones concretas cuando profundizas en el detalle.

Quienes aplauden a Meloni como la gran pragmática de Europa pueden estar cayendo en un exceso de generosidad. En sus discursos sigue apelando a sus bases con mensajes sobre familia, patria y tradición, mientras que en el terreno político su moderación es más cosmética que real.

Por supuesto no todos están convencidos de su metamorfosis y para muchos otros es, todavía, un enigma político. Pero lo cierto es que, al menos por ahora, ha logrado lo que pocos podrían, transformarse de una figura polarizadora en una líder aclamada incluso por quienes antes la rechazaban. Y así terminamos 2024, veremos qué nos trae el próximo año.