Quentin Tarantino se empotra contra la era digital
El director estrena 'Los odiosos ocho' en 70 mm, un formato que ya le está dando quebraderos de cabeza en las proyecciones en EEUU.
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“Cuando era pequeño pensé: no sé lo que es, pero quiero verlo, porque me lo han vendido como si debiese experimentarlo”. Es Paul Thomas Anderson, el prestigioso director de obras como Magnolia o Puro vicio, el que rememora su infancia en los cines en una conversación mantenida a tres entre él, Quentin Tarantino y el periodista Pete Hammond. Los 40 minutos que dura la charla pueden encontrarse en el canal de Youtube de la compañía Weinstein, y en ella hablan ampliamente de la experiencia de los 70mm, modalidad de grabación que el mismo Anderson utilizó hace un par de años para The Master. Se sienta a hablar con Tarantino sobre esta cuestión porque es éste último el que ha tomado ahora esta opción para su última película, Los odiosos ocho.
Y no de cualquier manera. Los que hayan visto ya el tráiler de lo nuevo del director se habrán quedado con el anuncio: “En gloriosos 70 mm”, “Ultra Panavision”. Frases contundentes que, a los que no conozcan de qué va la cosa, les sonará a que la película se habrá rodado al doble de tamaño que el cine clásico, y para los que algo les suene se tratará de un formato que lleva sin usarse desde los tiempos de Ben Hur.
Recuperar el 'roadshow'
El plan maestro del de Tennessee es recuperar con Los odiosos ocho un tipo de exhibición llamada roadshow, popularizada en los Estados Unidos en la década de los 50, que duró hasta mediados de los 60 y en la que las películas eran algo más que un entretenimiento: suponían toda una experiencia más cercana a la ópera que al espectáculo palomitero.
En instalaciones concretas dispersas por la nación estadounidense se proyectaban en aquella época esas películas que accederían a las salas normales unos días después, acompañando su proyección de un programa de mano con información sobre la cinta y en las que había descansos entre los “dos actos” de la obra. Y lo más importante de todo: su proyección tenía una relación de aspecto (la proporción entre su ancho y su altura) de 2.75:1. Una cosa colosal. Este tipo de grandilocuencia widescreen es lo que logró la compañía Panavision al forzar el ancho de la imagen y hacer que esas películas grabadas en 65mm (los 5mm restantes se usaban para la banda de sonido) se estirasen un poquito más en la proyección.
Defensor del celuloide
"Era una forma de ver el cine que ya era rara en mi infancia", dice Anderson en este encuentro especial que citábamos al principio. La grabación en la que comentan el estado de la cuestión analógica del cine le ha servido a la productora para que dos de los directores más abiertamente activos en cuanto a la preservación del cine en celuloide canten las verdades de un arte al borde de la extinción. Una llamada al cuidado del formato cargado de nostalgia que, en mitad del contexto actual en el que se encuentra la exhibición de Los odiosos ocho, suena a estrategia publicitaria para contrarrestar la dañada imagen que ahora mismo tiene en Norteamérica el espectáculo montado por Tarantino.
Porque lo que se ha encontrado el circuito de salas que se ha atrevido a ofrecer la exhibición en 70mm en Canadá y Estados Unidos es con una serie de problemas que se propagan como una epidemia. Imágenes borrosas en Varsity, Toronto; partes de la pantalla desenfocadas en Sherman Oaks, Los Ángeles; proyecciones que se cancelan por “dificultades técnicas” en Lincoln Square, Nueva York... Son un buen puñado de voces las que se han quejado de unos visionados cuanto menos cuestionables en varios de los 98 cines que actualmente exhiben la película.
En el pase de Los Ángeles, la película tuvo que dejar de ser proyectada en celuloide para pasarse en el segundo tramo a una copia digital
De hecho, contratiempos de este calibre ya se habían producido antes, en uno de los mismísimos pases de prensa oficiales de la película, evento en el que los responsables deberían haber adoptado todas las medidas de seguridad para garantizar una óptima proyección que no enfadase a los críticos asistentes, permitiendo que les afeasen la campaña promocional. Como contó en Hitfix el periodista Drew Mcweeny, que estuvo en el pase de Los Ángeles, la película tuvo que dejar de ser proyectada en celuloide para pasarse en el segundo tramo de la cinta a una copia digital. Mcweeny tituló su artículo “Lo que una mala proyección de Los odiosos ocho significa para el futuro del filme”, y no podía haber sido más claro en sus palabras.
El plan inicial de los hermanos Weinstein y de Tarantino era estrenar su cinta durante un par de semanas y de manera exclusiva por salas selectas del país en formato roadshow, para que los auténticos cinéfilos y curiosos se acercasen a experimentar la que, según ellos, era la manera válida de ver su película. Los responsables deseaban contratar para ello a suficientes proyeccionistas, unos 70 aproximadamente, que pudiesen llevar con profesionalidad las tareas de proyección. En ese sentido ha sido casi más importante el papel en todo esto de Chapin Cutler, co-propierario de Boston Light & Sound (una de las compañías más prestigiosas en cuanto a mantenimiento e instalación de equipos de proyección cinematográficos) y figura legendaria de la exhibición en su continente.
Sin proyeccionistas
Sin embargo, los de la compañía se encontraron con que no quedaban suficientes personas que conocieran esa forma de proyectar las películas, y tuvieron que contratar a personal extra. Mano de obra inexperta a la que se instruyó durante dos días sobre lo necesario para operar los vetustos dispositivos. Obviamente, en dos días nadie es capaz de aprender los entresijos de esta modalidad de proyección. Otra medida más: se optó por acortar la ventana temporal que el sistema roadshow tendría como exclusividad, y se adelantó el lanzamiento en formato de 35 mm (de 100 salas a más de 1.800) del 8 de enero al 31 de diciembre.
Tarantino se ha embarcado en una aventura que está siendo observada con atención por todos los interesados en la evolución de la cultura de la sala
A estas alturas, parece claro que lo buena que sea la película es casi lo de menos. El roadshow de Los odiosos ocho es una forma de comprobar si es posible la supervivencia del cine en celuloide.
Tarantino se ha embarcado en una aventura que está siendo observada con atención por todos los interesados en la evolución de la cultura de la sala y que a cada paso no hace más que confirmar las pesimistas sospechas de los guardianes de las esencias fílmicas. Declaraciones del director meses atrás: “No me di cuenta de la causa perdida que suponía la proyección en 35 mm, pero lo que tampoco sabía era lo emocionado que iba a estar todo el mundo por los 70 mm. Creo que todos están esperando primero a ver qué tal nos va en las dos primeras semanas, pero eso es algo emocionante. Espero que Los odiosos ocho funcione lo suficientemente bien como para que este método, para los realizadores a los que les importa, se convierta en la nueva forma de estrenar sus películas de manera exclusiva”. Ahora que se han conocido los primeros incidentes sería interesante saber la opinión actualizada del director.
Al menos una nota positiva: los problemas no han venido causados por la producción o la distribución. En ese sentido, la impresión fotoquímica sigue siendo una opción perfectamente viable. Pero el futuro lo dictan los mercados, el de la exhibición en este caso, y lo que se ha vivido estos días en Norteamérica ha sido la constatación de que las salas, demasiado acostumbradas como están ya a las copias en DCP (que implican menos personal especializado, aunque también una rebaja en la riqueza visual), no tienen ningún motivo para perder tiempo, dinero y prestigio en un tipo de exhibición que está en las últimas. Contaba el tuitero Ian W. M. (@StrangerSong) al salir de uno de los pases la siguiente anécdota: al romperse el proyector en mitad de la película el encargado del cine dijo: “Y esta es la razón por la que ya no pasamos celuloide”. Como le sucede a los personajes de las obras de Tarantino, parece que los gloriosos 70 mm también tienen los días contados.