Nanni Moretti en su nueva película 'Mia Madre'

Nanni Moretti en su nueva película 'Mia Madre'

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La nueva sinceridad es la verdad

El director se somete a su propio polígrafo: tras el cine que acompleja, el cine que ideologiza. 

Roberto Enríquez
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Si Moretti (Italia, 1953) fuera un director de cine tan popular como merece, las redes sociales andarían repletas de memes con la fotografía de su cara de buen tipo con barba cana junto a citas apócrifas con sentencias cursis tales como “La vida es eso que te sucede mientras haces cine” o algún otro espanto cursi –pero certero– por el estilo, o incluso remedos de títulos martinvigilianos como “La vida sale a tu encuentro” o cosas incluso peores sólo aptas para lectores de Coelho. Porque Nanni Moretti es uno de esos directores que, desde el comienzo de su constante carrera, ha dejado clara su obsesión por la imposibilidad de la obra perfecta, la película compacta o el cine como pura emulación de una realidad alternativa.

Uno ya no sabe si lo de Moretti es un fracaso del cine como maquinaria de escapismo o un triunfo absoluto de una poética del cine donde la verdad se descompone

A Moretti siempre se le quiebran las burbujas que otros directores elaboran para envasar al vacío un mundo propio que se aísla del otro, del que contiene demonio y carne. Y uno ya no sabe si lo de Moretti es un fracaso del cine como maquinaria de escapismo o un triunfo absoluto de una poética del cine donde la verdad se descompone para hacerse real a partir de fragmentos de ficción intencionada a los que se superponen los inevitables envites de una vida que no se detiene mientras se rueda una película, escrita bajo la constante interrupción de otras vidas, muertes, contratiempos y contradicciones.

El caimán, de 2006

El caimán, de 2006

Corro por la democracia

En febrero de 2002 –casi una decada antes del "Rodea el congreso" madrileño o del "Occupy WallStreet" neoyorquino– Moretti ejerció como líder de un numeroso grupo de ciudadanos críticos con las pésimas prácticas de Berlusconi, y juntos rodearon el Palacio de Justicia de Milán bajo el lema “Girotonde per la democrazia” para después volver a adelantarse al tiempo y tomar las plazas: la Piazza Navona de Roma donde trataron de promover desde una plataforma cívica la acción coordinada de los partidos y pensadores de izquierdas para evitar la barbarie que, todos sabían y después supimos los demás, traerían los desmanes gubernamentales y empresariales de Berlusconi, a quien Moretti había convertido en personaje de realidad (Abril, 1998) para después utilizar como sosias protagonista de El caimán en 2006.

Moretti se ha despojado de ironías posmodernas para interpretarse a sí mismo sin miedo a lo sentimental

Mucho antes de que nos diera por hablar de "la nueva sinceridad" como valor en alza del negocio del espectáculo cultural contemporáneo y sólo un poco después de que el término empezara a categorizar a creadores como Wes Anderson, Michel Gondry, Lars von Trier o Sofía Coppola, Moretti ya se había despojado de ironías posmodernas para interpretarse a sí mismo sin miedo a lo sentimental (Caro diario, 1993) o rodarse gritándole al televisor en Abril durante un debate electoral donde se enfrentaban el candidato Berlusconi y, entre otros, el político Massimo D'Alema (excomunista, candidato por Demócratas de izquierda en esas elecciones): “¡D'Alema, di algo de izquierdas! ¡Aunque no sea de izquierdas, de sentido cívico! ¡D'Alema, di algo, lo que sea! ¡Reacciona!”.

Abril, 1998

Abril, 1998

Cuatro años después, y tras la nefasta gestión de D'Alema como presidente de la república italiana durante apenas dos años, Nanni Moretti (con doble ene, con doble te) se movilizaría en las calles y en las plazas, fuera de la pantalla, para exigir esa reacción de las izquierdas, para que dijeran algo de izquierdas. Con escasa fortuna: Berlusconi aguantaría en la presidencia hasta 2006, año del estreno de El caimán.

Di algo de izquierdas

“En el cine, los actores son la burguesía; la imagen es el proletariado; la banda sonora es la pequeña burguesía, eternamente oscilando entre uno y otro. La imagen, en tanto proletariado, debe tomar el poder en el film después de una larga lucha”, recita al despertarse por la mañana y tras dar dos palmadas al aire el personaje de Moretti de su ópera prima Io sono un autarchico (1976). Di algo de izquierdas. Y haz un cine que hable por ti, con imágenes. Un cine que, pese a lo que pueda parecer en el negocio, no es lo más importante de una vida donde suceden cosas.

Moretti, en su nueva sinceridad –brutal a veces en su ingenuidad– transita un territorio donde lo que pasa y lo que nos pasa se confunden. Donde lo que ocurre es más importante que cualquier ocurrencia de guión y la vida va siempre en serio (como bien escribió Gil de Biedma y malbarató una estrella televisiva con ínfulas literarias e interpretativas).

En el cine, los actores son la burguesía; la imagen es el proletariado; la banda sonora es la pequeña burguesía, eternamente oscilando entre uno y otro

Moretti, pese a lo que pueda hacernos creer en ocasiones, no contrapone cine y vida, sino verdad y realidad. La suya es una búsqueda constante de la verdad, y para ello se vale de lo que ésta tiene de ficciones que incorporamos a nuestro imaginario, íntimo y colectivo. Más allá de la nueva sinceridad, está la verdad que se balancea en un tenso hilo de fonambulista que va desde lo que vivimos a lo que sabemos; de la experiencia al conocimiento (propio o vicario), como esos dos equipos poéticos españoles de los noventa que acabaron expulsados de la liga. Por pelmas.

Habemus papam, de 2011

Habemus papam, de 2011

No es casual que Moretti eligiera para sus dos películas basadas-en-hechos-reales-cuyo-parecido-con-la-realidad-NO-es-pura-coincidencia a sendos personajes que representan la combinación perfecta de simulación y cruda realidad. Italiana, para más inri: Silvio Berlusconi (El caimán) y un Papa dimisionario (Habemus Papam, 2011) con la que el director volvió a anticiparse a la vida y a Ratzinger, AKA Benedicto XVI, que en 2013 presentó su renuncia como Papa titular para quedarse en emérito. Ficcionar dos ficciones como Berlusconi y un Papa, o acabar multiplicando dos negativos que acaben dando un resultado positivo. Eso también es el cine de Moretti. Con TT, como Trending Topic, pero de verdad.

Cine ideológico

“Recuerda que debes interpretar el personaje pero tú tienes que estar de pie junto a él. Vecino al personaje. Me gustaría ver a la actriz que interpreta el personaje. No debes desaparecer como persona.” Es el consejo de la directora de cine que protagoniza la última película del director italiano, Mía mamma (2015); una película donde la imagen toma el poder y el director interpreta también al hermano de la directora que, como él hizo, rueda un largometraje al tiempo que su madre agoniza.

La vida, la muerte, todo lo inevitable que no es el cine. Que la actriz, el actor, no engulla al personaje en su interpretación (un consejo imposible para Berlusconi o un Papa). Que el director, como actor, acabe asumiendo el papel de quien hubiera querido ser en la vida (que iba en serio) durante los últimos días de su madre. “El cine italiano se mete con los viejos, los homosexuales, las feas, los bizcos, los cojos... Sí, pero actualmente está surgiendo un cine ideológico, que se está formando, creciendo” (De Trapero, Nanni Moretti, 1978). De eso se trata. Cuarenta años después de su primera película. Ésa es la verdad.