Soñar en la tierra sin oportunidades
En el documental 'El gran día' el director francés Pascal Plisson retrata la lucha de cuatro jóvenes de once años de India, Uganda, Mongolia y Cuba por hacer realidad sus sueños.
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Albert tiene 11 años. Vive en La Habana y tiene pegada. Sueña con ser boxeador profesional, un campeón. Aunque la vida no se lo pone muy fácil: vive en una casa humilde, en la que en vez de ducha hay un barreño para lavarse. Su padre es mecánico y ser aceptado en buen gimnasio parece fuera de su alcance. La vida de la pequeña Deegi, la de Tom o la de Nhidi no son muy diferentes.
Todos tienen sueños: convertirse en una acróbata de circo en Ulan Bator (Mongolia), un guarda forestal en una de las reservas naturales de Uganda, o acceder a un programa de becas para estudiar una ingeniería en el caso de la joven de Benarés (India). Todos son menores de edad y viven en países subdesarrollados o en vías de desarrollo. Los cuatro pertenecen a familias sin recursos. Pero tienen claro qué quieren hacer en la vida. El gran día, el nuevo filme del director francés Pascal Plisson (Camino a la escuela, 2013) nos cuenta su lucha.
Única oportunidad
“Escogí estas historias porque tenía curiosidad por ver a chicos que tuvieran verdadera pasión”, cuenta Plisson. “Ellos han encontrado sus pasiones muy jóvenes. Pero es difícil vivir con ellas. Tienen una doble vida después de la escuela. Supone mucho sacrificio”. Además, cuenta, “los elegí porque viven en ambientes complejos". "Ninguno tendrá una segunda oportunidad si pierden”. En Europa es diferente, asegura. Puedes equivocarte, volver a intentarlo. “Para ellos hay un gran muro: o lo cruzas o te quedas atrás. La competencia es muy dura: si no eres el primero, alguien ocupará tu lugar”.
Plisson, un cineasta que ha rodado documentales de viaje y aventuras por todo el planeta durante décadas, ha centrado su mirada en los últimos años en la infancia. “Viví en plena naturaleza, pasé diez años en Kenia, trabajé para la BBC, Discovery Channel… Podía trabajar sin más con mi cámara en la naturaleza”, explica. “Pero ahora que tengo hijos, he visto lo frágil que puede resultar ese mundo. A los 11 años es fácil quebrarse, y eso me ha llegado al corazón. He visto a los chicos en Kenia que van andando a la escuela. No sé, supongo que me he vuelto más sensible en ese terreno”.
Cuenta Plisson que tenía más o menos claro qué tipo de historias quería contar, pero no qué chicos serían. Eligió Cuba por ejemplo porque allí el boxeo es algo cultural. Por el mismo motivo pensó en Mongolia para hablar de las niñas que estudian para ser acróbatas o la India para buscar a una joven estudiante que quiere ser ingeniera, porque son países donde abundan este tipo de perfiles. Lo siguiente fue viajar allí, visitar los lugares -la escuela de boxeo, en el caso de Albert, el parque natural en el de Tom…- y elegir.
“Después de eso está ya tu olfato. Es una película de casting", explica el cineasta francés. "Necesitas encontrar al protagonista y necesitas dar con la familia, porque ellos van a salir retratados, su entorno, su vivienda, su forma de vida… Debes hablar con ellos, contarles cómo va a ser y si quieren embarcarse en esta aventura. Porque esto es lo que es: sólo el rodaje ya es una aventura. Poco a poco construyes una amistad, pasas tiempo con las familias, compartes cosas”.
Una película como El gran día descansa sobre esa elección. “Tienes que arriesgarte con ellos. Nunca han visto una cámara, no son actores, no haces ninguna prueba con ellos… No hay preparación previa al rodaje y no sabes cómo van a reaccionar cuando estén frente a la cámara”.
Realidad y representación
La reflexión lleva a la eterna cuestión de la realidad frente a la representación en el terreno del documental. El gran día es eso, un documental, pero con un grado de aceptación de sus protagonistas de que se ruede un periodo de sus vidas. ¿Están actuando? ¿Les afecta la presencia del equipo, saberse observados? Hay ríos de tinta escritos sobre la verdad y la representación. Plisson prefiere no meterse en respuestas académicas o teóricas y dice con naturalidad: “Lo que ves es lo que hacen a diario. No hay nada inusual o especial. Hablar con un amigo, coger el autobús, andar por el campo… Si les hubiera pedido hacer algo que no perteneciera a su mundo, habría sido complicado. Pero todo lo que hacen es parte de su día a día”. Y añade: “Tan sólo les pedimos: 'Sé tú mismo'”.
En cualquier caso, Plisson reconoce que "mis documentales están en el límite de la ficción". "Pero creo que hay mercado para los documentales en las pantallas de cine. Pero tienes que confiar en la gente. Cuesta arrastrar al público a verlos en salas, porque pueden tenerlos en la televisión. Así que si quieres rodar un documental para cines tienes que ofrecer algo diferente, algo atractivo, que atraiga la sensibilidad o las emociones. Y es difícil, porque resulta caro rodar para cines".
El gran día costó unos 2,4 millones de euros. El rodaje duró ocho meses, aunque previamente hubo un trabajo de preparación mayor. Además, el equipo tuvo que regresar a sitios como Uganda o India meses después para rodar el momento en que los chicos recibían la noticia de si habían logrado -o no- alcanzar su sueño.
Muy pocos países apuestan por este género en sus cines. Francia, Japón, Alemania, cuenta Plisson… “España, un poquito”. La ventaja es que, aunque resulte caro en términos absolutos para un cineasta como él, en términos relativos rodar una producción así es relativamente barato, comparado con una producción con actores. “Si logras que tu película tenga un mínimo éxito y puedes vendérsela a varios países, resulta interesante en términos económicos”.
Plisson no cerrará, de momento, su “trilogía” de documentales con niños. Su próximo filme también tendrá a menores como protagonistas, pero esta vez será ficción: la historia de unos chicos que cruzan la India en un autobús. “Será una especie de road movie basada en hechos reales”, adelanta. “Pero tengo claro que antes de cerrar la trilogía quiero rodar ficción, porque cada historia de esta película podría haber dado para un filme por sí sola, y eso puede ser un poco frustrante. Me apetece contar una única historia en un solo país”.