Michael Keaton interpreta el papel de Walter Robinson y Mark Ruffalo el de Michael Rezenders.

Michael Keaton interpreta el papel de Walter Robinson y Mark Ruffalo el de Michael Rezenders.

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Spotlight: el periodismo ha muerto

Tom McCarthy ('The Visitor') recrea la investigación de un caso de pederastia en el seno de la Iglesia católica y que desveló en 2003 un equipo de periodistas de 'The Boston Globe'.

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Spotlight recrea un hecho real: la investigación llevada a cabo por un equipo de periodistas de The Boston Globe de un caso de pederastia en el seno de la Iglesia católica. Reconocido con el Premio Pulitzer al servicio público en 2003, ese trabajo de investigación desenmascaró un escándalo atroz: la archidiócesis de Boston ocultó una barbaridad de abusos sexuales a menores perpetrados por sacerdotes (hasta 249 religiosos implicados). Obviamente, el terrible descubrimiento activó la sospecha de que podría no tratarse de un caso aislado y propulsó una investigación en otros países. Es un caso tremendo. Y Tom McCarthy, director y coguionista del filme, ha decidido contarlo desde la óptica de los periodistas que lo investigaron, firmando una especie de película homenaje a una profesión, el periodismo. O mejor dicho, un homenaje a una manera de ejercer el periodismo que ha muerto.

Sin ser un filme melancólico, Spotlight toca la tecla de la nostalgia, sobre todo en los que nos dedicamos de alguna manera a la información. Es probable que hasta las críticas más duras con la película valoren su dibujo de la profesión antes de que Internet cambiara por completo las reglas del juego. Porque Spotlight es, ante todo, un filme sobre periodismo. Obviamente, es también cine de denuncia. Pero, al contrario de lo que sucede en otros filmes, aquí la investigación no es la excusa, sino el corazón de la historia y su razón de ser.

El director de The Visitor (2007) recrea a partir de las investigaciones del equipo de The Boston Globe una época sin Twitter, en la que el periodismo se hacía en la calle, las redacciones estaban vivas, el contacto con las fuentes solía ser más directo y, por una cuestión de método, la implicación personal era mayor. Spotlight llega en buen momento, es un buen toque de alerta contra la inercia, el exceso de confianza y la pérdida de perspectiva del periodismo presente. Es muy interesante cómo McCarthy se esfuerza por mostrar el alcance del escándalo que explica, por ubicarlo dentro del sistema y enseñar como se ramifica en sus distintas esferas. En este sentido, también por su manera de retratar el periodismo de ayer, Spotlight remite a películas como Todos los hombres del presidente (1976) y Zodiac (2007). Y tiene muchísimo que ver con la quinta temporada de The Wire (HBO: 2002-2008), sobre la redacción de The Baltimore Sun y donde el propio McCarthy, en calidad de actor, encarnaba a uno de los reporteros del diario. Mucho aprendió el cineasta de David Simon.

De izquierda a derecha: Mark Ruffalo, Brian d'Arcy, Michael Keaton y John Slattery

De izquierda a derecha: Mark Ruffalo, Brian d'Arcy, Michael Keaton y John Slattery

Sin embargo, Spotlight no es la película definitiva sobre la metamorfosis del periodismo en el siglo XXI. Es valiosísima, insisto, como retrato de una profesión maravillosa, como toque de alerta y como denuncia de un suceso real deplorable. Pero le falta algo que la convierta en una película a la que volver de vez en cuando. Todos los hombres del presidente, por ejemplo, es imponente en su relato de un triunfo. Zodiac es uno de los retratos de la obsesión más alucinantes que ha dado el cine moderno. Y el nivel de detalle de Simon y su extrema conciencia de la realidad le sitúan directamente en otra dimensión. Spotlight cumple su función y es una película cuidada: cuenta bien su historia, los actores están bien (sin ser sus interpretaciones memorables) y, aunque demasiado plana y funcional, su dirección es correcta. Pero a ratos desconfía de la intuición del espectador y se vuelve repetitiva e innecesariamente didáctica. Le faltan pliegues, detalles y quiebros. Le sobran explicaciones. Tom McCarthy elige una buena historia y sabe explicarla, pero, aunque ésta sea tan potente que funcione sin rascar su superficie, hacía falta llegar al tuétano para sacar de ella una película destinada a trascender.