Las cunetas del mundo están llenas de homosexuales
El documental 'Primavera rosa' recorre los países de riesgo para el colectivo LGTBI. Es el turno de México y de sus 64 asesinados al año.
Noticias relacionadas
- Disney se queda sin ideas: vuelve 'El libro de la selva'
- Óscar Jaenada: “Los mexicanos no querían verme como Cantinflas”
- El cohete con el que Stalin derrotó al capitalismo... en Venus
- Las series españolas dan 'Vergüenza'
- Querido México: no dejes que te maten
- Muere el director de escena Tomaz Pandur
- Cinco heridas del franquismo en el último libro de Juan Marsé
- Bienvenido Mr. Marshall: la llegada de HBO y Netflix dinamitan la ficción española
"Yo soy gay, indio, pobre y travesti, así que tengo cuatro factores en mi contra". Habla Alberto Patiño, cálido y medio desaliñado. Tiene una belleza rara de espíritu libre: mira hondo y rasgado desde su piel oscura y el cabello le cae salvaje sobre la espalda. Se peina con los dedos y se lo recoge despacio, con garbo, en una larga coleta. Cuando es Alberta se pinta los ojos oscuros y un lunar sobre la boca: las palmas de las manos, teñidas de rojo, hablan por sus compañeros asesinados. Su país, México -a pesar de haber legalizado el matrimonio homosexual en 2015- ocupa el segundo lugar mundial en la tasa de homicidios cometidos contra la población LGTBI, sólo después de Brasil. En los últimos 19 años se han registrado 1218 crímenes de este tipo en el país [64 al año], según la organización civil Letra S.
Homosexuales y transexuales amanecen decapitados en los ríos, deformados, desnudos y vejados en las cunetas. Después, muchas de sus familias los niegan. Se estima que, por cada caso que trasciende, otros cuatro permanecen invisibles. Alberto es activista, artista performance y protagonista del último capítulo de la serie documental La primavera rosa, un proyecto que recoge la violencia y discriminación al colectivo LGTB a nivel mundial. El primero se desarrolló en Túnez, el segundo en Rusia y este tercero -que se presentó ayer martes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid- en México. El director es Mario de la Torre, nominado a los premios Goya en 2009.
"La ristra de asesinatos es una llamada de atención a todos los que defendemos los Derechos Humanos", dice Alberto. La epidemia es letal a todos los niveles: desde la brutalidad y el ensañamiento de los crímenes -el 80% son fruto de arma blanca- a la impunidad legal pasando por la deficitaria educación sexual: "He vivido la muerte de demasiados amigos: un activista trans asesinado en Puebla, una chica trans en Tabasco, otra muy célebre activista, a puñalada limpia, en Ciudad de México... incluso un compañero de mi asociación de 22 años, muerto por VIH". Hay otra daga en el noticiero: los medios no anuncian "una mujer transexual asesinada", sino un "gay travestido muerto".
Como te ven, te tratan
"Se le resta dignidad a la víctima, exhiben sus cuerpos, su masculinidad íntima -que no mostraba ni en vida- y los datos personales... hay mucha especulación. Existe un protocolo de atención que no se sigue y, aunque está tipificado el crimen de delito de odio, no se aplica". El artista habla una plaga más, la de "la vida predeterminada a la soledad" en la que "es difícil amar si sólo puedes relacionarte en clandestinidad". Las zonas de tránsito del colectivo LGTBI también están restringidas: sólo pueden andar a sus anchas por la "zona rosa" -el Chueca de México- y por la zona turística. Lo denuncia en el vídeo: "No queremos que creen espacios de ocio para gays, sino un espacio de ocio común en el que seamos bienvenidos".
Se le resta dignidad a la víctima, exhiben sus cuerpos, su masculinidad íntima -que no mostraba ni en vida- y los datos personales... hay mucha especulación
Cuenta Alberto que su personaje y su trabajo son "una crítica al establishment, a la prensa, a los cánones de belleza, al dinero y al poder": se fabrica él mismo sus largos trajes de cola con recortes ácidos sobre productos de belleza -para arremeter también contra el imperio de la juventud- y sale a la calle a cargar con las miradas. Sabe que se expone, que se juega la vida. Pero "alguien tiene que hacerlo". En México los aleccionan desde pequeños: "Como te ven, te tratan". Peor que la discriminación, dice, es el clasismo. Si naces en cuna de oro -seas gay, lesbiana, indio o de la minoría social que prefieras- recibes un trato más respetuoso. El dinero atraviesa transversalmente la dictadura moral.
En un país en el que el 80% de la población se define como católica, los miembros del colectivo LGTB están acostumbrados a oír que llevan "el diablo dentro". "Últimamente estamos viviendo una segunda inquisición por parte de la iglesia", sostiene el fotógrafo mexicano Gerardo Pineda, que también participa en el documental. "Desde la legalización del matrimonio somos más visibles para la sociedad y están contraatacando desde su fanatismo". Lo ha vivido en propia carne: su hermana ya no le recibe en casa ni por Navidad.
El sueño de la inclusión
Pineda, igual que su marido, Gerardo Estrada, dedican su labor artística al sueño de la inclusión: "Tenemos un proyecto llamado La sociedad doliente en el que recolectamos retratos de transexuales, intersexuales, lesbianas, gays, indígenas, personas de la tercera edad... todos lloran lágrimas de sangre, que representan el dolor que sentimos por esto que vivimos. Por la marginalidad". Otro de sus trabajos -Seres de luz- lo dedican a la denostada belleza de la libertad sexual. La ley del matrimonio homosexual, al menos, les ha dado "tranquilidad": "En cuanto a herencia y a garantías médicas. Era muy habitual vivir con tu pareja toda la vida, que falleciera y después su familia te quitara todo".
Adolfo Voorduin -integrante también del documental- es el abogado que lidera la cruzada LGTBI en México. Ha trabajado en la Asamblea legislativa, en el Senado de la República, en la Cámara de Diputados, y reconoce que, aunque Ciudad de México es de las ciudades más avanzadas en esta materia, la misión es extender ese circuito al resto del país: "Por ejemplo, la policía de Jalisco tiene, en sus contraseñas acerca de la seguridad pública, una clave llamada 'Código 50' que se refiere a 'homosexual'. Claramente discriminatorio, como un problema más: están los asesinatos, los robos... y los casos de homosexuales".
La exclusión se trasluce también en las garantías legales de casos LGTBI. Muchos de estos asesinatos -cuentan en el documental- los achacan a "bandas organizadas". Y a volar. Relata Adolfo que muchos de sus intentos se ven capados: en la capital lograron editar un libro de texto gratuito que abordaba la diversidad, pero "la presión de la iglesia católica y las asociaciones de padres lo censuraron".
La investigación de Mario de la Torre, el director del documental, lo llevó a colarse en una cárcel masculina y a estudiar desde allí la situación de las presas transgénero: se les repudia su "sexo sentido" y se las mezcla con hombres en prisión, condenándolas a altos índices de discriminación, odio y violencia.
A las presas transgénero se las recluye en cárceles de hombres, obviando su "sexo sentido" y condenándolas a altos índices de discriminación, odio y violencia
Otra de las imágenes más potentes del trabajo -mejor película de derechos humanos en el Festival Internacional de Cine Invisible 2015 y Mejor corto documental en LesGaiCineMadrid 2015- se la debe De la Torre a Mary Villalobos, lesbiana y púgil. Se la ve sudada y sufrida, esquivando los impactos de su combatiente en el ring con sus guantes rosas. "Se aprende más de las derrotas", sonríe. Y devuelve el golpe. Como en la vida, que también es boxeo.