El humorista gráfico que provocó a todo el mundo desde su silla de ruedas
John Callahan alcanzó la fama tras sufrir un accidente y dar rienda a suelta a su ironía en viñetas. Su historia la ha recogido Gus Van Sant en su última película.
En España los límites del humor cada vez son más restrictivos. Hacer un chiste sobre Carrero Blanco te puede meter en la cárcel, y Twitter ha demostrado que la libertad de expresión empieza a ser un concepto mucho menos amplio de lo que parecía. Si los cómicos antes podían lanzar sus dardos a quién quisiera, ahora tienen que andar con ojo. Como hace poco decía el actor Brays Efe a este periódico, hoy en día el chiste de ‘Mis tetas’ sería considerado machista y no podría hacerse. Los límites de la corrección política aumentan, igual que el miedo de los artistas a ser irreverentes.
Si John Callahan viviera en estos momentos se reiría desde su silla de ruedas, haría una peineta a la gente y escribiría un chiste con el humor más negro posible. El humorista gráfico más irreverente del mundo no creía en que sus hilarantes viñetas tuvieran ningún límite, sólo el de si propia ocurrencia. Desde ellas atizó a todo el que pasó por su lado: minusválidos, creyentes, el Ku Kulx Klan… cualquier colectivo recibía sus cañonazos, lo que le valió la fama de provocador y viviera en sus carnes muchos boicots contra él y contra el periódico que le hizo famoso, el Willamette Week de Portland, el único que se atrevió a publicar lo que otros consideraban ofensivo.
A todos los que se ofendían les respondía lo mismo: “Mi única brújula para saber si he ido demasiado lejos es la reacción que recibo de personas en sillas de ruedas o con ganchos para las manos. Al igual que yo, están hartos de las personas que creen que hablar por los discapacitados y lo hacen con pena y condescendencia. Eso sí que es, realmente detestable”, dijo en una entrevista con The New York Times.
Callahan, que fue abandonado por su madre y los abusos de una profesora cuando era sólo un niño, siempre vivió traumatizado. Comenzó a beber a los 12 años, y desde entonces se convirtió en alcohólico. Con 21 tiene un accidente de coche que le deja parapléjico. Él no conducía, pero su compañero, al que acababa de conocer en un bar, también iba borracho. Fue entonces cuando su vida cambió. Las manos eran lo poco que podía mover, y cuando puso un bolígrafo en ellas y soltó toda la bilis y la ironía que tenía dentro se quedó muy a gusto, así que empezó a moverlas por todos los periódicos de Portland hasta que alguien tuvo el valor de publicarlas.
Mi única brújula para saber si he ido demasiado lejos es la reacción que recibo de personas en sillas de ruedas o con ganchos para las manos
“Usaba el alcohol para esconder el dolor de los abusos”, dijo en la misma entrevista el viñetista, que tras sufrir el accidente consiguió dejar de beber tras una intensiba rehabilitación. Lo hizo a los 27 años, seis después de empezar su vida en una silla de ruedas. Desde allí vio el mundo de otra forma. Pasó la tragedia por el filtro del humor negro y sus viñetas empezaron a salir. Muchas de ellas se reían de sí mismo y de la gente con discapacidades. En una de ellas, unos vaqueros persiguen a un hombre en silla de ruedas. La imagen muestra la silla tumbada en el suelo, a lo que los cowboys dicen: “no te preocupes, no llegará muy lejos a pie”.
Una historia así no podía pasar desapercibida para Hollywood. Y este año llegará la película basada en su vida que precisamente llevará de título ese “No te preocupes, no llegará muy lejos a pie” que tan bien definía la personalidad de John Callahan. El que tomó la responsabilidad de trasladar su espíritu a la pantalla es Gus Van Sant, amigo íntimo del humorista gráfico, que en el pasado Festival de Sundance, donde presentó la película, aseguraba que es un proyecto que tenían ambos desde que dirigió El indomable Will Hunting. “Fue él el que se me acercó y me dijo que debería dirigir una película sobre su vida”, confesaba Van Sant, que creció como él en Portland y se conocían al ser dos de las pocas personalidades del arte de la ciudad.
No pudo levantar el proyecto cuando vivía el artista (falleció en 2010), pero se prometió que conseguiría realizar el filme que se centra en los años de rehabilitación en alcohólicos anónimos, momento que también su puso su explosión creativa y las primeras publicaciones que lograría. Para ello ha tenido la ayuda de Joaquin Phoenix, que aceptó el reto de dar vida al carismático personaje. Una decisión que ha sido criticada por muchos colectivos, que pensaban que tenía que haber sido una persona minusválida la que le interpretara, algo que Van Sant ha justificado diciendo que necesitaban a alguien que también se pusiera en su piel antes del accidente que le cambió la vida. Ahora todo el mundo conocerá por fin la irreverencia de un viñetista para el que los límites del humor no existían.