Aitor Gabilondo: "Si me acusan de equiparar asesinato y torturas no soy equidistante; no soy tonto"
Compró los derechos de la novela antes de ser un fenómeno y ahora es el responsable de su brillante adaptación a serie. Hablamos con él.
Noticias relacionadas
Es la serie más importante del año. Hacía tiempo que una ficción española no levantaba tanta expectación, y no es para menos. Patria, la adaptación de la novela de Fernando Aramburu ha sido un proyecto cuidado con mimo, que ha tardado años de desarrollo hasta que por fin ha visto la luz. Todo ello ha sido gracias a Aitor Gabilondo, que tras 25 años trabajando en éxitos de audiencia como El príncipe o Vivir sin permiso, ha desarrollado su trabajo más personal.
De la mano de HBO ha trazado la línea de un abrazo, el que separa a Miren y Bittori, dos madres separadas por el atentado terrorista que mata al marido de una, y en el que está involucrado el hijo de la otra. Una serie sobre la reconciliación y sobre mirar hacia adelante, que se ha visto también empañada por las acusaciones de equidistancia por uno de sus carteles promocionales. Aitor Gabilondo es de esas personas que hablan claro. Nada de oraciones subordinadas. Sujeto, verbo y predicado. Cortita y al pie, como dicen. Y así se muestra en esta entrevista con su serie a punto de estrenarse el próximo domingo 27 de septiembre.
¿Qué había en Patria para que tuviera tan claro que tenía que adaptarla en forma de serie?
La leí en PDF con una letra horrible, y enseguida vi que tenía el germen para convertirse en una serie de televisión, pero nada más, no fue tan rápido. Tenía muchas dudas de que fuera a interesar, pero a mí me interesaban mucho los personajes, en especial Bittori y Miren, esas dos madres. Y todo fue un poco suerte, carambola, porque me pude hacer con los derechos y después fue un éxito de ventas, vino la segunda edición la cuarta… y ya me olvidé, y justo en esa época llegó HBO a instalarse aquí y a mí me parecía que era una serie para el pago.
¿Podría haberse hecho en abierto?
Yo creo que no, al menos tal y como yo la tenía pensada. Con cortes publicitarios me parecía difícil de seguir. Luego todo ha cambiado tanto en cuatro años... pero pienso que no, y que era adecuada para HBO. Tuve fortuna de que aparecieran. Se lo planteé a Miguel Salvat en una cafetería porque todavía no tenía sede y dijo que sí.
¿Qué tiene la novela de Aramburu que es capaz de unir a Rajoy, Belén Esteban o Marlaska?
A mí todo eso es lo que menos me interesa… los publicistas. Me interesa la historia de estas dos familias, me gustaba que ambas historias estuvieran dentro de un mismo relato. Son los dos lados del drama, y para mí eso era bastante inédito. Contaba la historia de unas familias incrustadas dentro de un ambiente muy reconocible por nosotros pero contada a ras de suelo, como todos lo vivimos.
Puedo comprender que la gente, después de tantos años de sufrimiento esté anclada en sus posiciones, pero las historias blancas o negras son malas historias
¿Ha sentido prejuicios alguna vez por ser el creador de El príncipe y otros éxitos populares antes que Patria?
No, la verdad es que no no me hago ese tipo de pajas mentales. Llevo 25 años escribiendo para tele, y los últimos escribiendo y produciendo, y creo que cada historia tiene su sitio. Lo que me gusta es que en los últimos cuatro o cinco años, la llegada de las plataformas nos ha dado a los que nos dedicamos a esto unas posibilidades que no teníamos. De presupuesto, de difusión, y eso ha abierto las posibilidades enormemente.
En cine hemos visto las películas de Imanol Uribe, pero en televisión ETA no había sido tratada todavía, ¿por qué cree que ha ocurrido esto?
Por varias razones. Primero, para mí no es una serie sobre ETA. Está de fondo, pero es una serie sobre las consecuencias en personas normales, sobre cómo afecta a cada uno la violencia y cómo lo digieren, y sobre todo después de lo que ha pasado, qué hacemos con todo esto. Y creo que es un tema espinoso, duro, y también el hecho de que cesara la lucha armada en 2011 cambia las cosas. Ya la historia está terminada y se puede relatar, pero mientras sucedía era mucho más complicado.
Han pasado casi diez años desde el final de la violencia, pero sin embargo la gente quiere que en este tema todo sea blanco o negro, ¿por qué?
Yo puedo comprender que la gente, después de tantos años de sufrimiento, esté anclada en sus posiciones, pero yo soy un contador de historias, y las historias blancas o negras son malas historias, y los personajes buenos o malos son malos personajes, y eso no me interesa. A mí me interesan los personajes complejos, con conflictos interiores, que tiene dudas. Esos son buenos personajes.
¿Cree que el espectador quiere que le den la razón todo el rato?
Hay todo tipo de espectadores, y quiero pensar que hay espectadores que como a mí, les gusta una historia que les descoloque, que les haga dudar, replantearse cosas, sentir y descubrir. Para que me den la razón llamo a mi madre.
No existe un ránking del dolor. Negar el dolor de la otra persona, o despreciarlo, es lo que atrinchera las posiciones, envenena las relaciones e impide avanzar
En la serie es clave mostrar el dolor de las dos familias, un dolor que a veces se quiere negar cuando es en la familia de los etarras. ¿Por qué era importante para usted contar eso?
Para mí eso es evidente y no me hacía falta leer la novela para saber ese dolor. Soy de aquí y lo he vivido, y he conocido unas cuantas Miren y unas cuantas Bittori, y el dolor es así. El dolor es absoluto. El que lo siente lo siente absolutamente. No existe un ránking del dolor. Luego se puede hablar de las causas, pero negar el dolor de la otra persona, o despreciarlo, y eso es de lo que va la serie, eso es lo que atrinchera las posiciones y envenena las relaciones e impide avanzar. Para mí, aunque sé que es un spoiler, el final de la historia es eso. Ver que con todo lo que han pasado salten esos obstáculos emocionales, sociales y culturales y se dan un abrazo. Negar el sufrimiento de los demás es el principio del desastre.
¿Cómo ha vivido la polémica del cartel de la serie?
Lo he vivido con deportividad. Por supuesto no me gusta que haya insultos, pero para mí esto es la serie. Creo que es una buena historia, y es una serie de ficción, no una tesis doctoral, no es un libro de historia, y eso es importante. Y hasta cierto punto es bueno que haya debate.
¿Qué dirías a los que os llamaron equidistantes?
Es que no sé por qué me llaman equidistante. Si me llaman equidistante porque comprendo el sufrimiento de todos los personajes pues soy equidistante. Si me acusan de equiparar un asesinato con unas torturas, pues no, porque no soy tonto. Sé que hay niveles de gravedad, y quienes piensan que no hay relación en nuestra historia entre el asesinato de Txato y las torturas a Jose Mari, pues creo que se les quitará cuando vean la serie.
Toma como creador una decisión valiente, que es cambiar el punto de vista de la novela y mostrar las torturas en vez de contarlas en boca de otro.
Tuvimos unas reglas, y una de ellas era que no quería que un personaje recordara lo que le pasaba a otro personaje. Quería que cada uno llevara su historia. Pero, básicamente, cuando tú lees algo puedes graduarlo, porque depende de lo que tú eres capaz de imaginar. Pero cuando lo ves, te hackea el cerebro. No creo que haya muchos lectores que hayan visto torturas realmente, y cuando lo ves genera algo, es incómodo y doloroso de ver.
Si me acusan de equiparar un asesinato con unas torturas, pues no, porque no soy tonto. Sé que hay niveles de gravedad
Me parece un hallazgo el personaje de Nerea, que interpreta Susana Abaitua. Quizás el más complejo de la serie. No sé si cree que muestra una nueva generación que incluso sentía cierta fascinación por la izquierda abertzale.
A mí ese personaje, Nerea, que es zigzagueante, me costaba comprenderlo y hasta lo juzgaba. Pensaba que es una niña caprichosa. Pero con el paso del tiempo, y con la ayuda de Susana Abaitua, me di cuenta de que ese personaje nos agrede porque no se comporta como nosotros creemos que se debe comportar la hija de un asesinado, y la juzgamos por eso. Pero creo que se comprende su viaje, y que cada hijo, tras el atentado, sale disparado hacia un sitio y lo gestiona como puede.
Es una serie muy vasca. Los actores, la ambientación… Algo que da una sensación de realismo muy potente.
Yo nunca tuve dudas de que debía hacerse así, porque para mí era muy importante esa impresión de realidad, casi de documental. Y es que todos los que hemos trabajado en la serie lo hemos vivido, cada uno desde un sitio, y creo que esa carga vivencial también se vuelva en las interpretaciones y que se transmite en los matices de cada personaje.