Crítica: 'Raya y el último dragón', Disney cambia a sus princesas por guerreras
Disney+ estrena bajo demanda su nuevo clásico, una película protagonizada por una guardiana de dragones que revoluciona el universo del estudio.
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Disney tiene una nueva heroína, pero en esta ocasión no es una princesa en busca del amor verdadero. El feminismo ha provocado cambios en todo el cine, por supuesto en el de adultos, pero también en el cine de animación. Sólo hay que echar un vistazo a los clásicos de Disney, que hasta hace unos pocos años tenía una norma no escrita que decía que sus protagonistas femeninas debían ser princesas.
En los casos sueltos donde no ocurría, como Mulán, había un interés amoroso y acababa emparejada con un alto cargo militar. De ahí que una película como Frozen pareciera revolucionaria, porque aunque había princesas -dos a falta de una-, era el amor de las hermanas lo que las salvaba. Pero no nos engañemos, en Frozen estaban todos los tópicos, pretendientes, chicos, amor, canciones y trajes pomposos.
Vaiana rompía en 2016 la baraja, y ahora, varios años después del movimiento Me Too se ha consolidado en una película como Raya y el último de dragón. Un filme que sería improbable hace diez años, porque aquí las protagonistas no son princesas ni damiselas en apuros, son guerreras. Todos los personajes importantes son mujeres, y mujeres que envainan una espada y se lían a dar mamporros a la primera de cambio. No hay interés amoroso. Ninguno. Es una historia de aventuras, fantasía y mucha acción. Pero mucha. Y eso se agradece.
Ojo, las novedades no acaban aquí, porque en Raya no hay ni una sola canción. Las guerreras (que seguro que luego arrasan como muñecos de merchandising) no se arrancan a cantar para mostrar sus sentimientos. Aquí no hay Let it go que valga, hay un mundo postapocalíptico y una maldición que romper. Punto. En ese sentido puede que esta película sea una de las primeras que apunta a un público un poco más juvenil en vez de apelar directamente al infantil.
Quizás eso responde a que detrás esté Carlos López Estrada, que debutó hace años con Blindspotting, una película que gustó mucho en Sundance y que abordaba temas raciales y adultos. Su fichaje por Disney fue bastante sorprendente, y quizás quieran aportar un tono más adulto a sus historias. Es cierto que tras estas novedades se encuentra una historia vista mil veces, la de una guerrera que tiene que viajar por un mundo fantástico inventado para poder deshacer una maldición. Cine de aventuras clásico que aquí tiene también otro encanto, y es que todo el mundo de Kumandra se basa en culturas y países asiáticos. Tanto en sus habitantes como en su forma de vestir o los decorados. Un mundo más diverso y rico. Feminismo y pluralidad para los nuevos clásicos.
También se nota la influencia de muchas películas. La primera tiene mucho de Tigre y dragón, mientras que después viajamos a un mundo postapocalíptico que parece rescatado de Mad Max. Raya y el Último Dragón cuenta la historia de un mundo donde los dragones se sacrificaron para salvar a los humanos, y donde 500 años después, esas mismas fuerzas malignas han regresado y Raya, una guerrera solitaria, tendrá que encontrar al último y legendario dragón para reconstruir un mundo destruido y volver a unir a su pueblo.
Una película que visualmente es un caramelo, pero que narrativamente se hace algo repetitiva, con una estructura que a veces recuerda a un videojuego, ya que Raya tendrá que ir pasando ‘pantallas’ y viajando por diferentes escenarios hasta llegar al enemigo final. Por el camino encontrará a un dragón con la voz de Awkwafina en su versión original. El clásico secundario gracioso de Disney que aquí a veces resulta un poco cargante.
Una película divertida, con unos set pieces de acción trepidantes y bien construidos, con un enfoque más adulto, pero que se queda un pasito atrás en su historia y en ese mensaje final tan simplón sobre que tenemos que confiar en los demás. Raya se merecía algo más en ese sentido, aunque se agradece que el estudio empiece a parir otras protagonistas para sus clásicos. Es un paso adelante, y bienvenido sea.
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