Ricardo Gómez, la madurez de un actor al que hemos visto crecer
El actor dejó atrás hace mucho 'Cuéntame' y este año ha encadenado dos estrenos, un rodaje y una obra de teatro. El futuro es suyo.
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Según las biografías de los fanáticos de Cuéntame, Carlitos Alcántara nació el 10 de julio de 1960. Si el viajero del pasado que se ha puesto de moda en el meme más popular de las últimas semanas en Twitter matara una mosca, Carlos Alcántara podría acabar en el año 1982 cazando Nazis en Denia. Este chiste, de primero de monologuista amateur, sirve, de alguna forma, para explicar la evolución de Ricardo Gómez como actor.
De aquel chavalín que no levantaba dos palmos del suelo y que ganó el corazón de millones de espectadores, ha pasado a ser un actor que, con 27 años, busca retos, riesgo. No le gusta la comodidad. Tampoco estar quieto. Es un torbellino de energía que busca crecer. Lo hace apostando por los proyectos que ofrecen de él una mirada diferente. Es el caso de El sustituto. La película que ha presentado en el Festival de Málaga y que ha dirigido su amigo Óscar Aibar, que le conoció en los platós de San Genaro y que ahora le ofrece su papel más adulto hasta la fecha.
Aibar mira a Ricardo y no ve a un chaval, ve a un actor en plena madurez artística. “Su mirada es perfecta para narrar una historia, tiene unos ojos increíbles y una mirada que como narrador no tiene precio y que he visto en poquísimos actores españolas”. Lo dice un director que ha tenido en sus manos a los mejores intérpretes en los rodajes de Cuéntame. A la mirada de Ricardo Gómez se encomienda en este thriller ambientado en los años 80 en la que un inspector de policía destinado a Denia descubre una comunidad Nazi. Una película que huele a aquellos thrillers americanos de la época y que traza una línea entre nuestro pasado y nuestro presente. De aquellos polvos (nazis) estos lodos (de ultraderecha), dice Aibar en un filme que también señala la decepción de la izquierda en su llegada a España.
Ricardo Gómez llega a su cita con este periódico antes de tiempo. Tiene cara de cansado. De martes a domingo se deja la piel en los Teatros del Canal con El hombre almohada, hace un par de semanas ha estrenado Mia y Moi -otro proyecto muy personal que también ha producido- y hace un par de meses rodaba en Canarias la película La casa entre los cactus. Reconoce que “está siendo un poco agotador”, pero ya contaba con ello. “Ha sido un mes de promoción lleno de nervios, y ahora se juntan los nervios de estrenar en Málaga una película a la que tengo un cariño de la hostia, que llevo un montón de tiempo detrás de ella, y el hecho de que la vea la gente me pone nervioso. Es un mes de no parar”, confiesa.
Entre Óscar y Ricardo nació una chispa cuando el primero entró a dirigir Cuéntame. Fue el primero que “me abrió las puertas de la edad adulta” como actor. “Nos llevamos tan de puta madre que me dijo que quería hacer una película conmigo, que tenía una idea en la cabeza y que cuando la tuviera quería que la leyera el primero. Me trajo el guion y fue casi una cuestión personal, decir, vamos a hacer esta película porque los dos queremos hacerla, y creo que la energía de los dos, y luego de Gerardo Herrero como productor, hizo que en un momento tan complicado para levantar pelis la hiciéramos”, explica.
Me interesa más un riesgo que aterrice mal que una zona de confort que puede dejar indiferente
En la elección había un riesgo. El de los actores a los que siempre les va a pesar el papel que les dio la fama. Para todos Ricardo siempre será casi un hijo más, un chaval. Por eso agradece que Óscar tuviera tan claro que podía sacar otra faceta. Él responde con un trabajo casi físico. Cambia su forma de moverse. Su ritmo. Sus dos últimas películas responden a un instinto casi visceral. Apuestas por levantar proyectos personales: “Hay algo que me está pasando muy bonito que es trabajar con amigos, con gente a la que quiero. Con Echanove, con Nao y Marcel, con Oscar, con Borja… trabajar con gente con la que dices, venga, nos ponemos manos a la obra y lo hacemos, y creo que de ahí salen las cosas más especiales”.
Quizás por eso empieza a producir películas y obras de teatro, también como una forma de enseñar a la gente todas sus facetas. “He estado tanto tiempo en un mismo proyecto que creo que lo que no me vendría bien sería abandonarme a lo que otra gente piense que yo puedo ofrecer. Creo que eso a medio o largo plazo sería negativo. Sería depender demasiado de la agudeza visual de la gente de la industria, y de alguna manera tomo partido y me pongo creativo porque no quiero quedarme sentado a esperar que la gente vea lo mismo que siempre ha visto de mí, quiero que vean otras cosas”, confiesa.
Eso supone, muchas veces, elegir proyectos mucho más pequeños y sacrificar ofertas muy tentadoras: “No quiero dar la idea errónea de que en mi bandeja de entrada entran 15 proyectos cada día, pero a veces se dan circunstancias de tener que escoger entre una cosa pequeñita que te apetece más, o hacer teatro, o una major con una serie de cuatro o cinco temporadas que lo que implica es decir que no a todo lo anterior. Es una decisión muy jodida. Qué haces, apuestas por una estabilidad económica de cuatro años que te interesa menos… se suman muchas cosas en la balanza, y no es fácil dentro de que es una decisión de súper privilegiado, y soy plenamente consciente de ello y todo madera y trabajo para que siga siendo así, pero sé que no es lo común.
Es difícil no decir que este es el año en el que Ricardo Gómez ha encontrado su madurez como actor, y hasta él reconoce que “tiene todo el sentido del mundo”. No sólo por la unión de estrenos, sino porque estos personajes “me han llevado a más búsquedas, más introspecciones, a tomar decisiones más arriesgadas. Eran riesgos que quería asumir, y estas cosas a veces aterrizan bien y otras mal, pero me interesa más un riesgo que aterrice mal que una zona de confort que puede dejar indiferente”.
Esta es una profesión en la que es muy fácil dejarte llevar por un espejismo, y es jodido porque son espejismos muy cortos, y si te ciegas te puedes dar una hostia espectacular
Los que conocen (o conocemos) a Ricardo, siempre dicen lo mismo. Que tiene la cabeza bien amueblada, los pies en la tierra. Pueden ser prejuicios hacia los actores, y al mencionarlo le sale una timidez extraña en él. “No sé… me considero una persona bastante normal, o por lo menos pretendo serlo”. Una ‘normalidad’ que también es una pequeña lucha, y para la que necesita “tomas de contacto con la realidad que son imprescindibles”. “Esta es una profesión en la que es muy fácil dejarte llevar por la irrealidad, por un espejismo, y es jodido porque son espejismos de una duración muy corta, y si te ciegas por ellos te puedes dar una hostia espectacular. Yo, que lo he vivido desde hace mucho tiempo, tengo aprendidas mis tomas de contacto. Mis colegas del pueblo, dejar de hablar de estrenos, de críticas y de taquilla y hablar de chorradas con amigos de toda la vida, jugar un día entero a la play o el fútbol. Son cosas que para mí son casi terapia”.
Una terapia que ha hecho que se encuentre en un momento dulce. Con proyectos en la cartera y ganas de seguir jugando y creciendo. Hace caso al mejor consejo que le dieron en esta profesión: “crece como persona y crecerás como actor”. De momento lo cumple a la perfección.