Vera Valdez, la ‘abuela’ que desfiló para Chanel, fue torturada en Brasil y aterroriza al cine español
La modelo y actriz brasileña protagoniza 'La abuela', el filme de Paco Plaza que llega el viernes 28 a las salas y nos cuenta su increíble vida.
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Hay vidas que valen por cinco. La de Vera Valdez es una de ellas. En sus 84 años acumula tantas vivencias, tantas experiencias y ha conocido a más gente que la que uno puede imaginar. Fue modelo de Chanel en su primer desfile (y también en el último). Fue torturada por la dictadura brasileña de los 60. Fue amiga, amante y confidente de la Nouvelle Vague. Folló, bebió, consumió y amó lo que le dio la gana. Mantiene la sonrisa pícara, la belleza de aquella modelo que posó para los más grandes y las ganas de trabajar de una joven que empieza. Por si fuera poco, ahora ha protagonizado La abuela, el último filme de Paco Plaza que por fin llega a las salas este viernes 28 de enero.
Vera Valdez interpreta a la abuela del título en esta historia donde el terror es más real de lo que parece. Un filme que reflexiona sobre la belleza, la vejez y la muerte y donde la fotogenia y el porte de esta brasileña se muestra en todo su esplendor. Tras un encierro que la pilló rodando el filme, Valdez acudió al pasado Festival de Cine de San Sebastián a presentar la película, donde habló con EL ESPAÑOL de su vida y de su espíritu. Al comentarle que tiene más ganas y energía que muchas personas que tienen muchos años menos que ella su respuesta es clara: “¡soy joven!”.
Hace unos años se encontraba en Brasil y Paco Plaza la llamó. El nombre de la actriz brasileña salió de su directora de casting, Arantza Vélez, como recuerda el productor del filme, Enrique López Lavigne. “Tenía claro que no quería que fuera reconocible, pero que fuera alguien que tuviera mucho misterio, como la propia película. Que las dos protagonistas fueran dos modelos. Dos mujeres que supieran moverse como una modelo, y en el caso de Vera que tuviera un porte”.
El productor recuerda que cuando fueron a buscarla vieron una pieza de vídeo arte en el que ella posaba desnuda sin ningún pudor. “Era muy atrevido, se desenvolvía como una modelo y nos gustaba esa idea porque la película habla de la belleza, del envoltorio”, cuenta y confiesa que su primer miedo fue cómo iban a llevar a una señora de más de 80 años a rodar a España, pero “nos dijeron que en ese momento estaba rodando en una montaña muy alta, así que nos dimos cuenta de que no habría problema”.
Vera Valdez le dice el nombre de la película. La última tierra, ese es el título del filme que rodaba cuando Paco Plaza “me llamó”. Por si a Vera Valdez le faltaran pocas aventuras, a la tercera semana de rodaje la pandemia explotó y se tuvo que parar. Su hotel no podía aceptar huéspedes, así que desde la productora le buscaron un AirBnb en París, donde vive su representante. Antes de irse les hizo una promesa: “Me mantendré viva”. Cumplió y acabó el rodaje. Por si acaso hasta les dio un plan B. Ir al castillo de unos amigos y acabar allí el filme si no se abrían pronto las fronteras.
La noche que conocí a Louis Malle hablamos de cine, él me preguntaba si había visto tal o cual película… era muy burgués. Éramos íntimos, como hermanos... Claro que hacíamos el amor también
Valdez mezcla el español, con el brasileño y el francés. Sus anécdotas dan para una enciclopedia y, aunque a veces ya no recuerde cosas, tiene claro que estaba destinada a ser actriz. “Toda mi familia por parte de madre lo era. Mi madre, mi tía, mi hermana y yo”, recuerda. Pero antes de actriz llegó la moda, y también en su mente se mantiene fresco el momento en el que dijo, ‘mamá, quiero ser modelo’: “Mi madre trabajaba en el consulado de Burdeos, aunque después nos fuimos a París, y en una fiesta un señor, un noble, me preguntó, ¿eres ‘mannequin’? Tendría unos 15 años, y hablaba poco francés, estaba aprendiéndolo, así que fui a mi madre y le pregunté que era esa palabra. Ella cogió una revista de moda y me enseñó unas fotos y yo quedé encantada y dije, quiero ser modelo. Mi madre quería que estudiara alguna lengua muerta en la Sorbona, pero yo quería trabajar”.
Antes de Chanel llegó quien e daría su primera oportunidad, Elsa Schiaparelli, cuando tenía apenas 15 años. Conocerla fue “la experiencia más fuerte de mi vida”. Después de Schiaparelli llegó “Dior, y ya después Chanel” con quien mantuvo una relación de amor y odio. Vera era una rebelde, le gustaba divertirse, las bromas, y Chanel no tenía paciencia. Cuenta cómo en un desfile que coincidió con el día de los inocentes “le puse una figurita de papel a la modelo que iba a desfilar justo antes que yo, y Chanel me echó. Yo cobré y me fui. Al día siguiente estaba llamando para que volviera”.
Tras la pasarela llegó el cine, y lo hizo de la mano de la Nouvelle Vague. Tuvo un pequeño papel en El fuego fatuo, de Louis Malle, que se convertiría en su pareja, aunque ella diga que simplemente “éramos íntimos”, aunque no se esconde, “claro que hacíamos el amor, sí”. Conoció a todos. “Anna Karina era muy amiga mía, también Maurice Ronet… como hija de mi madre que soy yo era muy bohemia y los conocí a todos”. “La noche que conocí a Louis Malle hablamos de cine, él me preguntaba si había visto tal o cual película… era muy burgués. Y ahí nos quedamos, fuimos como hermanos. Hasta vino a Brasil a despedirse de mí porque tenía un cáncer”.
Tras la Nouvelle Vague llegó el Cinema Novo brasileño. “Estuve con los cineastas brasileños con los que hacíamos filmes revolucionarios de forma clandestina. En brasil empezó a interesatme más el cine, el teatro… hasta que llegó la dictadura militar. Me quedé un tiempo como activista, pero me apresaron y fui torturada. Fue terrible. Sólo me preguntaban por nombres. Yo les decía que no había hecho nada y que no sabía, pero los militares querían que delatara a gente. Éramos la vanguardia, y habíamos hecho películas muy subversivas”. Dicen que fueron Louis Malle y Bertolucci los que, cuando salió de la prisión, lograron que escapara de Brasil y terminara exiliada en Francia. “Nunca he parado de hacer cosas”, dice Vera Valdez sobre una vida a la que ella misma le pone adjetivo: “una vida completa”.
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