Las secuelas del terrorismo, según Alice Winocour: "Tengo una conexión muy íntima con Bataclan"
Memorias de París lleva al espectador a los atentados de 2015 en París para presentar la supervivencia como un sentimiento colectivo.
Siete años después, para Alice Winocour (París, 1976) ha llegado el momento de revisitar un evento que, a nivel personal y colectivo, rompió la barrera del dolor y la tragedia. Mientras París se convertía en presa del terrorismo, ella intercambiaba mensajes con su hermano pequeño, escondido entre cuerpos en la sala Bataclan. Los SMS fueron un alivio entre la tensión y el horror que se vivieron el 13 de noviembre de 2015 en la capital. La correspondencia, una especie de suerte que mantenía viva la esperanza de que él saliera con vida del recinto de conciertos.
Memorias de París, que llega este viernes a los cines, es una oda a la ciudad en la que ambos nacieron y que, durante aquella noche, mutó en una pesadilla. 130 muertos y más de cuatrocientos heridos en diversos ataques organizados que sacudieron, no sólo la icónica sala de conciertos, también varios bares y terrazas, así como los aledaños del Stade de France. El ataque fue el más grave sufrido en el país galo.
"Tengo una conexión muy íntima con los atentados del Bataclan", indica Winocour a EL ESPAÑOL. Su cuarta cinta está inspirada en la tensa situación que vivió con su hermano aquella noche, pero también en las posteriores, las que se sucedieron semanas, e incluso meses, después.
Después de llevarse el premio especial del jurado en el Festival de San Sebastián en 2019 con Próxima, la directora francesa -ganadora de un César y cuya ópera prima, Augustine, se proyectó en Cannes- ahonda en el trauma y el sentimiento de supervivencia que permanece tras haber sobrevivido a un evento de tal calibre.
En Memorias de París, lo proyecta por medio de Mia (Virginie Efira), una traductora de ruso y periodista que estaba en un bar cuando entraron los terroristas a matar a placer a los comensales. Tres meses después del ataque, regresa a la ciudad y se da cuenta de que apenas guarda recuerdos del accidente. Poco a poco, la curiosidad, y tranquilidad, de saber qué pasó, quién la ayudó y cómo salió con vida comienzan a vertebrar su vida y su rutina.
"Tras el atentado la vida es muy diferente, las personas han vivido un trauma y cada uno tiene una forma distinta de reaccionar a éste", indica la directora. Winocour buscó mostrar a un personaje "que rechaza la etiqueta de víctima". Una mujer "fuerte" que busca "recordar la situación y salir sola de ella”.
Para Alice Winocour, la fortaleza no sólo se exhibe por medio de Mia, también en el reflejo de una ciudad que se repone de la tragedia. "Quería hacer una película sobre París, hablar de todo lo que el terrorismo había destruido en la ciudad". Todo ello, cuidadosamente plasmado a través de una red de emociones que nacen de las conversaciones y testimonios que tuvo con los supervivientes de los atentados. "No me quise centrar sólo en las cosas malas del ataque, también en otros sentimientos como la solidaridad", indica la directora.
En su filme, la soledad se convierte en un obstáculo para el avance, para la recomposición, para la supervivencia, si cabe. Sólo por medio de un relato colectivo podrá la protagonista dar forma a los flashbacks que la persiguen y que emborronan las imágenes que guarda de la noche del atentado.
"Es imposible hacerlo solo", explica Winocour. "La reconstrucción es una cosa colectiva". Inmediatamente después, resalta una frase que Benoît Magimel (Pacifiction) enuncia en la película: Necesitamos a los otros para recordar. "El trauma debe salir de la prisión del individualismo", apostilla.
Aunque considera que "la gente en París no sale tanto como en Madrid", Winocour apela a la idea de que el terrorismo pueda, en cierto modo, hacer daño a la idea de libertad, marca registrada de ambas ciudades. "Lo que quiero mostrar es que, después del atentado, la vida sigue. Las relaciones personales no se han destruido", explica.
Pese al dolor que aquel día de noviembre le infligió, considera que el tiempo es una tirita capaz de cerrar cualquier herida. Siete años después, afirma, es momento de que la ficción recupere la historia. "Hace falta rascar para reconstruir, para finalmente trasladarlo" a la gran pantalla. "El hecho de que los atentados del Bataclan entren en el mundo de la ficción es, en sí, parte del proceso de reconstrucción y de resiliencia", concluye.
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