Crítica: 'Dune: Parte Dos', un espectáculo ultrasensorial y alucinante que supera a la película original
La secuela del largometraje dirigido por Denis Villeneuve es uno de los estrenos más esperados del año.
Han pasado ya dos años y medio desde que Denis Villeneuve nos invitó a viajar a la realidad alternativa de Dune y a recorrer los impresionantes paisajes desérticos del planeta Arrakis. Allí conocimos Paul Atreides (Timothée Chalamet), que junto a su madre Jessica (Rebecca Ferguson) lograron sobrevivir a la masacre de su familia que orquestó el Barón Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgard). Lejos de la cúpula social a la que pertenecían, ambos escaparon de la muerte y lograron esconderse entre las dunas, donde formarían una extraña alianza con los Fremen, una tribu nativa de Arrakis.
Este será el punto de partida de Dune: Parte Dos, la increíble secuela para la que nos preparó el director de La llegada, aunque ni él mismo tuviera al principio las garantías suficientes de que pudiera continuar la historia basada en la clásica saga de ciencia ficción que escribió Frank Herbert.
Al igual que ocurre en otras películas del cineasta, la secuela de Dune indaga en los orígenes del autoritarismo teocrático, habla de cómo se ejerce la violencia colonial y plantea el desarrollo de una economía basada en la extracción de recursos absolutamente despiadada. Estos serán los pilares fundamentales de una historia que se desarrolla en pantalla de forma extremadamente cuidada y prestando una quizá excesiva atención a los detalles y la forma, dejándose llevar por ella y priorizándola antes que al fondo.
En medio de este tinglado, Paul avanza y se hace hueco entre los Fremen, después de que los sueños premonitorios que tuvo en el largometraje original se cumplieran y le llevaran hasta la joven guerrera Chani (Zendaya). Abriéndose camino, poco a poco el protagonista se convierte en uno más y asciende hasta ser venerado o criticado por los que hasta ahora le consideraban un extranjero en su propia tierra.
Al mismo tiempo, la acción se expande y llega hasta el hogar donde vive el emperador Shaddam IV (Christopher Walken), que junto a su hija Irulan (Florence Pugh), se enfrenta a los grandes cambios que se avecinan tras la supuesta caída de la Casa Atreides y el ascenso del clan Harkonnen. Este será el principio de una gran guerra que se avecina y que se irá desarrollando, no sin antes desglosar las complejidades y diferentes capas narrativas del conflicto.
Porque aunque Paul Atreides sea el elegido -o incluso el Mesías, para algunos- y su destino esté escrito, su posible victoria tendrá un coste demasiado alto y que tendrá que pagar antes o después si está realmente dispuesto a recuperar lo que cree que le corresponde por derecho desde que nació.
A lo largo de sus casi tres horas de metraje -que aunque echen para atrás, no se hacen largas-, Dune: Parte Dos no escatima en reservarse el espectáculo para después, y desenvuelve su entramado como si fuera una vorágine que devora a todos y cada uno de los personajes. Seguimos a Paul en un camino propio que parece llevarle hacia la destrucción y el amor que le une a Chani enciende la mecha de un futuro conflicto inevitable y que promete ser devastador para todos. Y, en el otro lado de la historia están los Harkonnen, cuya siniestra estrategia para escalar a lo más alto realmente consigue erizar la piel.
El último paso para exhibir esta fantástica historia es potenciar los recursos visuales, que logran hacer de cada uno de los fotogramas un espectáculo que permanece en la retina tras abandonar la sala. El despliegue técnico de la secuela de Dune es abrumador y parece sacado de un sueño, dando pie a que cada escena sea como una exhibición artística que pide a gritos ser analizada al milímetro.
Todo esto hace del largometraje una cita ineludible y una obra completamente inmersiva y que al mismo tiempo se expande, con algunos momentos realmente grandiosos. Entre ellos, los viajes a ‘lomos’ de un gusano gigante o la igualada pelea entre gladiadores en blanco y negro. Dos secuencias rodadas para dejarte embelesado a través de la pantalla grande.
Profundizando en las primeras trazas narrativas que dejó su predecesora, Dune: Parte Dos va un paso más allá y nos compromete como público, no sólo con las decisiones que toma su protagonista, que nos obligan a escoger bando, sino también con el universo que tenemos delante. Es muy posible que los que no tuvieran interés por la historia se quedaran tras la primera película, pero la secuela es una razón más que convincente de querer seguir hasta el final de una saga fantástica.
Por suerte, parece que Denis Villeneuve tiene clarísimo que quiere continuar narrando y por dónde tirar -ha confirmado que el guion de la tercera entrega ya está escrito-, así que lo único que queda por preguntar es cómo y cuándo nos llegará lo siguiente.
'Dune: Parte Dos' está disponible en cartelera.