Sin nadie a quien apalizar y subir al patíbulo, pasado ya el linchamiento público a Luis Rubiales por el beso, el beso de España, regreso de las vacaciones como quien vuelve de un largo viaje, como quien cada vez se siente más lejos de la tierra, de lo conocido, y se adentra en un pantano farragoso donde nada es lo que era, donde todo está del revés. Quizá, como la carta del Colgado del Tarot, que va para acá y para allá como un péndulo pendido de un árbol, la que esté boca abajo sea yo; quizá sea yo la que percibe una realidad distorsionada cada vez más alejada de la realidad, más entroncada con el absurdo.
Pólvora me quemaba en los dedos aquellos días con el famoso beso de Rubiales con el que me pasa lo mismo que con los "fuera de juego", que a pesar de años viendo fútbol sigo sin entender. Por mucho que me lo expliquen, sigo sin ver el deseo, el trasfondo sexual de la cosa. Y así me pasé años en un palco del Carranza, viendo el mejor fútbol pero sin enterarme del fuera de juego ni con la moviola. Esa moviola que suena a viejuno, a los domingos de fútbol en casa mientras mi padre se estudiaba el Estudio Estadio de la atención que le ponía.
Ese beso, ese pico, no más, con el que Rubiales pasó a ser poco menos que el abusador de los abusadores, el criminal de los criminales, el toro que mató a Manolete. El muñeco del PimPamPum de todo el feminazismo patrio que mientas despedaza al antiguo presidente de la Federación de Fútbol sin necesidad de hachas y cuchillos a lo Daniel Sancho, aprieta la boca y calla mientras siguen rebajando penas y condenas a más de mil violadores y poniendo en la calle a los auténticos abusadores de mujeres. Como ejemplo último y paradójico, uno de los miembros de La Manada. Yo te sigo creyendo, hermana.
No seré yo la que justifique a Rubiales, que sólo por rascarse los "webos" y marcar paquete en un palco internacional junto a la reina de España y ante las cámaras de todo el mundo ya merecería cuando menos una sanción por machirulo macarra, por defecto en las formas. Y luego la ternura de esa madre almodovariana en huelga de hambre en la iglesia. A esa madre, que parió a su hijo Rubiales con dolor, nadie fue a ampararla. Sólo por su gesto de madre leona, me la hubiese comido a besos.
Rubiales podría haber caído mil veces antes por presunta prevaricación, por presuntos trapicheo y movimientos en la oscuridad. Ganas le tenían, al igual que caen ahora sus más cercanos colaboradores en la Federación. A lo Mario Vaquerizo, a lo Nancy Rubia -que de Nancy no tengo nada pero vine rubia de serie- quizá haya algo que se escape en todo esto, quizá las jugadoras no hayan sido meridianamente claras, quizá haya más por detrás que no conozcamos y tengamos que asentir a cuanto ocurre de puertas afuera. Si no es así, estaríamos ante la euforia y el malqueda, el beso-pico público más caro de la historia.
Y no, Jenny; esto no es contra ti, que eres víctima de una ley absurda que ha metido en el mismo saco abusos y agresiones, que ha puesto en marcha la túrmix y ha preparado una papilla del quince en aras de la liberación femenina. A ti un patoso, un mentecato, te dio un pico que no te tenía que haber dado y fuiste víctima de su inoportunidad, de su falta de respeto y educación; nada más, como también eres víctima del credo, del lobby femiloco, desquiciante, que no nos representa a miles de mujeres que luchamos con otras armas, con otros argumentos, por la libertad, la dignidad, la igualdad y la vida, sin chiringos, sin dividir a la sociedad, sin antihombrismo.
Lo siento por todas aquellas que han sido brutalmente agredidas, abusadas, acosadas, violadas o asesinadas con las que la ley hace tabla rasa. Lo siento y me da dolor y vergüenza ajena por todas ellas. No, lo de ellas no fue un pico de un macarra en un estadio ante miles de cámaras. Lo de ellas ha sido el terror diario de puertas adentro, la soledad, el miedo, la sangre, el maltrato, las vejaciones, incluso la muerte. Y algunas ya ven a sus abusadores en la calle mientras España come pipas con Rubiales o con el descuartizador de Tailandia. Qué país.
Por lo demás, Jenny y jugadoras de la selección española de la liga femenina de fútbol, mi admiración y respeto absoluto. Sois unas campeonísimas, con o sin beso. Ese beso, el beso de España, cargado de ira y de veneno. Eso no es un beso.