Brindo por ti Querido Félix
Cuando era niño, más aún, mi casa se llenaba de música y se lo debo a dos de mis tíos … Manolo y Ángel Miguel. Los dos me acercaron, inconscientemente, a una inmensa variedad musical sin la cual yo no hubiera sido músico a día de hoy.
Mi tío Gelmi, que en sus ratos libres diseñaba y construía, cual Luthier de Cremona ( Italia), los más diversos instrumentos del folclore castellano y leonés, desde tejoletas a unos increíbles rabeles con caja de calabaza del que conservo uno como oro en paño, era un apasionado de los maestros Joaquín Díaz y Candeal, con los que llegó a tener una bonita amistad.
Gracias a él yo escuché ese folclore de mi comunidad y aprendí. Gracias Gelmi.
La vida, que en ocasiones es inmensamente generosa con uno, me llevó años después a encontrarme con Félix y Toño (Candeal). Y eso sucedió una noche mágica en uno de mis lugares de culto vallisoletano: el restaurante La Criolla de mi querido y admirado Paco.
Yo estaba cenando con unos amigos, y en la mesa de al lado celebraban una reunión un “ramillete” de personas exquisitas y a las que miraba con muchas ganas de unirme …
Entre ese ramillete había algún conocido, pero el que me abrió la puerta a esa mesa fue el padre de una vieja amiga, al que me acerqué para presentarle mis saludos.
Ese papá de aquella vieja amiga era, ni más ni menos, que un pedazo de señor, un caballero de los de antigua usanza, un taurino de corazón, un enamorado de la belleza … una de esas personas con las que uno tiene el placer de conversar, aprender y disfrutar: don Santos García Catalán, al que siempre agradeceré que me hiciera un hueco en esa fabulosa mesa.
Allí se encontraba otro “personaje” al que yo tengo mucho cariño como es mi querido Cecilio Lera. No puedo dejar de lado que ese día aparecieron nuevos amigos que ya forman parte de mi selecto grupo que tienen un apartamento en mi corazón: Luis Minguela, Santi Diago, Ángel Marcos, etc.
Y como no, el grupo reunido lo cerraban Toño Ortega y Félix Pérez, los increíbles “Candeal”.
Aquella noche, al calor de las viandas y el vino de Paco Criolla pude disfrutar del humor, de la amistad, del calor, de las canciones y del “compadreo” de todos ellos, pero el que me impresionó, el que me dejó sin palabras, el que se convirtió en uno de mis “ídolos paganos” fue Félix Pérez.
Félix, cuya salud en esos momentos no era la más fuerte, me hizo reír, me enseñó canciones y ritmos, pero sobre todo me mostró el sentido de esa palabra que tanto utilizamos: amistad.
Aquella noche, Félix Pérez fue un maestro para mí. Pocas personas me han dejado con la boca abierta como él.
Hoy, a 26 de junio de 2020, mis sentimientos son entre una lágrima y mil sonrisas al recordarte, querido Félix. Porque hoy te has ido a cantar y contar coplas a otro lugar donde, en este mismo momento, estarás dejando a otras almas sin palabras y con la boca abierta como hiciste conmigo.