El número dos de facto de Ciudadanos, Edmundo Bal, ya ha insinuado la posibilidad de incorporar candidatos de su formación a las listas autonómicas del Partido Popular. El hecho se produciría, probablemente, en las elecciones de Andalucía, en un primer momento, y en la Comunidad Valenciana, más adelante.
Esto, si no más, sería una confesión de impotencia que coincidiría con todas las encuestas que dan un papel irrelevante a su partido y hasta con los índices de valoración de líderes, que sitúan a Inés Arrimadas en penúltimo lugar.
A estas alturas de la película casi es intrascendente el cómo se ha llegado ahí desde una posición en la que el partido aspiraba incluso al Gobierno de la nación. Lo cierto es que sin el arropamiento de las siglas del PP, yendo en solitario, podía quedar fuera de los parlamentos en disputa o permanecer en una posición residual, sin ninguna importancia política.
El hundimiento de Ciudadanos no tiene nada que ver con la actuación de su líder en Andalucía, Juan Marín, que ha sabido ejercer su cargo de Vicepresidente de la Junta con dignidad, lealtad y eficacia. Se trata de que los vaivenes del partido y la falta de responsabilidad y carácter de sus dirigentes han sumido en la zozobra a sus antiguos electores que buscan un asidero político desde el que su voto pueda ser válido.
El fenómeno es más notorio, si cabe, en la Comunidad Valenciana, donde la marcha del referente máximo del partido, Toni Cantó, le ha dejado sin visibilidad alguna en un momento en el que la izquierda gobernante va perdiendo credibilidad a chorros y es posible un cambio político, más probable en el Ayuntamiento de Valencia que en la presidencia de la Comunidad.
Esa inanidad actual de Ciudadanos ya la vivió en su día la UPyD de Rosa Díez antes de llegar a desaparecer. Dado ese precedente, lo más probable es que el partido se aferre al furgón del PP, que recibiría a cambio el puñado de votos que aún le restan al C`s y que podrían darle los escaños necesarios para para repetir el Gobierno en Andalucía, aunque fuese con Vox, y llegar al poder en una Valencia en la que, hoy por hoy, todavía está bastante lejos de alcanzar semejante hito.